En el corazón del Museo del Prado, donde el tiempo parece suspendido en cada trazo de óleo y cada partitura de luz, hay una actividad que no se detiene: la restauración. Lo que para el visitante es contemplación, para los restauradores es desafío, técnica y precisión. Y desde hace más de una década, una alianza discreta pero determinante ha dado oxígeno a ese trabajo esencial: la colaboración entre la Fundación Iberdrola España y el Taller de Restauración del Prado.

Esta sinergia, iniciada en noviembre de 2010, ha permitido la recuperación de más de 2.000 obras maestras del museo, apoyando intervenciones complejas, becando a nuevos profesionales y dando visibilidad al proceso técnico y estético que sostiene la memoria visual de España.

Lo que comenzó como un acuerdo de mecenazgo se consolidó en 2013 con la incorporación de Iberdrola como benefactor del Prado. Desde entonces, su compromiso ha trascendido lo financiero: ha supuesto un impulso a la investigación, la conservación preventiva y la divulgación del trabajo restaurador, a menudo invisibilizado tras las salas.

Uno de los pilares de esta colaboración es el programa de becas anuales. Desde 2011, 36 jóvenes profesionales han podido formarse en restauración de pintura, marcos y documentación técnica, en uno de los talleres más prestigiosos del mundo. Un semillero de especialistas que no solo conservan obras, sino también métodos y saberes que enriquecen la historia del arte.

Obras que renace

El alcance del patrocinio se refleja en obras que han vuelto a brillar tras complejos procesos de restauración. Este año, por ejemplo, el imponente Retrato ecuestre de Isabel de Borbón de Velázquez recuperó profundidad y nitidez gracias a la intervención de María Álvarez Garcillán, quien logró integrar visualmente las bandas laterales añadidas en el siglo XVII.

Dos años antes, en 2023, David vencedor de Goliat de Caravaggio recobró el dramatismo original de su tenebrismo. La limpieza de barnices oxidados y la reintegración cromática devolvieron al espectador la tensión emocional que había quedado sepultada bajo siglos de intervenciones. En 2022, fue el turno de Hipómenes y Atalanta de Guido Reni, cuyo reentelado y limpieza revelaron la sutileza de las carnaciones y el brillo dorado del mar, ocultos tras repintes y barnices opacos.

Otras piezas emblemáticas también se han beneficiado de esta colaboración: La condesa de Chinchón de Goya, El triunfo de la Muerte de Brueghel el Viejo, el Tesoro del Delfín, o incluso joyas arqueológicas como la Cabeza de bronce de Demetrio Poliorcetes. Cada una de estas intervenciones ha significado no solo la conservación material de las obras, sino también su reapropiación por parte del público, ahora con una lectura más fiel a la intención original del artista.

El Taller de Restauración del Prado, gracias a este apoyo sostenido, se ha reafirmado como un centro de referencia internacional. Las intervenciones patrocinadas no son meros gestos de conservación, sino verdaderas investigaciones visuales que permiten descubrir repintes, composiciones ocultas y materiales originales.

Ejemplo de ello fue la exposición In lapide depictum, dedicada a la pintura sobre piedra, una técnica renacentista que la restauración ha ayudado a redescubrir y contextualizar, poniendo en diálogo obras de Tiziano o los Bassano con fragmentos geológicos y piezas de la colección de Ciencias Naturales

Mecenazgo como compromiso cultural

En una época donde lo urgente tiende a arrinconar lo esencial, la alianza entre Iberdrola y el Museo del Prado demuestra que el mecenazgo bien dirigido puede tener un impacto transformador. No se trata solo de mantener las obras en pie, sino de hacerlas hablar de nuevo, de conectar el pasado con el presente a través de la ciencia y la sensibilidad.

En palabras no escritas pero evidentes, esta colaboración ilumina —literalmente— el arte: lo preserva, lo revitaliza y lo devuelve a la ciudadanía como bien común. Porque detrás de cada restauración no hay solo una obra que se salva: hay un relato que se reactiva, una mirada que se recupera y un patrimonio que se proyecta hacia el futuro.