Alberto Antuña Leal (Murcia, 19 de octubre de 1991) tiene espíritu aventurero. Hace muchos años, tras concluir su carrera como jugador -se inició en las bases de Jesuitinas y pasó por el UCAM Murcia, con el que llegó a ser convocado por la primera plantilla-, inició una carrera en los banquillos, que le ha llevado a pasar por Montenegro, Alemania, Indonesia, Senegal, Uganda y Sudán del Sur, uno de los países del mundo más pobres, que ni siquiera tiene un pabellón cubierto, pero que acaba de lograr la medalla de bronce en el Afrobasket. La hazaña que ha logrado este murciano, que la próxima temporada entrenará al Azulmarino Mallorca, de la Liga Challenge Femenina, al frente de la selección de un país que vivió hasta 2020 una Guerra Civil, ha trascendido más allá del baloncesto.
Se habla de milagro porque una selección que juega por primera vez el Afrobasket, que estaba fuera del ‘top 100’ del ranking FIBA antes de que tú fueras contratado el pasado mes de febrero, ha subido al podio. ¿Cómo ha sido el proceso?
Bueno, yo creo ha sido por el trabajo que ha ido haciendo la Federación desde hace cinco años, que fue cuando la selección se creó. Sí que es verdad que a partir de que la agarramos en febrero, hemos conseguido reclutar a muchas jugadoras nuevas, que era la primera vez que jugaban con la selección, y eso ha hecho que el nivel suba. Ellos tienen el ejemplo de la selección masculina, que ya lo habían hecho años atrás, reclutando a esos jugadores. Son jugadoras cuyos padres se marcharon a Australia, Estados Unidos o Canadá, por ejemplo, y que descubren que sus progenitores son sudaneses. Contactaron en ellas y así empezó el proceso para que la FIBA las declarara aptas para jugar con Sudán del Sur. En el Afrobasket, para el que nos clasificamos en la fase de febrero, hemos tenido seis jugadoras nuevas que han elevado el nivel.
Pero en Sudán del Sur no hay liga, ni siquiera un pabellón cubierto.
Allí no hay liga. No hay liga ni un pabellón oficial cerrado, por decirlo así, y al final todos los jugadores y jugadoras están jugando por el mundo a buen nivel. Hay chicas de universidades americanas, y otras que están en Europa y en Australia. El grupo es muy joven, porque quitando un par de jugadoras de 33 y 27 años, el resto tiene entre 19 y 22. La mayoría han salido ahora de la Universidad o están todavía en ellas, y han formado un buen grupo junto a esas tres o cuatro que ya tienen un poco de experiencia en Europa. Y se han dado los resultados.
¿Cómo te llegó la oportunidad de dirigir a Sudán del Sur?
Yo había salido de Senegal en ese momento después de jugar el Preolímpico y decidieron no renovar mi contrato. Yo había conocido años atrás a Luol Deng, presidente de la Federación de Sudal del Sur, cuando estaba con Uganda. Me llegó que estaban buscando entrenador un poco después de los Juegos Olímpicos y que estaban intentando hacer el proyecto femenino más potente. Y en una de esas, hablé con Deng por Instagram, me dijo que iba a facilitar mi contacto al director de selecciones y me presentaron el proyecto.
¿Y qué te dijeron?
Si solo piensas en el país como tal, en los resultados que habían tenido, no era llamativo. Pero cuando me explicaron el proyecto y me dijeron qué querían hacer, pensé que no tenía nada que perder. No perdía nada porque la historia era chula y pensaba que si se hacía bien, podía dar mucha más repercusión que otras selecciones. En febrero conseguimos clasificarnos para el Afrobasket y lo que pasó en el torneo fue un poco surrealista.
De hecho, nadie apostaba por tu selección, que era candidata incluso a ser eliminada en primera ronda.
De las doce selecciones, éramos la que peor ranking tenía y éramos debutantes en el torneo. Hasta el momento, ninguna debutante había subido al podio.
¿Y cómo fue el campeonato?
