Sorprendentemente, Txomin Badiola no estaba dispuesto a escribir un ensayo, tal y como había hecho en muchas ocasiones anteriores. Carlos Copertone, su editor, le había … propuesto llevar al papel las reflexiones que expuso en una charla con motivo de su retrospectiva en el Museo Reina Sofía, pero el formato no le satisfacía. «Me sentía más tentado a probar otro tipo de narrativas más híbridas, con buen aporte de ficción, y así surgió el primer libro», recuerda. Menos de una década después, el artista ya ha publicado ‘Malformismo’ (Caniche), aquel primer cambio de rumbo, ‘El curador’ (Caniche) y la recientemente editada ‘Mamuk’ (Acantilado), que considera su propuesta más similar a una novela al uso. Pero no se trata de una experiencia más. El autor de referencia cuando se aborda la renovación del arte vasco y español se ha convertido, además, en un escritor a tiempo completo.
Ahora bien, quizás no se trate de un nuevo horizonte creativo. «Yo he escrito toda mi vida», alega. «Mi trabajo en arte y literatura han ido muy paralelos, lo que pasa es que mi segunda dedicación estaba muy vinculada al análisis o la contextualización de las preocupaciones plásticas». No acaba ahí la interrelación. «Dedicarme a la ficción tampoco resulta tan ajeno a una narratividad que siempre han tenido mis instalaciones». Inscrito en la denominada ‘nueva escultura vasca’, es responsable de la renovación de esta disciplina en las últimas dos décadas del siglo XX y con gran repercusión en las siguientes generaciones.
Las conexiones se extienden a las influencias. «Mis intereses siempre se han movido en el mundo anglosajón y me he dado cuenta de que en la ficción también», indica. «Me atrae más Melville que Balzac o Twain que Flaubert. En la modernidad Beckett, Joyce o Mansfield y en la posmodernidad, Pynchon, DeLillo o McCarthy, una tendencia que, trasladada al castellano, incluiría a García Márquez, Rulfo o Bolaños», enumera.
La trama de ‘Mamuk’ comprende numerosas voces y diferentes tiempos, entre finales del siglo XV, cuando se construía la iglesia de Ondarroa, y el momento actual, entre el tardogótico y la ecléctica contemporaneidad. «Hay una historia doble o triple en torno a esos mamuk, los fantasmas de esos personajes retratados en los muros del templo». Destaca el atractivo de la primera época, de transición entre el Medievo feudal y un mundo que apuntaba cosmopolitismo económico y artístico. «Contrapongo aquel periodo en el que la historia tiene un papel arrollador y esta época poshistórica en la que no arrastra nada. Nos movemos en la perplejidad, no sabemos dónde está el bien y el mal, los genocidios y las atrocidades. Vivimos pasmados».
Un poema de Unamuno
Los personajes del siglo XV le proporcionan consistencia para contraponerlos al desarrollo contemporáneo. «Quería que estuviera muy claro, que no se mezclara, para permitirme el lujo de insertar anacronismos, como, por ejemplo, cuando un cochero canta una canción de los Smiths o un fraile recita un poema de Unamuno».
La tercera instancia es la del propio autor en el momento de escribir, recogida en ‘Mamuk’ con una diferente tipografía, un ejercicio de metaficción. «Me fascina prestar tu experiencia al personaje y ponerlo en el escenario de manera que la escritura lo lleve hacia un sitio u otro. Puedes aprender mucho de ti mismo. Yo prefiero ser el primer sorprendido con lo que me cuento y con todo lo que ha sido mi práctica artística».
Badiola no trabaja con una idea establecida. «Empiezo a escribir de una forma muy fragmentaria», confiesa. «Para mí, una ficción no es una idea que tú elaboras y luego escribes, para mí una narración de cualquier naturaleza es aquello que encuentras al final. Trabajas con materiales que van reaccionando entre sí, se van transformando y creando una especie de crecimiento con puntos de fuga», explica. «Lo ideal es que llegue un momento en el que se vislumbre la historia y ya puedas comenzar a trabajar con esa perspectiva».
Portada de ‘Mamuk’.
Acantilado
‘Malformismo’, protagonizada por un aparente ‘alter ego’ del autor, se halla a caballo entre géneros y remite a una muestra antológica. También ‘El curador’ surge de la práctica artística. «Comisarié una exposición de Ignacio Sáez en Carreras Múgica y decidí que mi aportación iría en paralelo con un libro autónomo en el que se habla del curador y una voz que oye a través de un tabique», declara. «Me interesa ese intersticio entre la ficción y la realidad».
El artista reconoce que se halla entre dos disciplinas que suelen vivir de espaldas, cada una ajena a la otra. «Quizás el arte esté más atento a la literatura», sostiene y reconoce que esa ignorancia mutua carece de lógica. «Ambos intentamos responder a la realidad que nos ha tocado vivir, que es la misma, con lenguajes distintos».
La literatura fagocita. ¿Es posible compatibilizarla con otros retos? «Ya veremos. Desde que comencé a escribir en 2019 tan sólo he hecho una muestra y es cierto que ahora estoy más absorbido por la escritura y veo más difícil compatibilizarlo porque me ocupa todo el tiempo. Me ha capturado. El próximo año tengo el compromiso de una exposición en Bilbao y no sé cómo llegaré».
«El arte contemporáneo es lo menos excitante»
El actual mundo de la plástica no parece seducir a Txomin Badiola, que suma más de cuarenta años de trayectoria. «El discurso general del arte contemporáneo es lo menos excitante y más aburrido que nadie puede imaginar», alega. Frente a esta postración, apunta su condición ‘amateur’ en el ámbito literario. «Aquí me puedo permitir ser un aficionado y me da mucho margen de maniobra. Siempre he estado huyendo de las disciplinas. Esa necesidad tiene que ver con no conocer del todo cómo se hacen las cosas. Cuando comienzo a saber, pierdo el interés. Para mí lo importante no es el contenido, sino el cómo».
Esta nueva incursión también se relaciona con un aparente fin de ciclo. «Mi primera exposición tuvo lugar en 1981, hace casi 45 años, y creo que lo que podía dar, ya lo he dado», aduce. «Ahora, cuando el arte no resulta excitante, resulta lícito buscar la excitación en otro lugar y la ficción es lo que más me atrae porque es la posibilidad de probarte en todos los sentidos, repartirte entre los personajes y ver qué pasa. Es una ganancia de autoconocimiento y crecimiento personal. Y si, además, el lector puede extraer su propio provecho, yo encantado».