José Miguel Arruego

Sábado, 16 de agosto 2025, 23:09

| Actualizado 23:59h.

Fue tarde grande, de las que fomentan la afición a este arte. Por el ambiente en los aledaños, por los corrillos en torno a las puertas de entrada y por el murmullo una vez dentro del coso, cuyos escaños de piedra se llenaron casi en su totalidad. Venía la gente con ganas de ver un capítulo mas de ese duelo, generado de modo un tanto artificial, entre Morante y Roca Rey, pero después del desencanto por la forzada ausencia del cigarrero, y de la impotencia por la mala suerte en el sorteo del peruano, emergió la figura de Juan Ortega, que con su toreo lánguido y a compás, se llevó de calle la tarde, y seguramente, la feria.

  • La corrida
    Cuarto festejo de la Feria de Begoña. Lleno. Toros de Núñez del Cuvillo, de preciosas hechuras, entipados, de variado pelaje y noble conducta. El rajado tercero y sobre todo el parado sexto dieron menos opciones.

  • 1.
    Fortes, pinchazo y estocada (ovación tras leve petición); estocada (oreja).

  • 3.
    Juan Ortega, estocada fulminante (dos orejas); dos pinchazos y estocada (ovación).

  • 3.
    Roca Rey, estocada tendida y dos descabellos (silencio tras aviso); estocada (ovación).

Empezó la sinfonía en el segundo, tocadito arriba de pitones, con cuello. Ortega ya se sintió en el saludo y le bordó un quite por gaoneras de los antiguos, echándose el capote a la espalda con medio farol y trayéndose el toro toreado en lugar de esconder el trapo en el último momento a modo de recorte. Tuvo calidad el de Cuvillo, duró lo justo, pero lo administró a la perfección el torero, en una faena descrita al ralentí, reduciendo la embestida del animal hasta casi detenerla de lo despacio que movió la tela. Suavidad y caricia también en los remates y en la única serie con la zurda, pues por ahí el toro pareció desplazarse menos. Lo tiró de una estocada sin puntilla y paseó las dos orejas

Con el castaño quinto volvió Ortega a bordarlo. Ya el inicio, por alto, rodilla en tierra, al hilo de las tablas, con el toro repitiendo, fueron palabras mayores. Comenzó a sonar ‘Caridad de Guadalquivir’, y bajo sus acordes el sevillano paró de nuevo el tiempo en cada embroque. Deslizando el trapo con mimo, casi sin tocar. Ni un desarme inoportuno rompió el ritmo de una faena inmensa. Dos pinchazos antes de la estocada se llevaron las dos orejas pero la ovación en los medios, por sentida y cálida, no es de las que se recogen todos los días.

Vino Fortes a sustituir a Morante y se encontró por delante un buen toro de Cuvillo, de hechuras y comportamiento. El malagueño, que ya se lució en un quite por tafalleras, llevando muy toreado al animal, le dispuso luego una faena serena, de muletazos lánguidos, muy vertical la figura. Todo descrito con parsimonia, incluso la parte final, por circulares invertidos, ya muy metido en los terrenos del toro. Pinchó en una ocasión antes de agarrar una buena estocada, y por esta razón, seguramente, faltaron pañuelos en la petición.

Fortes recogió una oreja

Más basto el sardo cuarto, que tuvo buena condición aunque a veces le faltara terminar de rebosarse. Tuvo buen dibujo la faena de Fortes, pero faltaba intensidad, y el público no terminó de meterse en la obra hasta que, casi en las postrimerías, el toro le tiró un derrote cuando el torero cambiaba por delante el pitón y el viaje del animal y del acosón le sacó el corbatín. Volvió a la cara del toro, y su obra, igual de recia, igual de apretada, igual de reunida, tuvo entonces más eco. Como además lo tiró sin puntilla acero en mano, recogió una oreja en recompensa

Roca Rey estuvo mejor de lo que dice su ficha y de lo que sus ‘haters’ nos quieren hacer ver. Porque, aún con el peor lote, si acierta con el descabello, seguramente hubiera acompañado a Ortega en hombros. Bajo el tercero, recortado, de excelentes hechuras, tuvo calidad, pero después de un potente inicio de Roca Rey, con dos series muy rotundas sobre la mano derecha, decidió irse a chiqueros. Se fue a buscarlo el peruano, lo cambió de terreno, y dejándole la muleta en la cara lo sujetó mientras el animal perseguía el trapo con ahínco en otras dos series también con la diestra, que por su intensidad y emoción levantaron al público de sus asientos. Tan a gusto estuvo el torero que sonó un aviso cuando estaba metido entre los pitones. Después de una estocada que no tuvo el efecto deseado, el descabello acabó por disipar el premio.

El sexto fue el peor. Muy parado y agarrado al piso, no quiso embestir a pesar del empeño de Roca Rey, que lo intentó con dedicación a sabiendas de que allí el éxito no era posible. En labor de nulas opciones, el peruano dejó la estocada de la tarde, antes de que, con la anochecida, el público asturiano izara en hombros a su nuevo ídolo, que es de Sevilla, y se llama Juan Ortega.

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