Comparada con la hepatitis B o la C, la D (Delta) es mucho más desconocida entre la ciudadanía, por ser, entre otras cosas, más minoritaria. Sin embargo es la forma más grave de enfermedad vírica hepática porque es la que tiene más riesgo de acabar en cáncer hepático y cirrosis. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recordó hace unas semanas su potencial cancerígeno.

El virus de la hepatitis D es peculiar porque es el único de la especie humana que necesita a otro, en este caso el de la hepatitis B, para poder replicarse en el organismo. Así pues, si no se contrae el B, tampoco el D, según explica a EFEsalud el jefe del servicio de Hepatología del Hospital Universitario de La Paz, de Madrid, Javier García-Samaniego.

“Una vez que el virus D sobreinfecta al B, la replicación de ambos ya va de manera independiente”, asegura García-Samaniego, coordinador de la Alianza para la Eliminación de las Hepatitis Víricas en España (AEHVE).

Composición genómica diversa

La composición genómica de ambos virus es completamente diversa y, de hecho, cada uno tiene sus propias peculiaridades en las manifestaciones clínicas y en la evolución de la enfermedad hepática.

Desde el punto de vista epidemiológico ambos comparten las mismas vías de transmisión: exposición a sangre infectada y también por vía sexual.

Es por ello que no era infrecuente hace años que algunos colectivos se infectaran por ambas, incluso en momentos distintos.

Gran desconocida

Se trata de una hepatitis menos conocida entre la ciudadanía que las A, B y la C porque “afortunadamente” es más minoritaria.

La prevalencia en España se sitúa en España en torno al 4 y 5 %. Hay partes del mundo en las que el porcentaje es mayor, como en Mongolia, algunas zonas del sudeste asiático y la cuenca occidental del Amazonas.

hepatitis DEFE/ Paolo Aguilar ARCHIVO

Igual que en las últimas décadas la incidencia en España de hepatitis B ha disminuido “de una manera muy acusada y significativa” porque se vacuna a los recién nacidos, en el caso de la D, también.

“Lógicamente, hace que en esos grupos de edad la incidencia de hepatitis B o sea cero, prácticamente cero. Por tanto, si los programas de vacunación funcionan, no puede hacer otra cosa que disminuir”, resalta García-Samaniego.

Consecuencias clínicas

En cuanto a los síntomas, García-Samaniego recuerda que las enfermedades hepáticas son, en general silentes, con lo que dan pocos síntomas.

Sí es cierto que si una persona tienen hepatitis B crónica y se sobreinfecta de la D, se puede poner ictérica, o tener sensación de nauseas o más cansancio, y que en un análisis de sangre haya tenido un pico de subida de las transaminasas. El médico puede pedir una serología y confirmar la presencia de la infección.

“Yo creo que es absolutamente necesario hacer un cribado sistemático de hepatitis D en todos los pacientes que tienen hepatitis B”, asevera García-Samaniego, quien indica que en España se está empezando a hacer.

hepatitis DEFE/Raquel Manzanares

Hablamos de la infección hepática producida por un virus “que más cirrosis produce, que más evolución de la enfermedad hepática terminal produce y que mayor riesgo de cáncer de hígado tiene, con lo que tiene una trascendencia clínica importante”.

De cada diez pacientes que se diagnostican de hepatitis D, entre cuatro y cinco tienen una enfermedad hepática avanzada.

El hepatólogo señala que estudios recientes señalan que el riesgo de cáncer de los pacientes con hepatitis D puede ser hasta tres o cuatro veces mayor que el de aquellos que solo tienen la B.

Sin fármacos efectivos hasta hace poco

“Esto hace que las consecuencias clínicas de la hepatitis Delta sean absolutamente preocupantes”. Y a eso se une el que durante bastante tiempo ha sido una enfermedad huérfana desde el punto de vista terapéutico, porque no había medicamentos para combatirla”, señala el hepatólogo.

Los antivirales para la hepatitis B, que suprimen la replicación del virus, no funcionan para la D: se trataban con interferón pero éste fármaco tiene sus limitaciones, con una tasa de respuesta que no va más allá del 25 %.

Hace tres años se aprobó un medicamento, la bulevirtida, que disminuye la replicación del virus D, normaliza la bioquímica hepática y mejora la enfermedad en un “porcentaje significativo de pacientes”.

Además, al contrario, de lo que ocurre con el interferón, la tolerancia es buena.

Llamada de la OMS

La Organización Mundial de la Salud (OMS) con motivo del Día Mundial de las Hepatitis Víricas, que se celebró el pasado 28 de julio, destacó que la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) había clasificado recientemente la hepatitis D como cancerígena.

hepatitis DEFE/EPA/MARTIAL TREZZINI

“Esta reclasificación constituye un paso crucial en los esfuerzos mundiales de sensibilización, mejora de la detección y ampliación del acceso a nuevos tratamientos contra la hepatitis D”, subrayó la OMS entonces.

García-Samaniego reitera que el de la hepatitis D es un virus con un claro potencial oncogénico, y, de hecho, incide en que hay más cirróticos por este virus que por otros.

Por eso, el coordinador de la AEHVE insiste en la promoción del diagnóstico temprano para poner a los pacientes cuanto antes en tratamiento y disminuir las complicaciones de la enfermedad.