Las casas con formas inspiradas en objetos singulares despiertan la curiosidad tanto de vecinos como de visitantes. Desde viviendas que imitan instrumentos musicales hasta aquellas con siluetas de animales, la arquitectura ha demostrado que la creatividad no tiene límites.
En la costa australiana, un caso particular ha captado la atención durante décadas: una vivienda con techo afilado en forma de cometa, visible desde el mar, que se ha convertido en un punto de referencia para surfistas y navegantes.
Esta peculiar construcción, conocida como Cake House por su parecido con una gran porción de tarta, ha sido recientemente renovada por el estudio Alexander Symes Architect, combinando respeto por la identidad original y compromiso con la sostenibilidad.
Un icono costero convertido en hogar familiar
Ubicada en Mollymook, a tres horas al sur de Sídney, la Cake House lleva años siendo un símbolo local. Su perfil triangular, diseñado originalmente con un techo inclinado en forma de cuña, la ha hecho inconfundible para quienes la ven desde el agua.
Tanto es así que los abuelos de los actuales propietarios, que vivían justo detrás, decidieron adquirirla cuando tuvieron la oportunidad. Según comentó el estudio, “se sintieron impulsados a comprarla como icono local y crear un hogar cómodo, divertido y responsable para su familia y amigos”.
La reforma tenía como premisa mantener la característica geometría en forma de cometa. “Realmente solo completamos la geometría que el edificio siempre quiso tener y añadimos comodidades adicionales que no son visibles desde la calle para respetar la comunidad existente”, explicó el estudio.
No obstante, el enclave planteaba un desafío añadido. La propiedad se encuentra en una zona clasificada como de riesgo 2100, susceptible de sufrir erosión costera, marejadas ciclónicas y el aumento del nivel del mar. Para afrontar estos riesgos, el equipo diseñó un terraplén paisajístico alrededor de la planta baja, actuando como barrera protectora frente a posibles inundaciones.
La intervención respetó la huella original del edificio, pero reorganizó los espacios para adaptarlos a una familia de cinco miembros, con capacidad de alojamiento para hasta 17 personas. El resultado ha dado lugar a una planta baja con tres dormitorios principales, y la primera donde se alberga la cocina y las zonas de estar orientadas hacia el océano.
Nuevo diseño sostenible
La conexión con el entorno no se limita a las vistas. Los interiores, diseñados por la firma local Inn Studio, buscan transmitir la esencia de una “robusta cabaña de playa”. Para lograrlo, se reutilizaron materiales ya presentes en la vivienda; las antiguas tablas de suelo y revestimiento se transformaron en encofrados, y aproximadamente el 95 % de la madera dura empleada procede de fuentes recicladas.
El techo, protagonista visual de la casa, fue remodelado con madera dura reciclada y hormigón, manteniendo su singular silueta afilada. En el exterior, una amplia terraza con vistas al mar está cubierta por una pérgola de madera, mientras unas sólidas gradas descienden hacia un jardín con zona de hoguera, fomentando la vida al aire libre.
La reforma buscó la estética y la funcionalidad, pero también un alto rendimiento energético. La vivienda sigue los principios Enerphit (la adaptación del estándar Passivhaus para rehabilitaciones), incorporando un sistema fotovoltaico capaz de cubrir sus necesidades y generar un excedente de 7.000 kilovatios-hora al año.