Protagonistas
Por Mario Canal
Urquiola acaba de recibir el Premio Nacional de Diseño 2025, aunque no lo necesita. Su trabajo, que busca la interacción emocional, lleva décadas triunfando en todo el mundo
Cuenta Patricia Urquiola que uno de sus recuerdos más tempranos es el de estar sentada en un taburete de tres patas mirando por un ventanal el mar Cantábrico mientras comía moscas. A pesar de ser cierta –su madre le confirmó que tenía esa manía de comer insectos–, muchos pensarán que esta memoria está más cerca del realismo mágico que de un recuerdo cartesiano, por decirlo de algún modo. Y que tiene más importancia la anécdota de las moscas que el taburete de tres patas. O la espectacular imagen del mar que se pierde en un marco cerrado.
Sin embargo, esos tres elementos podrían definir el trabajo de quien acaba de recibir el Premio Nacional de Diseño 2025, aunque no lo necesita, ya que es sin duda alguna la diseñadora española más internacional en lo que va de siglo. Ha sido responsable de levantar hoteles exclusivos, residencias privadas de alto nivel y tiendas de lujo por todo el mundo. Además de ser la directora creativa de la prestigiosa editora de muebles Cassina .
Siempre, el rigor formal -las tres patas del taburete–, la ingenuidad explorativa –comer moscas como si nada– y la empatía espacial –la mirada sobre la naturaleza y el mar como un todo– definen aquella escena infantil y también el trabajo de Urquiola.
Tradición y cambio
Desde su etapa de estudios de arquitectura en Madrid hasta la que vivió en Milán, en su trayectoria se han ido desarrollando una serie de gestos que, si antes hemos mencionado el realismo mágico, podemos vincular a un movimiento que no fue tal, pero que la diseñadora y arquitecta menciona cuando habla de sus inicios: el racionalismo mágico que le inspiró a través de uno de sus grandes mentores, el diseñador Achille Castiglioni.
“Castiglioni me enseñó a mirar con atención, a curiosear, a jugar con las cosas para encontrar ese corazón conceptual” explica Urquiola a El Grito. “Recuerdo sus clases en el Politécnico de Milán: abría maletas llenas de objetos cotidianos –una tijera, una linterna, un martillo– y a partir de ellos construía una poética del uso”.
De él también aprendió que “todo proyecto necesita su ‘elemento fundamental’, esa es la brújula. El resto puede ser flexible, incluso contradictorio, pero si pierdes ese núcleo, pierdes el proyecto”. Otras dos lecciones que marcarán su aprendizaje y también su legado, según ella misma explica, son “que el diseño no parte nunca de cero. Como dice Bruno Latour, ‘todo debe ser rediseñado continuamente’. Esta conciencia humilde, pero ambiciosa, me guía desde siempre”, asegura la arquitecta, que tiene presenta la manera en que la naturaleza cambia constantemente: desde la luz que impacta sobre el color de manera diferente a lo largo del día a cómo el mar se retira de la playa cuando baja la marea. Ni la vida ni el diseño son para ella elementos inmutables.
“Las fronteras entre disciplinas no solo pueden, sino que deben, difuminarse”. Es la tercera ley de Urquiola, que invita a la transdisciplinariedad artística y es fundamental en su trabajo. “Para mí, la indecisión alimenta el proceso del diseño”, asegura, mientras apunta a tres elementos que aportan valor a cualquier proceso creativo: “lo híbrido, lo incierto, lo contaminado”.
Il Sereno, Torno, Lago Como, Patricia Urquiola, 2016 Foto: Patricia Parinejad
Six Senses Romer, Roma, Patricia Urquiola, 2023
Lud’o Lounge Chair, Cappellini, Patricia Urquiola, 2020
Sanlorenzo SD90, Ameglia, Patricia Urquiola, 2022 Foto: Thomas Pagani
Cenote Free-standing, Patricia Urquiola, 2023
Fondamenta and Zattere, Cimento, Patricia Urquiola, 2022
Altay, Coedition, Patricia Urquiola, 2013
En el planteamiento de sus proyectos, la diseñadora invita a filósofos como Emanuele Coccia, autor del libro Filosofía de la casa. Amadrina a creadores contemporáneos de última generación cuya práctica desdibuja todas las limitaciones entre diseño, arte y especulación teórica, como Formafantasma. Y si se le pregunta por un proyecto creativo que le haya impactado, se referirá a la intervención del escultor Olafur Eliasson en la Fundación Beyeler de Suiza, titulada Life, que en 2021 introdujo de forma poética en el edificio de Renzo Piano una extensión de los estanques que ocupan el exterior del mismo.
