Con las peluquerías cerradas, Maribel Salas parecía estos días una mujer al borde de un ataque de nervios. Tuvo que hacerse ella misma un arreglito, … y tirar de peine y secador, antes de posar para la fotógrafa. En ¡Qué fantástica esta fiesta! se monta un fiestón al ritmo de Raffaella Carrá. La imita, baila y canta como ella.
– Ha venido muy mona.
– Ja, ja. Muchas gracias, tú también. Bueno, yo tengo un problema con mi pelo.
– ¿Qué le pasa?
– Lo tengo súper rizado y siempre me he negado a lucir rizos. Lo he querido domar, pero mi pelo va por libre. Siempre tengo que tener ese toquecito, así un poco de peluquería, pero con los años una ya se apaña bastante bien.
– ¿Vale para todo?
– ¡Ya me gustaría! Procuro no ponerme muchos límites. Creo que puedo conseguir casi todo en la vida. No me asusto, ¿sabe? Hay cosas que salen y otras que no, pero yo tiro para adelante.
– Incluso hasta desmelenarse a golpe de cadera, como la Carrá.
– Es un regalo. No hay cosa que más ilusión me haga. He crecido con ella, me ha encantado imitarla, bailarla, cantarla…
– ¿Se mete en su piel y saca a relucir sus piernas?
– No es un homenaje, ni una biografía, ni nada de eso. La música de Raffaella nos pone contentos a todos. Suena en todos los eventos, bodas, celebraciones… ¡Queríamos montar esta fiesta teatral!
– Ya lo advierte: a veces lo que una necesita es precisamente que no pase nada.
– Estamos saturados de tantas malas noticias y de tanto dolor como hay que digerir. Que no pase nada es importante. Solo queremos divertirnos.
– Usted es un oxímoron. Experta en hacernos reír hasta llorar.
– Ja, ja. ¡Qué bonito eso que me dices! Nunca me he considerado una cómica. admiro un montón a cantidad de gente con la que yo me río, que digo, ojo, ¡qué capacidad! No se me da mal la comedia, pero a mí me pone el drama.
– No luce cara de mucho drama.
– A veces mi vida sí lo es. Una vez le reprendí a mi hijo por no sé qué cosa y me soltó ‘jo, para ser cómica, vaya mala hostia que tienes’.
– ¿Siempre está a la altura?
– No estoy muy obsesionada con estar a la altura. Lo que no me gusta es dar el cante y hacer las cosas fuera de lugar. Me gusta estar en el sitio, discreta, discreta. Ni por arriba ni por abajo.
– Con la serie televisiva ‘La favorita 1992’ ha dado un pelotazo.
– Es duro de interpretar, porque es una mujer de 60 años, de mi edad, pero de los años 20 del siglo pasado. Físicamente, me ha supuesto un trago verme de esa guisa.
– ¿En qué sentido?
– Al final, quieras que no es verte más envejecida.
– ¿Relativiza el éxito?
– ¿Qué es el éxito? Depende de según a quién se lo preguntes. Para mí, lo tengo clarísimo, es trabajar en lo que me gusta. Yo lo he conseguido.
«Me veo mayor»
– ¿Se siente fuera de lugar frente a las nuevas generaciones?
– No es exactamente fuera de lugar, pero hay que adaptarse. De hecho, fíjese, esta última temporada estoy trabajando con gente súper joven que me llena de energía. Cuesta un poco estar a su nivel.
– ¿Ley de vida?
– A ver cómo lo digo, ¡Jo! Que te ves mayor. Yo aporto mi experiencia de años, aunque debes hacer un esfuerzo para desaprender y ponerte un poco las pilas ante lo nuevo que viene.
– Casi me dan ganas de llorar escuchándola que teme estar en la recta final de su carrera.
– Ay, tanto como eso… He trabajado muchísimo, pero tengo 60 tacos y no tienes la misma energía.
– ¡60 tacos son pocos!
– He hecho mucho en la vida y ahora lo que me toca es elegir proyectos chulos, disfrutarlos y estar un poquito más relajada porque el cuerpo no acompaña. Pese a que tú y yo estamos buenísimos y lo llevamos muy bien, el cuerpo es una máquina que se va desgastando y dice ‘hasta aquí’.
– ¿Le pesa el edadismo?
– No. La pasión por vivir y las ganas de experimentar me ayudan a estar joven
– ¿Un día más es un día menos?
– ¡Qué cosas me preguntas, Luis! ¿Has estado toda la noche pensando ‘¿cómo puedo putear a Maribel’? Para mí no, un día más es un día más.
– Cocinera en ‘La favorita’, ¿qué se trae entre manos?
– Me encanta estar entre pucheros. Un ‘home economist’ nos enseñó recetas de aquella época, modos de cocinar y servir los platos. Una delicia.
– Aparte de los fogones, ¿qué más domina?
– Pocas cosas, la verdad. Picoteo todo, pero dominar, muy poco.
– ¿Intenta controlar también lo que no está en sus manos?
– Ahí ya tiro la toalla. Pretendo llegar a todo, pero si no puedo lo dejo. Es una pelea estéril y genera un estrés innecesario. Lo que no está en mis manos, para otros.
– Afortunadamente, la profesión no le ha dado de lado…
– Y yo que pensaba que iba a llegar ese momento.
– ¿Y no?
– Creí que, a partir de los cincuenta y tantos, el trabajo iría a menos, pero qué va. Ha sido todo lo contrario. Ha sido cuando más proyectos chulos he tenido y cuando más he trabajado y sigo trabajando.
– ¡Qué bien!
– Estoy súper agradecida, porque las mujeres creemos que a partir de cierta edad nos volvemos invisibles, y a veces pasa, no digo que no, tenemos que pelear mucho para que eso no pase.
– ¿Le pasa, Maribel?
– ¿Lo de volverme invisible? No lo he experimentado. Toco madera porque he tenido suerte.
– ¿Los deseos jamás envejecen?
– Nunca, nunca.
– ¿Ha aprendido a decir que no a muchas cosas?
– Es mi asignatura pendiente.
– ¿Ah, sí?
-Siempre he tenido esa pelea. Cuando he hecho terapia, los psicólogos siempre te dicen que lo primero y fundamental es saber decir que no. A mí me cuesta mucho. Quiero vivir tanto y hacer tantas cosas que creo que puedo con todo.
– ¿Sigue metiéndose a la cama con la cabeza tan a mil que no puede dormir?
– Ahora estoy más tranquila, pero me comparo con mi pareja y a veces le digo ‘hijo, me encantaría ser una ameba como tú, que pones tu cabeza en modo descanso’.
– Un último recuerdo a la Carrá. ¿Para hacerme bien el amor hay que venir al sur?
– Ja, ja. Al sur, al norte, donde haga falta. El amor hay que hacerlo en cualquier sitio.