El grupo era muy duro, porque teníamos a Mali y Camerún, dos potencias. Pero también sabíamos que el cruce podía ser un poquito más sencillo. Íbamos un poco con la mentalidad de ganar el cruce y meternos en cuartos de final, que ya de por sí era un logro. Y si no nos metíamos, pues no pasaba nada porque la Federación lo que quería era construir algo para el futuro. Pero bueno, llegamos al cruce, perdíamos por 19 en el segundo cuarto y ya pensábamos que se había acabado, pero remontamos y ganados de diez a Egipto. Después jugamos contra Uganda en cuartos de final y ganamos en el último segundo. Y luego, en semifinales, nos tocó Mali, con la que habíamos perdido por uno en la fase de grupos, y nos pasó por encima. Para finalizar, nos enfrentamos a Senegal, que llevaba doce ediciones haciendo podio, y las sacamos del podio con una canasta en el último segundo. Hemos tenido tres partidos así, en los que íbamos 10 o 15 abajo y terminamos remontando.
¿Has llegado a pisar en alguna ocasión Sudán del Sur?
No. Excepto una jugadora, nadie ha pisado Sudán del Sur. Primero, por lo que hablamos, porque no hay instalaciones. Hicimos la preparación en Segovia, donde estuvimos tres semanas, y nos fuimos directamente a Costa de Marfil, donde se jugó el Afrobasket. La idea era poder ir si ganábamos una medalla, aunque al principio eso era una utopía, pero como Luol Deng está con la selección masculina, y él quería estar en todo, lo hemos pospuesto. La idea es ir a principio de 2026, que será cuando inauguren un pabellón, para estar allí, conocer la Federación y el país, que pese a las noticias que salen, es seguro. El problema está en la frontera con Sudán, pero está a mil kilómetros de la capital, donde la vida es normal.
¿Hay entrenadores de masculino y de femenino, porque muchas veces encasilla a los entrenadores?
Yo creo que es lo que tú dices, que se nos encasilla. No se ve casi nadie del femenino que pase al masculino, pero viceversa sí. Yo creo que he demostrado que puedo estar en masculino, porque he estado en clubes muy importantes, con mucha historia. Y también me ha ido bien en selecciones femeninas, por lo que ahora quiero ver si también me va bien en un club. Yo no miro cuando tengo ofertas si es masculino o femenino, miro el proyecto, cómo es el club, cuánto de verdad me quieren, cuánto están apostando por mí.
Pero es más difícil hacerse un nombre en los banquillos cuando eres de Murcia y no tienes un bagaje importante como jugador.
Yo tuve la suerte de estar en mi primera etapa cuatro años como ayudante en Alicante, y allí crecí junto al club, trabajando al lado de Pedro Rivero, con quien conecté muy bien tanto personalmente como laboralmente. Eso me ayudó a ir de su mano a dos o tres clubes muy importantes. Se empezó a ver que el trabajo que hacíamos era bueno y empezaron a aparecer oportunidades. Y así se empezaron a abrir puertas, empecé a hacer más ruido y a demostrar que estaba haciendo las cosas bien. En las selecciones tienes que hacer ruido en el momento, pero ahora me toca hacerlo bien durante toda una temporada en un club para no dar tres pasos atrás.
¿Cómo fue la salida de Estudiantes, porque fue un poco raro todo?
Mucho. Ellos decidieron prescindir de Rivero cuando el equipo iba segundo, llevaba tres derrotas en 25 jornadas y estaba a solo una del Burgos. Bueno, posiblemente por feeling con el presidente, diría yo.
Y decidiste marcharte con él.
Cuando me llamó el Estudiantes fue Pedro, no el club, que quería contar conmigo. Les dije que no me habían gustado las formas y que por ello daba un paso al lado. Yo me sentía más cercano a Pedro que al club. No es lo mismo que tú fiches y después venga un primer entrenador que ir tú de la mano de él.
¿El proyecto del Mallorca en el Liga Challenge es de ascender?
El único objetivo es ascender y por eso también voy, porque el proyecto es muy potente, la gente que está detrás apuesta mucho por el baloncesto femenino, y saben que la manera de estar en la élite pasa por ascender. Ellos apuestan por mí y me demuestran lo mucho que quieren que yo lleve ese proyecto. Me llamó la atención poder crecer con ellos y la ciudad, además de estar cerca de mi familia y de mi pareja, y eso me motiva.
