Pedro Torrijos, arquitecto y escritor, firmará libros este domingo en la última jornada de la feria del libro de A Coruña. CELE RODRIGUEZ

El autor estará firmando ejemplares este domingo entre las 12.00 y las 13.30 horas en la caseta de la librería Hoboken
10 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni el barrio de Xuxán  ni el proyecto de As Percebeiras van a tener un rascacielos. A Coruña, la ciudad gallega con las torres más altas, se mantiene a la espera de su próximo gran edificio en vertical. Solo un posible bloque de 17 plantas en el parque de Oza (además de los previstos en Visma) podría hacer las delicias de personas como Pedro Torrijos, escritor y arquitecto, que defiende a los rascacielos como uno de los elementos clave para construir ciudades más compactas y, por tanto, más sostenibles. El autor estará firmando libros este domingo en la caseta de la librería Hoboken. En su última publicación, La pirámide del fin del mundo, se centra en cómo afecta al ser humano el territorio en el que ha habitado.  

—Este domingo estarás firmando ejemplares en la feria del libro de A Coruña. ¿Te gustan este tipo de eventos?

—Sí, he estado en muchas. En Madrid llevo ya cinco años yendo. Y también estuve el año pasado en la de A Coruña, en la de Sevilla, en la de Málaga, en el Sant Jordi… Es una cosa muy chula, la verdad. Además, a mí me gusta mucho hablar con la gente y más con la gente que me lee. Siempre pienso lo mismo: si te has venido hasta aquí a que yo te firme, pues que menos que estar un rato hablando contigo. Entonces, al final, siempre acabamos hablando cinco o diez minutos. Y me tiro la hora y media o las dos horas que firmo, hablando. 

—El último libro que has escrito lo sacaste el pasado año, La pirámide del fin del mundo. Te centras en cómo afecta al ser humano el territorio en el que habita.

—Es un ensayo a través de historias más o menos relacionadas con el mundo del territorio, del territorio construido, de la arquitectura, pero no siempre. Yo siempre digo lo mismo: yo nunca hablo de arquitectura. Eso lo hacen otras personas más listas que yo. Yo hablo de personas, de cómo a las personas nos afecta el territorio, lo que construimos, pero también lo que destruimos…





Los pisos rehabilitados en Cuatro Caminos evitarán los límites al alquiler: «Estarán en la franja de los 1.000 euros»

Yago Gantes



—También estás en capilla de su próximo libro, La Catedral de Escombros. ¿Cuándo sale?

—El 2 de octubre. Está en preventa en todos los sitios. Se puede ir a cualquier librería y reservarlo.

—Te has animado a hablar sobre la catástrofe de la Dana de Valencia.

—Sí. Es un libro sobre cómo el ser humano está inmerso en una especie de enorme hilera de fichas de dominó, que cuando se cae una tira el resto. Muchas grandes catástrofes no tienen un responsable único, sino muchas responsabilidades cruzadas. Uso la Dana de Valencia como vehículo conductor de una serie de historias que se articulan sobre eso. También hablo de cómo la sociedad a veces castiga y otras absuelve sin saber por qué. Por ejemplo, de Jesús Gil o de la catástrofe del teatro Knickerbocker en Washington. Los responsables allí no fueron condenados porque no tenían culpa real, pero se suicidaron años después por la culpa íntima. El caso de Jesús Gil es al revés: fue responsable directo de la muerte de 58 personas en la tragedia de Los Ángeles de San Rafael, pero la sociedad lo absolvió y lo transformó en mito.

—¿Crees que se harán las cosas bien en la reconstrucción de los efectos de la Dana?

—No suelo dar opiniones fuertes. Reconstruir evitando errores es complicado porque son muchos y acumulados durante mucho tiempo. Idealmente se intentará hacer mejor, pero, por ejemplo, toda la zona de l’Horta Sud es inundable y sacar a 500.000 personas de allí no es posible a corto ni medio plazo. Eso requeriría pensar a 70, 80 o 100 años vista, algo que el ser humano rara vez hace. No sé si es optimismo o pesimismo, pero es muy difícil.

—Volviendo a A Coruña, que firmas este domingo, ¿qué te parece nuestro paisaje urbano con tantos rascacielos?

