14/08/2025
Actualizado a las 12:39h.
En época estival, cuando resulta más apetecible el ocio al aire libre, los pequeños museos lo tienen más difícil para atraer visitantes. La Casa de la Historia de Stuttgart, sin embargo, parece haber encontrado el reclamo perfecto. Durante dos noches, los visitantes solo podrán acceder a la exposición titulada ‘Natación libre: ¿juntos?‘ si van completamente desnudos. El interés despertado es considerable. Las entradas están ya agotadas para ambas fechas y la dirección se plantea ampliar el proyecto, en vista de la demanda.
«Las entradas se agotaron con gran rapidez», ha confirmado el portavoz del museo, Joachim Rüeck, que explica la logística. Habrá recorridos guiados de aproximadamente una hora a partir de las seis y se podrá seguir visitando por libre hasta las 20:00. Cualquiera que desee participar debe dejar toda su ropa en los casilleros preparados a tal efecto y es obligatorio llevar una toalla propia, como base para sentarse en cualquiera de las sillas o sofás a lo largo de la muestra. La temperatura en la sala de exposiciones ronda los 23 grados. Está prohibido hacer fotos.
El museo asegura que la iniciativa está justificada por la temática de la exposición, que se ocupa de las piscinas y lugares de baño públicos como un espejo de la sociedad. Con más de 200 objetos y fotos, hasta el 14 de septiembre, muestra cómo, además de la igualdad y la democracia, el sexismo y el racismo, los conceptos morales, la exclusión y los prejuicios también han dado forma a nuestra manera de bañarnos en público. «Las diferentes actitudes y morales, la fisicalidad y la tolerancia son temas que se tratan en la exposición, incluido el baño desnudo y el nudismo», defiende Rüeck. «¿A quién se le permite nadar? ¿Y a quién no? ¿Qué causa problemas entre los bañistas? La sociedad se refleja en la piscina», plantea la cartelería que anuncia el evento.
Controvertida
La reflexión resulta pertinente, teniendo en cuenta la actual situación de los baños públicos en varios países centroeuropeos. El aumento de población de procedencia extranjera, con diferentes culturas de la desnudez, está ocasionando numerosos problemas en el día a día de las piscinas públicas y naturales. Sólo en Berlín y sólo en 2024, fueron motivo de un total de 13 denuncias penales. La policía de la capital alemana registró en las piscinas al aire libre un total de 61 delitos violentos durante el pasado verano, incluidas 40 agresiones, 15 casos de coacción, privación de libertad o amenazas, y cinco delitos sexuales. Y este verano las cifras amenazan con superar las anteriores.
La presencia policial se ha convertido en una necesidad cotidiana también en Suiza, donde algunos cantones como Jura y municipios como Porrentruy han tomado la decisión de prohibir a los extranjeros la entrada en las piscinas públicas. Sólo aquellos que tienen un pasaporte suizo, un permiso de establecimiento o un permiso de trabajo pueden acceder, además de los turistas extranjeros que se alojan en un hotel o camping de la región y pueden acreditarlo. Las autoridades locales intentan así evitar la proliferación de casos de acoso contra mujeres jóvenes, lenguaje inapropiado, baños en ropa interior o comportamiento violento después de las amonestaciones de los socorristas y vigilantes.
Estos comportamientos contrastan especialmente con la cultura de la desnudez, cultivada tanto en los países nórdicos como en las sociedades excomunistas. «A veces hay tanto mundo entre las expectativas de los inmigrantes musulmanes y los ciudadanos socializados de la RDA como entre las de las feministas exigentes y los hombres abrumados. Uno de los lugares que se ve más asediado por esta guerra cultural es la sauna pública», ha reconocido la editora cultural alemana Marie-Luise Goldmann, en un artículo sobre la ‘guerra cultural en las saunas’.
Mientras en países como Finlandia las cumbres políticas empiezan a menudo con una visita en toalla de los cargos públicos visitantes y los anfitriones, para sudar juntos relajadamente, las mujeres que ocupan altos cargos europeos siguen viviendo en sus visitas oficiales escenas en las que se les impide sentarse con los hombres que las reciben o en las que no se les da la mano como saludo por considerarse un acto impuro. Esto le ha ocurrido reiteradamente en países musulmanes a la exministra alemana de Exteriores Annalena Barbock, próxima presidenta de la Asamblea General de la ONU para el 80º período de sesiones que arranca en septiembre. «El dilema surge cuando todos definen la libertad de manera diferente: como la libertad de mostrarse tal como uno es; o como la libertad de entrar en lugares sin tener que renunciar a la privacidad en la puerta», trata de deshacer el nudo gordiano cultural Marie-Luise Goldmann.
«Érase una vez, pobres y ricos, hombres y mujeres, se bañaban por separado», comienza la historia del asunto cultural por resolver. «Durante la era nazi, la población judía y los extranjeros fueron excluidos de los baños públicos en Alemania», recuerda la exposición de Stuttgart, que pone de relieve que en las piscinas «se encuentran diferentes estilos de vida y morales, a veces más y a veces menos armoniosamente» e invita al visitante a plantearse los interrogantes: «¿Qué significa NATACIÓN LIBRE? ¿Prefieres bañarte juntos o prefieres estar separado?».
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