La califican como «it girl» porque todo lo que se pone se convierte en objeto de deseo, pero ella es mucho más que eso. Isabelle Junot, a sus 34 años, ha conseguido posicionarse como un personaje por su propio pie en el panorama social español. Y eso que es la hija de Philippe Junot y Nina Wendelboe-Larsen, y está casada con Álvaro Falcó, primo de Tamara. Sin embargo, su carácter afable y su personalidad, así como su deseo por conectar con la gente, le han valido su propio público.
Tiene 156.000 seguidores en su Instagram personal y otros 47.000 en uno en donde se como «coach» contra los atracones, una profesión que ejerce desde 2020. Basada en su propia experiencia con las costumbres insanas en lo que tiene que ver con la comida, Isabelle Junot decidió dar un paso más allá de internet y plasmar sus conocimientos en un libro. Con ese sentido del humor que la caracteriza, decidió titularlo ‘Eat Girl’ (Rocaeditorial), que suena igual que «it girl», pero que se traduce algo así como «la chica que come».
Ella misma explica que haber sido catalogada como «it girl» es algo que le atrae. «Me parece superdivertido, ver a una ‘it girl’, ver su estilo de vida, cómo lo hace todo». Ella siempre intenta sacarle a todo el lado positivo, por lo que rechaza también cualquier versión negativa de esa misma imagen que los demás puedan tener de ella: «No tengo tanto control sobre eso, pero hago lo que puedo con lo que tengo e intento promover un mensaje que me parece que pueda ayudar a cualquier mujer que esté luchando con esas ganas de ser ‘su mejor versión’. Que empieza comiendo más nutritivo y no lo consigue así que acaba entrando en ese ciclo de privación y luego atracón, después castigo, culpa…»
La portada es una declaración de intenciones: aparece tumbada sobre un paisaje de todo tipo de comidas en donde hay frutas, verduras y, por supuesto, dulces. Porque la idea es no restringir los alimentos para no caer en rutinas que sean dañinas. De ahí el subtítulo de este libro: «De la obsesión a la ilusión». «Si tuviera que decirlo en una frase es como comer para sentirte bien, comer sano y nutritivo te hace sentirte bien, pero comerte una crêpe de Nutella de vez en cuando también te trae felicidad», comenta Isabelle en conversación con ABC.
No fue un proceso fácil para ella, se dio cuenta de sus propios comportamientos dañinos mientras estudiaba nutrición. «Me parecía un poco irónico querer ser alguien ejemplar y estar dándome un atracón los fines de semana y luego comiendo extremadamente limpio de lunes a viernes. Me dije a mí misma ‘aquí hay algo que no va‘», confiesa. «Hacer una dieta cada lunes o cada mes no me parece la solución», recuerda. Fue así como encontró la alimentación intuitiva, aunque en un primer momento pensó que era una tontería. «Yo necesito reglas, necesito orden, estructura. Pero justo con eso aprendí que al no tener reglas estrictas con la comida no significa que no tengas ni orden ni estructura. Simplemente hay que quitar esa rigidez que te hace sentirte privada y te hace actuar por impulso», añade. Fue entonces cuando le hizo ‘click’: «Vale, esto es lo que le falta a todas las niñas que están creciendo y así no entran en las tonterías de empezar dietas cada dos por tres u odiar su cuerpo», asegura que pensó.
El ciclo de las redes sociales
Ella tiene el algoritmo muy bien entrenado, y no cae en esos agujeros negros que te llevan de una receta sana a un truco para adelgazar o contar calorías. Aunque también es una víctima potencial: «A veces pienso en los posts que veo, acabo comparándome con cómo come alguien, con cómo como yo, lo que sea», confiesa, «soy muy consciente de ese ciclo». Lo reconoce y se dice a sí misma que tiene que parar: «Es otro tipo de comportamiento compulsivo que viene muchas veces también de la ansiedad, lo mismo que con la comida».
«Es como un automatismo que hemos creado, una falta de presencia. Estamos tan abrumadas con las cosas que tenemos que mirar las redes sociales es un momento de relax, de desconectarse, de apagar el cerebro. Pero estoy descubriendo que hay otras maneras de hacerlo. En mi caso ponerme a hornear, por ejemplo», explica. A día de hoy, Isabelle Junot admite que las redes sociales son imprescindibles para ella, aunque también las ve como algo peligroso. «A veces pienso que me encantaría quitarme, pero un 80% de mi trabajo es por ahí. Entonces estoy, pero intento consumir menos y poner más, cambiar un poco la narrativa», señala.
El mismo objetivo que tiene su libro. No es para cambiar tu imagen, sino para aceptar la que tienes y alimentarla. También es una lectura agradable y simpática que está plagada de guiños a su bilingüismo, porque a pesar de haber nacido en Nueva York, habla un perfecto español que de vez en cuando adereza con una palabra en inglés.
«Ella desde el primer momento tuvo muy claro que si escribía un libro lo escribía ella entera, que no quería que perdiera su tono ni su manera de hablar ni nada, aunque hubiera alguna corrección», nos comenta Lourdes Barroso, su representante. De hecho, ambas recuerdan que se quedaba escribiendo y revisando hasta las tantas de la madrugada. «Yo tengo una manera de expresarme que si alguien pusiera en mejor español pierde su esencia. No quería perder esos toques, y creo que lo hemos conseguido bastante bien», admite Isabelle.
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