En la historia se documentaron 5 personas con casos crónicos de earworm
Cindy Fernández 12/08/2025 14:03 7 min
Mate, café, harina y palmito / Yerba, mermelada, cacao, picadillo…Si ya seguiste el ritmo mentalmente, fuiste víctima de un earworm. O de Marolio, que está desde el comienzo del día.
Ese jingle pegajoso es un ejemplo perfecto de lo que la ciencia llama “gusano musical”: una melodía que aparece sin permiso y se repite en bucle dentro de la cabeza, incluso cuando no está sonando. Puede durar horas, días, o activarse con solo ver una góndola del supermercado.
Earworm puede traducirse como “gusano de oído” o “gusano musical”, y no tiene nada que ver con parásitos. Se trata de una melodía que aparece sin que la llamemos y se repite en bucle. Puede durar horas… o días. Lo curioso es que cuanto más intentamos eliminarla, más se aferra.
No hace falta que la cantes, con tararearla mentalmente alcanza. Y lo más llamativo es que, cuanto más intentamos sacarla, más se instala. No es magia ni castigo: es un fenómeno cerebral bastante común, estudiado por la neurociencia y la psicología.
¿Qué hace que una canción se convierta en un gusano musical?
La ciencia tiene algunas pistas. Las melodías pegadizas, con ritmos simples, repetitivos y fáciles de cantar, tienen más chances de quedarse atrapadas en nuestra cabeza. Y si la escuchamos muchas veces, peor. No es casual que los jingles publicitarios o ciertos éxitos pop cumplan con esta fórmula. Entre 2010 y 2013, un grupo de investigadores analizó decenas de canciones proclives a generar earworms. El primer lugar lo ocupó Bad Romance de Lady Gaga.
«Marolio»
Porque se viralizó este video de la Municipalidad de Escobar que utiliza la música del emblemático jingle. pic.twitter.com/lXxcdZDF3I
— Es Tendencia AR (@EsTendenciaAR) July 17, 2025
Pero no todo depende de la música. El estado mental del oyente también juega un rol clave. Hay más chances de sufrir un gusano musical si estamos distraídos, con la mente divagando, o si alguna emoción (ansiedad, estrés, entusiasmo) se engancha con esa canción. Además, ciertos disparadores -como un lugar, una palabra o incluso una persona- pueden traer la melodía de vuelta, sin aviso.
Según estudios realizados con escalas de autoinforme, entre el 70 % y el 90 % de las personas tiene al menos un episodio de earworm por semana, aunque solo un cuarto los experimenta varias veces por día. No parece grave, pero puede volverse molesto.
El lado invisible del bucle musical
La explicación neurológica apunta al “bucle fonológico”, un mecanismo de la memoria de trabajo que usamos para repetir internamente sonidos o palabras, por ejemplo, cuando queremos recordar un número de teléfono. Este sistema está sostenido por áreas del lóbulo frontal y temporal del cerebro.
Una de las razones principales de que se nos peguen algunos temas es que nuestro cerebro está diseñado para buscar patrones y completar información. Las canciones que se nos pegan suelen tener estructuras sencillas, repetitivas y predecibles.
Curiosamente, escuchar solo una parte de la canción aumenta las chances de que se nos quede pegada, lo que se relaciona con el llamado efecto Zeigarnik: tendemos a recordar con más fuerza lo que quedó incompleto. Es decir, nuestra cabeza insiste en cerrar la canción como si fuera una tarea sin terminar.
El efecto Zeigarnik: este efecto psicológico sugiere que las personas recuerdan mejor las tareas incompletas que las terminadas. En el contexto de la música, se cree que una canción que no terminamos de escuchar o que se interrumpe de repente puede crear una sensación de «incompletitud» en nuestro cerebro, que intentará «terminarla» reproduciéndola mentalmente.
El fenómeno no es nuevo. Hay referencias a estos bucles desde el siglo XVIII, en manuscritos de música tradicional, y hasta Mark Twain escribió sobre esto en 1876. Más cerca en el tiempo, el neurólogo Oliver Sacks dedicó un capítulo entero de Musicofilia al tema. Propuso que podría tratarse de un comportamiento heredado: repetir sonidos importantes, como cantos de aves o rugidos, para asegurarse de reconocerlos en situaciones de riesgo.
¿Molesto o patológico?
Para la mayoría, el earworm es apenas una curiosidad. Pero para algunas personas se vuelve una experiencia intrusiva o desagradable, especialmente en contextos de ansiedad o con ciertos rasgos de personalidad. Incluso se han documentado casos extremos de gusanos musicales crónicos, donde la canción no se va por semanas o meses.
Afortunadamente, hay formas de “exterminar” (o al menos espantar) al intruso:
- Escuchar la canción completa: ayuda a resolver ese efecto de “tarea inconclusa”.
- Masticar chicle: puede bloquear la repetición interna gracias a la interferencia motora.
- Realizar tareas exigentes, especialmente verbales: la atención plena reduce la aparición del bucle.
- Cambiar de música: otra canción puede desplazar a la anterior.
- Evitar pelearse con la melodía: según la teoría del control mental irónico, intentar no pensar en algo solo lo fortalece.
Así que, la próxima vez que una canción se te quede pegada, no te preocupes, es solo tu cerebro haciendo lo que mejor sabe hacer: buscar patrones, recordar emociones y, a veces, simplemente disfrutar de la música.
Referencia de la noticia
Liikkanen, L. A. (2011). Musical activities predispose to involuntary musical imagery. Psychology of Music