UN NUEVO ESPACIO a visitar es solo un paisaje, un monumento, una aventura, hasta que un guía lo transforma en historia, convierte la curiosidad en conocimiento, es como la brújula que nos conduce. Alberto Lasheras, es el guía y contador de historias en La Cartuja de las Fuentes, que ha combinado su profundo conocimiento de La Cartuja y de Los Monegros con una destacada capacidad para inspirar reflexiones, un compromiso profundo con su labor, y una sensibilidad humana que ayuDa a miles de visitantes a descubrir el verdadero encanto de La Cartuja de las Fuentes, creando recuerdos inolvidables.
Para Alberto, las emociones que evoca la Cartuja y las pinturas de Bayeu, le llegaron hace muchos años, “la primera vez que entré de la mano de mi novia que es mi mujer, un 15 de mayo, de 1980 o 1981, ver todas las pinturas me dejó impresionado e ir entrando a lo largo de estos años para recibir las visitas me sigue impresionando, el silencio que produce una sensación muy grande de paz, contemplar las pinturas y todo el conjunto me hace casi ver a fray Manuel Bayeu pintando tantos años en una labor titánica para dejarnos esta impresionante conjunto de pintura mural”, describe. Cuando alguna persona en las visitas le comenta “que lástima todo lo que se ha perdido”, el da la razón pero añade: “Qué suerte tenemos de que se haya conservado para poder trabajar sobre ello y restaurarlo. A pesar de todos los avatares que ha sufrido el monasterio y la iglesia, ver cómo avanzaba la restauración de las pinturas y seguir tan de cerca a los avances y el paso a paso, cómo iban avanzando, ha sido fantástico y un privilegio”.
Desde que comenzaron las visitas con el equipo de la empresa Sueña Monegros, el día 9 de julio de 2016 hasta el 21 de junio del 2025, Alberto ha estado en La Cartuja como guía. “Nueve años recibiendo a los visitantes y a los grupos que la DPH concertaba”, narra. Al rememorar su primer día recuerda que cuando abrieron las puertas flotaba en el aire una ilusión contagiosa: “Estábamos dispuestos a recibir a las visitas para enseñar el monasterio, había una luz natural muy especial. Esos días estaban acabándose el festival de 2016 y a pesar de que nos rondaba ciertos sentimientos de cómo saldría esta aventura, fue una mañana excelente”.
Al abrir las puertas del cenobio, dice Alberto, “lo que impresiona al visitante es el gran espacio que hay el gran patio, al fondo se ve la parte cenobítica, el edificio de obediencias a la derecha y cuando vas avanzando y entras en la iglesia, llama la atención la paz y el silencio que se respira y se siente”.
Los momentos más memorables en la Cartuja, para Alberto han sido “cada paso que se daba en la reparación del conjunto y en la restauración de las pinturas: memorables, dignos de recordar. Además, muchos encuentros y conversaciones con personas que han venido a visitar el monasterio, tanto el entorno cercano como de diferentes países de España y otros del resto del mundo, conversaciones sobre diferentes etapas en la historia del monasterio; de los grafitis de la guerra civil, sobre la desamortización, de ilustraciones de los Bayeu; acompañar a periodistas, fotógrafos, escritores o poetas, aprender de personas de todas las edades y de diferentes profesiones, adaptando la explicación, son situaciones que me han enriquecido como persona”.
Alberto supo captar el interés de cada grupo. “Atraer la atención de niños y escolares ha sido un ejercicio de disfrute que se veía en sus caras, ¿cómo lo hacía? Pues buscando imágenes de animales enseñándolas, haciendo pequeños juegos y, sobre las pinturas, contándoles una historia de piratas relacionada con un benefactor del siglo XVI, mostrando monedas de la época del siglo XVIII con las que se financió el monasterio y del siglo XIX relacionadas con estos hechos; hablándoles del bandido Cucaracha que extorsionó a Bernabé Romeo cuando fue propietario del monasterio o de la durísima dieta alimentaria que tenían los cartujos, todo ello les producía un gran asombro”.
Alberto ya ha cerrado esta etapa. Dice que siente una sensación extraña al dejar esa actividad que tenía como colaborador o contador de historias, “pero con un sentimiento de satisfacción por la labor realizada. Además, el último día, el 21 de junio, fue muy especial, emocionante y emotivo por las visitas y por la entrega de las llaves a uno de los guías actuales, Martín Nicolás, con el que ya había trabajado daños atrás. Todo esto en presencia de Blanca Peleato, de Comunicación y Protocolo que es la empresa responsable de las visitas. La verdad es que no tuve sensación de despedirme de la Cartuja porque seguiré visitándola para ver lo que se va haciendo y volver a disfrutar contemplando sus pinturas y fijándome en algún detalle que seguro que todavía no he percibido”, concluye. l