—Me encanta. Yo literalmente defiendo a ciudades como Benidorm. Desde el punto de vista urbanístico, Benidorm es una ciudad perfecta. Lo apostó todo en los años sesenta al turismo porque realmente no tiene otra cosa. Era un pueblo de 2.000 habitantes que estaba condenado a la desaparición porque no tenía ni pesca, no le llegaba agua, no tenía agricultura. Era un pueblo que estaba rodeado por un montón de montañas, por una especie de anfiteatro natural de montañas. Con lo cual lo apostó todo al turismo y al turismo en altura. ¿Por qué? Porque cabe más gente.

Salvando las distancias, A Coruña es un poco como Benidorm. Es una ciudad que ha hecho de su necesidad virtud. Ha crecido hacia arriba. Es pura ciudad compacta. No sé si lo ha dejado de ser, pero hasta hace nada era la ciudad con mayor densidad poblacional de España, lo cual, mientras se mantenga en unos ámbitos agradables, está muy bien. Es una ventaja a todos los efectos.





Así se gestó el aumento en dos plantas del edificio de Cuatro Caminos recién descubierto: «Se aceptó la propuesta más diferente»

Yago Gantes



—¿Las ciudades menos densas son menos sostenibles?

—Sí, por ejemplo, las grandes urbanizaciones americanas son urbanísticamente criminales. Es decir, requiere unos recursos hídricos, electricidad, canalizaciones. En el espacio en el que caben 400 personas son 100 chalés, y esas mismas 400 personas pueden vivir en un par de rascacielos de Benidorm alimentados por una cuarta parte de las canalizaciones eléctricas, de agua y de recursos. Es decir, la ciudad compacta es la ciudad más sostenible posible.

—Pero este tipo de edificaciones suelen generar rechazo. Recientemente en A Coruña se tumbaron varios bocetos de rascacielos.

—Esa es una pregunta, con todo el respeto, equivocada. Hay gente a la que no le gustan, pero habrá gente a la que sí. Tú dile a alguien de Chicago que no quiere tener rascacielos. No se entiende Chicago sin rascacielos, es decir, por parte de la propia idiosincrasia de la ciudad, incluso más que Nueva York. En el caso de A Coruña, además, los rascacielos son un poco distintos, porque no son exentos —hay algunos—, pero sobre tofo están entre medianeras, agrupados, grandes. Además, en las plantas bajas hay locales y hay una vida urbana real. 

—¿Pero entiendes que haya gente a la que no le gusten?

—Al final lo que ocurre es que existe una cierta imposición visual al hecho de la comprensión psicológica de saber que en poca superficie vive mucha gente. Y entonces hay personas a las que psicológicamente les molesta, lo ven como algo amenazador, les aturde.

—Recientemente, se ha proyectado para un barrio de la ciudad una torre de 17 plantas y ha generado malestar entre los vecinos. Incluso, surgió el debate de si es mejor una torre alta y zonas verdes o varios bloques más bajos y menos zonas verdes.

—A ver, bajo mi punto de vista, la mejor opción siempre es una torre más alta y más zonas verdes. Pero no puedo hablar por los vecinos, porque ahí entran muchas otras condiciones que desconozco. Pero cualquier persona que piense en el medio ambiente va a preferir un edificio más compacto. Además, 17 plantas no es un edificio tan alto.

—Actualmente, se está trabajando en la reconversión del puerto interior en un espacio urbano. ¿A Coruña podría aspirar a tener edificios como el Guggenheim de Bilbao o un Centre Pompidou como el de Málaga?

—No, y no creo que pase. Igual hay Administraciones que, de vez en cuando, les apetezca tener un edificio con firma, pero ese mundo pertenece al pasado. Es un mundo pre-2008, al menos en Occidente. ¿Y eso es bueno o malo? A todos nos gusta el Guggenheim, pero considerar que el edificio es el causante de la mejora de Bilbao, es pensar con una mira muy corta. Sucede lo mismo en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Más allá de los edificios, el proyecto está dentro de todo el proceso de la conversión del antiguo cauce del río Turia en un parque.


Archivado en:
Literatura
Arquitectura
Arte