GranollersJudith Vizuete (Granollers, 1995) prepara la temporada en la que después de seis años volverá a jugar a balonmano en el club de su ciudad y donde se formó. Con su fichaje, el BM Granollers ha anunciado el regreso de la máxima goleadora de la historia del club, que en su última temporada en el Vallès fue quien anotó más puntos en la división de honor femenina. Repite que tiene ganas de «volver a casa» y reconoce sentir «orgullo» que la hayan recibido con los brazos abiertos. En este tiempo lejos de Granollers ha dado el salto al balonmano profesional, primero en Canarias, con el BM Salud de Tenerife, y después en Rumanía, con el Cluj-Napoca, el CS Mioveni y el CS Magura Cisnadei.
Poderse dedicar al balonmano de manera profesional fue el que la mandó Tenerife y más tarde en Rumanía, un país donde ha encontrado una apuesta firme de los clubs por los equipos femeninos: «Allí las niñas, desde pequeñas, quieren jugar a balonmano porque saben que mejor se pagan los hombres y las ganas están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien las vidas, las jugadoras están más bien la vida. jugadoras con colmillos mientras el salario mínimo en el país es de unos 800 euros». ¿De qué cantidad estamos hablando? «No sé si te lo puedo decir».
En todo caso, una realidad bien distinta a la del balonmano femenino catalán y la de las jugadoras de primera división en todo el Estado: «En Rumanía, la jugadora más joven, que acaba de empezar en el primer equipo, ya cobra unos 1.000 euros. Pienso en cuando yo tenía 17 o 18 años y jugaba en el Granollers, y jugaba al Granollers, y me hubiera permitido concentrarme sólo en esto».
Con todo, dice que desde que se marchó tenía claro que sería algo temporal. «En cualquier lugar al que he ido he dicho que soy de Granollers, a 25 minutos en Barcelona, y todo el mundo me dice «qué bien, qué vida tan buena que tenéis allí». Sí, pero en Granollers no podía ni plantearme vivir del balonmano. Con la oferta del Tenerife eso pesó mucho, porque entendí que así podría conseguirlo».
La palabra que más repite para explicar cómo es jugar en la primera división rumana es «presión». La parte emocional del entrenamiento ha sido la más dura, y cree que sus compañeras rumanas ya estaban «suficientemente acostumbradas, porque han crecido con entrenadores más autoritarios» que los que había tenido ella. Recuerda abucheadas por no conseguir los resultados que se esperaban y amenazas con «cortar el grifo» a las jugadoras y dejarlas sin cobrar. «Si perdíamos un partido, venía el alcalde a regañarnos». El alcalde, porque algunas ciudades dedican parte importante del presupuesto municipal a financiar a los clubs locales. «Al principio, por suerte, no entendía mucho lo que nos decían porque no dominaba el idioma» y bromea que las compañeras no le hacían una traducción literal, sino más suave.
Con el rumano ya aprendido, se topó con quien no duda en describir como la peor entrenadora de su vida. «Me presionaba mucho y no confiaba en mí. Eso me destrozó, a veces llamaba a mi madre y le decía «no quiero estar más aquí». Poco a poco confió más en mí y jugué partidos enteros, pero llegó a haber partidos en los que no había jugado ni un minuto. Eso no me había pasado a la vida. me hace jugar, ¿qué hago en este equipo?»»
Vizuete es consciente de que hay muchas expectativas por su vuelta —»incluso los amigos me lo han dicho, que quizá habrá mucha exigencia»— pero cree que es lo que hace falta. «Somos profesionales, el Granollers está intentando que las jugadoras seamos profesionales al 100%, y creo que es cómo debe ser».