Hace más de diez años que Guillermo y Máxima, reyes de Holanda, compraron una villa en la localidad griega de Doroufi tasada en más de cuatro millones de euros y que compraron a un fotógrafo que se dedica a la publicidad. Se da por hecho que fue tras la boda de Nicolás de Grecia con Tatiana Blatnik cuando los reyes se enamoraron de la zona.
Cuatro mil metros cuadrados de terreno con cuatro viviendas independientes: el edificio principal, de cuatro plantas, y tres viviendas más (similar a la distribución del palacio de Marivent, en Mallorca), además de los espacios como la piscina. Su privilegiada ubicación, con acceso directo al mar Egeo, planteó desde el principio diversas críticas, como tras la construcción de un puerto deportivo y un muelle privados en plena crisis. Desde entonces, han convivido con la polémica sobre este paradisíaco lugar que consta de todas las características requeridas para garantizar la seguridad y la privacidad de la familia real neerlandesa. Hasta que adquirieron esta singular propiedad, Guillermo, Máxima y sus tres hijas disfrutaban de sus períodos de descanso en Mozambique, pero las dudas en torno al pago de la mansión y los elevados costes en materia de seguridad precipitaron su venta.
En 2020, la familia pensó que sería buena idea disfrutar durante el mes de septiembre de su casa de la Península del Peloponeso. Una idea que no gustó ni en el parlamento ni en la calle por coincidir con un momento muy delicado, la pandemia. Los reyes se disculparon con la opinión pública y regresaron de inmediato a Holanda.
Tras la estancia de la Familia Real española en Mallorca, se intuye que Felipe, Letizia y sus hijas han podido compartir unos días de descanso con Máxima, Guillermo y sus hijas. El pasado 7 de agosto, un Dassault Falcon 900 despegó de Palma (Mallorca) y poco más de tres horas después aterrizó en Grecia, como informó Falcon Despega.
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