El 7 de agosto de 2025, en una especie de homenaje a los pueblos y lugares considerados como la cuna del castellano, transcurrirá la tercera … etapa de la vuelta ciclista a Burgos con salida en Cardeña y meta en Valpuesta. Esta aldea de no más de diez vecinos censados, enclavada en el valle de Valdegovía que comparten Álava y Burgos, pertenece al municipio burgalés de Berberana de unos cincuenta pobladores. Pero la importancia de Valpuesta es histórica: conserva una magnífica iglesia, resto de un importante monasterio en la antigüedad y sede desde su fundación en el 804 (época de la repoblación) de una diócesis que abarcaba gran parte de la provincia de Burgos, la cuenca del Omecillo-Ebro, Ayala, Amurrio, Orduña y buena parte de las Encartaciones y de Cantabria. En 1088, tras casi doscientos años de ser sede episcopal, se incorporó definitivamente al obispado de Oca-Burgos de tradición romano-visigoda.
En la «desconocida» Valpuesta, en el escritorio de su monasterio, unos monjes escribieron un manuscrito: el Cartulario gótico –por su letra visigótica– de Valpuesta entre los siglos IX y XII. En sus folios aparecen o «se escapan» a los amanuenses, no muy versados en latinidad y con la dificultad de atribuir grafías a los sonidos románicos de los términos no latinos, las primeras palabras en romance castellano (casa en vez de domus, capo (cabeza) por caput, matera (madera) por lignum, iermano por frater, ganato en vez de pecus (ganado) y frases como: una terra in loco que vozitant iuxta terra de Kasso circa sancti Iacobi (una tierra en lo que llaman al lado de la tierra de Kaso, cerca de Santiago o quatuor bobes et canape et plumazo et sabana et bracas et adtorra –del árabe– linia (cuatro bueyes y asiento y plumazo y sábana y bragas y saya de lino (doc, 14, año 935).
Seguramente los lectores de este artículo se sorprenderán y dirán que no, que la cuna del castellano se encuentra en las glosas emilianenses de San Millán de la Cogolla (La Rioja) pues esta sería (a la pregunta de dónde nació el castellano) la respuesta de cualquier español mínimamente instruido. Esto es lo que se estudia en las escuelas y, derivado de todo ello, San Millán se ha convertido en el lugar turístico-cultural más conocido y visitado de La Rioja. Pero sin quitar valor a estas glosas en las que un monje bilingüe (hay unas palabritas también en vascuence) que no tenía la voluntad de escribir en latín, sino en la lengua habitual de su entorno, no están en una variedad romance castellana («Basta ya de mixtificaciones: el castellano no nació en La Rioja, las Glosas son de tipo lingüístico navarro», escribe, entre otros, el catedrático Frago García).
En 1977 se celebró en San Millán, presidido por el rey Juan Carlos I y con nutrida representación de académicos de la RAE, el llamado ‘Milenario de la lengua castellana’. Se eligió esta fecha porque Menéndez Pidal en su magna obra Orígenes del español (1926) había datado las glosas emilianenses en la segunda mitad del siglo X (posteriormente otros estudiosos, el paleógrafo Ruiz Asencio, por ejemplo, las situarían a finales del siglo XI). Pero el castellano afloró antes en el Cartulario de Valpuesta, finales del IX y en el X, donde encontramos donaciones, permutas, contratos, testamentos en favor del monasterio valpostano, etc. Sobre esta cuestión es muy interesante el libro ‘Los cartularios de Valpuesta. Estudios’ (Salamanca, 2014), que recoge las comunicaciones que se presentaron en un congreso celebrado en 2008 en Miranda de Ebro: Valpuesta en los orígenes del castellano. Incluso la RAE reconoció en 2010 que en Valpuesta se incluyen «términos que son los primeros vestigios del castellano y los más antiguos encontrados hasta ahora».
El castellano, luego español, es también lengua «propia» del País Vasco. No en vano así lo han manifestado ilustres filólogos vascos: «El castellano también es nuestro» (Koldo Mitxelena) o «El romance ha estado también desde antiguo en territorio euskérico como continuación del latín asentado con la romanización y las actuales Álava, Guipúzcoa y Vizcaya forman parte del solar castellano» (María T. Echenique Elizondo). Se trata de conocer la historia, no de rehacerla, pero estas opiniones contrastan con una política lingüística cicatera que, por ejemplo, impide la escolarización en español en la única escuela pública del occidente de Álava, en Villanueva de Valdegobía, muy cerca de Tuesta, donde nací hace más de 80 años y a unos dos kilómetros en línea recta de Valpuesta, donde, como en las Encartaciones, nunca se habló en vasco.
Para mí, modesto estudioso de la historia, costumbres, toponimia, etc. del occidente alavés y del noreste de Burgos, supone una gran satisfacción que este evento deportivo termine en Valpuesta lo que sin duda ayudará a conocer la importancia histórica de este lugar. Con esta y otras iniciativas: colocar en las entradas de los pueblos y en las carreteras de estas zonas carteles con la inscripción ‘Valpuesta, cuna del castellano’ por ejemplo, o construyendo (el proyecto se ha iniciado tímidamente, creo) un centro de interpretación, al estilo de San Millán, de lo que ha significado históricamente esta zona de Valdegovía y la limítrofe, ahora burgalesa, donde se encuentra la mayor documentación cultural e histórica de la alta edad media española (el cartulario de Valpuesta, el de Bujedo, la documentación de las salinas de Añana, etc.). La administración vasca, con más recursos económicos, debería reconocer la realidad del nacimiento de la lengua española en parte de su territorio y colaborar con la de Burgos y la de Castilla y León para destacar, poner en valor como se dice ahora, el significado de Valpuesta y de paso contribuir al desarrollo paisajístico, cultural y económico de esta región de la España vaciada, eso que tanto se pregona.