Poesía y funcionalidad
Uno de los primeros proyectos icónicos de Urquiola tras abrir su propio estudio a principios de los 2000 fue Fjord (2002), para Moroso. Un asiento visualmente sencillo, pero de gran impacto, donde su forma de pétalo u hoja parecía emerger de la naturaleza y se vinculaba al diseño de los años sesenta. Esta lógica orgánica y tecnológica, que combina lo visual con lo táctil, propone una nueva forma de estar: más libre, menos codificada, donde el objeto sugiere la manera de ser usado, pero no la impone. ¿Empatía con el objeto por encima del confort?
“La empatía es, más que una herramienta, una forma de estar”, afirma la arquitecta. “Diseñar con empatía es dejarse transformar por el otro. No se trata solo de trabajar con formas o materiales, sino de captar emociones, relatos, contextos. Es una disposición interior que obliga a mirar el mundo con apertura, a dejar que las preguntas del otro se infiltren en el proceso creativo. El confort no es solo una cuestión de medidas o ergonomía: es una ecología del cuidado. Tiene que ver con cómo los materiales hablan, con cómo el espacio permite una respiración distinta, con cómo una pieza activa un gesto o una memoria. El confort real es una experiencia sensorial, casi intuitiva”.
Ese juego alcanza una expresión radical en Antibody (2006), también para Moroso. La tumbona, más cercana a una escultura que a un mueble funcional, despliega una superficie de pétalos textiles que invitan a tocar, a explorar. Urquiola persigue aquí y en otras piezas la espectacularidad formal y una especie de intimidad activa.
Como decíamos al principio, que Urquiola reciba el Premio Nacional de Diseño no es ninguna sorpresa. Desde 2015 dirige la visión creativa de Cassina, una de las firmas más emblemáticas del diseño italiano; y su estudio colabora con algunas de las marcas más influyentes del panorama internacional.
Si bien la obra de Urquiola pueda parecer en ocasiones demasiado tranquila o menos experimental que la de otros diseñadores contemporáneos, su voluntad no es la de reinventar una práctica vernácula, sino la de crear posibilidades de comunicación. Abrir espacios de interacción en los que prime el bienestar, sin olvidar un cierto nivel de excitación intelectual.
“El diseño es sobre todo una práctica relacional. Es una actitud que escucha el contexto, que interpreta códigos sociales, ecológicos y tecnológicos. A diferencia del artista, el diseñador no trabaja desde la memoria sino desde la necesidad”, responde Urquiola. “Son prácticas sociales porque parten de necesidades humanas reales; son comunicativas, pues cada objeto o espacio transmite valores y emociones”, continúa. “Su tarea es mediar entre lo que ya existe y lo que todavía no ha sido imaginado. En ese cruce, entre lo real y lo posible, el diseño se vuelve un lenguaje que comunica, transforma, y sobre todo construye formas de convivencia”.
Patricia Urquiola muy pronto aprendió también del arte su capacidad de aproximarse a la realidad de forma compleja, como un sistema en el que intervienen elementos, contextos, ideas y emociones. Al igual que muchos otros creadores contemporáneos que se dedican a la construcción de deseo mediante los objetos, en tiempos donde parece sobrar cosas, su alegato para la vitalidad del diseño apunta a una forma de entender lo que nos rodea, más que a poseer lo último que sale al mercado.
“El diseño sirve para hacer comprensible la complejidad. Para distinguir lo esencial de lo superfluo, sin negar la emoción. Puede hacernos pensar, repensar, resistir. El diseño no es solo forma y función: también es el arte de dibujar comportamientos, de imaginar lo intangible Yo creo en un diseño que abrace la hibridación, la contradicción, incluso el desencanto. Tenemos que saber elegir, generar sentido y activar procesos circulares, colectivos y abiertos”.