Bueno, cerca de tu pareja que vive en Suecia…
Sí, pero tienes todos los días vuelos directos y creo que es más fácil convencerla o engañarla, como quieras decirlo, de que venga a Mallorca a que vaya a Alemania o a Indonesia. Además, cuando teníamos vacaciones siempre íbamos a Mallorca y siempre me decía que sería bonito que un día entrenara allí.
¿No tuviste dudas?
Bueno, yo tenía una acción muy potente en Indonesia. Estaba casi cerrada y fue cuando apareció lo de Mallorca. Lo pensé un poco, pero mi agente, mi familia y yo decidimos que había que mirar por lo deportivo más que por lo económico.
¿En Indonesia te pagaban más?
Tres veces más. Era mucho dinero. Aunque era para llevar la selección, tenía que estar allí once meses para jugar solo un par de torneos. Eso significaba también dejar Sudán del Sur, aunque la decisión la tuve que tomar antes del Afrobasket, pero imagínate que dices que sí a la oferta y luego te ves ganando la medalla y te quedas sin poder ir al Premundial.
«Me apetecía apostar por un club femenino para ver si es el camino»
Alberto Antuña salió hace muchos años de Murcia. Primero como jugador, cuando tras concluir su etapa en el UCAM Murcia, donde fue convocado en una ocasión por Manolo Hussein para la primera plantilla, estuvo jugando dos temporadas en Galicia y otras tantas en Santander, donde sufrió una grave lesión de rodilla que provocó que cambiara la pista -era base- por el banquillo.
Después ha entrenado en varios países y ha formado parte de los equipos técnicos de varias selecciones, pero esta próxima temporada dirigirá un proyecto de ascenso a Liga Femenina Endesa, el Azulmarino Palma. El murciano de 33 años afirma que asumir al cargo de jefe de un equipo de la segunda categoría femenina española no se debe a que haya enterado su espíritu aventurero, sino por el deseo de liderar un proyecto ambicioso: «Al final el trabajo en los clubes es diferente a las selecciones».
Empecé con equipos nacionales con Montenegro, que es algo más normal, pero cuando apareció la primera oportunidad en Uganda no lo pensé. Y luego surgió la opción de Sudán del Sur, que era como la puerta para ser primer entrenador. Tampoco había mucho que perder y es verdad que ha ido bien, y en este mercado de selecciones, parece que si lo haces bien encuentras mucho más fácil otras oportunidades.
«He tenido opciones de irme a entrenar a Asia, estar en la NBA africana, pero bueno, me gusta España, me gusta Europa y apareció esta opción de Mallorca. Y me apetecía apostar por el femenino porque si no también se complicaba el tema de las ventanas por las fechas. Estando en el Estudiantes o en el Palencia tenía que pedir un permiso al club y me ponía en un compromiso, vamos, que tenía que pedir favores. Entonces decidí apostar al menos esta temporada por el femenino, a ver cómo va, a ver si puede ser ese el camino», comenta.
ACB
¿Tu objetivo es llegar un día a ACB o es algo que ni te planteas?
No, no me lo planteo, la verdad. No tengo sueños de ese tipo. Sí que me hace ilusión estar en equipos potentes o jugar competiciones como la Euroliga masculina o femenina. Obviamente me gustaría estar un día en el UCAM o en el Jairis, por estar en casa, pero no por la categoría en sí. La WNBA femenina también me llama mucho la atención y ahora estoy colaborando con una franquicia a nivel de scouting internacional. Lo que estoy haciendo es preparándome y conociendo todos los mercados posibles, porque creo que cuanto más preparado esté, más podré abarcar.
Lo que sí tenías claro es que debías ya de dar el paso a ser primer entrenador.
Sí, eso lo tenía claro. Además, Pedro Rivero -fue su ayudante en Alicante, Palencia y Estudiantes- me dijo que quería empezar la temporada sin entrenar y ahí tuve más claro que era el momento de tomar riesgos, entre comillas, de probar algo diferente, de coger un equipo todo el año y no un mes como una selección.
¿No da un poco de vértigo que te obliguen a estar arriba todo el año?
No porque por suerte, he vivido esa experiencia en masculino como ayudante en Estudiantes, donde teníamos la obligación de ascender. Sé lo que conlleva eso y es mejor tener la presión por ascender que por no de descender.