Este verano, las históricas Galerías Durán de Vigo han dejado atrás años de «abandono» para convertirse en un escaparate de talentos. La iniciativa Art Vigo, impulsada por el galerista y coleccionista Beny Fernández, ha transformado diecisiete locales en espacios de exposición que reúnen pintura, escultura y fotografía de artistas, en su mayoría gallegos.

Fernández, que pasó de los ralis y el mundo del motor a dirigir su propia galería, Espacio Beny, ideó el proyecto al imaginar una nueva vida para este conjunto arquitectónico. «Quería que la gente pudiera entrar sin miedo, de forma gratuita y con obras para todos los bolsillos», explica. Lo que empezó como una muestra de un mes se ha prolongado hasta septiembre por la gran afluencia de público ante las obras de artistas como Diego Lago, Pepe Barreiro, Nando Álvarez o Antonia Penia.

Distintas disciplinas

La pintura ocupa un lugar central en estas galerías, con estilos que van del hiperrealismo hasta el expresionismo o el arte pop, influenciado por artistas históricos como Andy Warhol. Diego Lago, nacido en Buenos Aires y residente en Vigo desde niño, desarrolla un figurativismo que, aunque en foto pueda parecer hiperrealista, «no pretende ser una copia de la realidad, sino conservar la huella de la pintura clásica».

Su proceso combina sesiones al natural con referencias fotográficas, y en esta muestra presenta trabajos recientes fruto de su libertad creativa. Para él, la ubicación en pleno centro «acerca el arte a quienes normalmente no se animan a entrar en una galería».

Con un estilo opuesto, Pepe Barreiro defiende un expresionismo de colores intensos que lo acompaña desde sus primeras exposiciones juveniles en Pontevedra. Acostumbrado a trabajar desde la imaginación, presenta en Art Vigo piezas elegidas de su amplio repertorio.

Considera que la propuesta recupera un espíritu de feria artística casi perdido en la ciudad y supone un impulso necesario para creadores jóvenes y veteranos. «Es una gran idea para promocionar a la gente joven y recuperar espacios para el arte en Vigo», afirma, aunque asegura que «faltan galerías y el apoyo institucional».

Obras expuestas en Galerías Durán

Obras expuestas en Galerías Durán / Alba Villar

En el apartado escultórico, además de grandes artistas como Álvaro de la Vega o Silverio Rivas, el evento cuenta con la presencia del escultor tomiñés Nando Álvarez, quién aporta piezas abstractas en bronce, piedra, madera o cerámica. «Me gusta jugar con el contraste entre formas que insinúan movimiento y materiales totalmente estáticos», explica, inspirado por elementos como el agua o el viento.

Aunque gran parte de su obra se vende en el extranjero, valora que el público local pueda verla: «A veces da rabia que todo lo que hacemos se vaya fuera y que aquí no se llegue a disfrutar nada, más allá de casos puntuales». El artista destaca la energía de Beny para sacar adelante un proyecto que considera «un mérito» en un país donde «es bastante complicado vender esculturas».

Esculturas en Art Vigo

Esculturas en Art Vigo / Alba Villar

En este espacio, la fotografía está representada por Boris y Natalia Savelev o la viguesa Antonia Penia, entre otros. Esta última es una artista visual con una trayectoria internacional y autora de la obra «Symbiosis of Liquid Dreams», pieza de fotografía acuática que expone en las Galerías Durán.

Su trabajo, profundamente conectado con la mujer y la naturaleza, busca «esa conexión donde la mujer se siente libre, como una diosa, salvaje, corriendo con los lobos». Desde Londres, donde reside desde hace quince años, Penia defiende que la fotografía ofrece hoy una vía más accesible para acercar el arte a un público joven con espacios reducidos y presupuestos ajustados.

Nueva vida para las Galerías

Con Art Vigo, las Galerías Durán se despiden en septiembre antes de iniciar una nueva etapa como sede de una empresa eléctrica.

El fenómeno artístico que este verano devolvió la vida a sus pasillos marcará así el último capítulo de un espacio que, desde 1968, ha formado parte de las calles de Vigo. La iniciativa de Beny Fernández no solo recuperó un lugar emblemático en sus últimos meses de uso público, sino que también dejó constancia de que, incluso en tiempos de cambio, el arte puede dar segundas oportunidades.

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