A Roald Dahl (Cardiff, 1916-Londres, 1990) se llega pronto o tarde. Elvira Lindo fue de las segundas. «Fui consciente de esa penosa falta en mis lecturas cuando leía en voz alta a mi hijo Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate o Las brujas«, lamenta la autora en el prólogo de Cuentos completos, una recopilación de textos del escritor superventas, publicado este verano por Alfaguara.
Más de 900 páginas y ocho relatos inéditos en español —Sólo esto, No llegarán a viejos, El ayer fue hermoso, Alguien como tú, Muerte de un hombre muy, muy viejo, Madame Rosette, Oh, dulce misterio de la vida y El librero— que recorren cronológicamente la singular evolución del autor, a menudo encasillado en la literatura infantil.
Desde sus primeros cuentos bélicos, inspirados por su experiencia como piloto en la Segunda Guerra Mundial, hasta sus historias más macabras, adaptadas al cine y la televisión por Hitchcock y Quentin Tarantino.
Portada de ‘Cuentos completos’ de Roald Dahl (Alfaguara).
Si bien la crítica literaria ha señalado una influencia del lenguaje cinematográfico en el estilo de Dahl, para Lindo, es justo al revés.
«Dahl ha servido de inspiración para varios grandes cineastas porque sus historias son concretas, no se andan por las ramas y tienen un argumento que conduce a una genial vuelta de tuerca final».
Además, apunta en prólogo, el autor no elude la crueldad intrínsecamente cinematográfica, que se refleja en sus antagonistas, tiránicos y villanos.
«Para que exista el bien, ha de existir el mal, para que haya un vencedor debe haber un vencido. Dahl tiene muy claro quien es el malvado en un cuento y no muestra ningún interés en comprenderlo».
En eso difería de Hitchcock, entusiasmado por entender cómo la maldad es capaz de corromper hasta el último resquicio de humanidad.
Sin embargo, para su icónica serie televisiva de los 50, Alfred Hitchcock presenta, el maestro del suspense se valió del tono dahiliano «seco, ingenioso y carente de sentimentalismo«, adaptando dos de sus cuentos más emblemáticos, ambos incluidos en este tomo.
Cordero asado, adaptado en 1958, relata la historia de una ama de casa devota, fiel y embarazada, que se enfrenta al abandono de su marido, un policia local, con un suculento arma.
El cineasta británico, que admiraba la ironía y la capacidad de Dahl por mantener el suspense, fue nominado por ese episodio a un Emmy.
Para él, la clave no era solo el asesinato, sino el modo en que el espectador sabía desde el principio quién era la responsable y cómo había ocultado el arma, mientras los demás personajes permanecen en la ignorancia.
No tan truculento, pero igual de misteriosa resulta El hombre del sur, historia adaptada por Hitchcock en 1960 y que contó con Steve McQueen y Peter Lorre en los personajes principales.
Durante una tarde en un hotel (en la adaptación televisiva, un casino de Las Vegas), un joven presume de la fiabilidad de su mechero.
Un enigmático hombrecillo lo desafía a una apuesta absurda: si logra encender el mechero diez veces seguidas, ganará un lujoso coche descapotable. Pero si falla siquiera una vez, el joven perderá el dedo meñique de su mano izquierda.
Este inquietante relato también fascinó a Quentin Tarantino, quien lo reprodujo, a su manera, en la película Four Rooms (1995), donde él mismo encarna a un célebre director de cine, Chester Rush, que arrastra al botones del hotel (Tim Roth) a participar en esta peligrosa y retorcida apuesta.
Menos escabrosa resulta La maravillosa historia de Henry Sugar, también presente en sus Cuentos completos y adaptada por Wes Anderson en 2021.
Dahl debe su estilo gambero, poliédrico y subversivo a todas esas tragedias —la muerte de su padre y su hermana, y esa complicada infancia de internado que tan bien plasmó en Boy: relatos de la infancia (1988)—que marcaron su vida y definieron su obra.
«Entiende al niño que sufre porque fue un niño que sufrió, pero también es convicente cuando muestra el absurdo del adulto y el terror ante la muerte«, apunta Miqui Otero, autor del segundo prólogo de Cuentos completos.
La vida del escritor galés, que comparte con Salinger el eterno conflicto intergeneracional, bien podría ser una novela de aventuras: vivió en Kenia, fue piloto de la RAF, espía en Washington, inventor y un narrador incansable.
Cuentos como Un cuento africano, Pan comido o Katina, todos incluidos en este tomo, reflejan el alma intrépida y resiliente del autor.
«Si no hubiera arriesgado tanto en la vida, no habría imaginado a alguien que apuesta un coche contra un meñique a que su Zippo se enciende diez veces. Sin tanta violencia gratuita, quizá sus personajes no matarían con lo que tienen más a mano», asegura Otero.
Su «visión tan añiñada y a la vez tan panorámica del mundo» es uno de los motivos por los que sus historias parecen atemporales.
Y como sucede con todo clásico, el legado de Dahl ha sido objeto de revisión bajo la mirada contemporánea.
Desde la polémica reescritura de algunos de sus libros infantiles, que abrió un intenso debate sobre censura y fidelidad al original, hasta la adquisición de todo su legado por Netflix —que planea desarrollar un universo audiovisual a partir de sus historias—, el legado de Roald Dahl sigue reavivando controversias.
Una de las últimas polémicas se ha trasladado al escenario con Gigante, la obra de Mark Rosenblatt presentada este verano en el Teatre Romea de Barcelona, que aborda directamente las acusaciones de antisemitismo contra el autor y sitúa al escritor frente al espejo de su tiempo y del nuestro.