El Baskonia debe de representar un estímulo para quienes gustan de alterar el orden. Un chute de adrenalina en el cuerpo de las personas … que destacan más las excepciones que la norma. La ACB, cuya próxima edición arrancará a primeros de octubre, muestra una estabilidad en cuanto a los entrenadores de la que escapa el club azulgrana. Doce técnicos en una década dentro del Fernando Buesa Arena frente a proyectos de medio y largo plazo que se consolidan de una primavera al otoño siguiente.

Mientras que la entidad vitoriana apuesta por un italiano joven (Paolo Galbiati) que recuerda al advenimiento fértil de Sergio Scariolo en el verano de 1997 –ojalá el estudiado experimento salga parecido–, sólo tres equipos más del torneo que patrocina Endesa cambian de inquilino en la banda. Jesús Ramírez en el lugar de Porfi Fisac al frente del Zaragoza, Ramón Díaz suple en el rescatado Granada a Pablo Pin, que formará parte del nuevo cuerpo técnico azulgrana, y Scariolo ocupa la vacante de la ‘casa blanca’ –permiso del caprichoso, pirómano y populista Donald Trump– que deja Chus Mateo.

El asiento de Betoño debe de resultar lo más parecido a una silla eléctrica por la que han desfilado técnicos muy contrastados con el currículum –ese que tantos políticos edulcoran en la enésima batalla del ‘pues tú más’– a mano. En la búsqueda inquieta de la senda adecuada, el Baskonia mantiene su rango de seísmo tectónico o de piedra que al caer sobre el estanque remueve las aguas quietas. No le han servido de hilo conductor entre el presente y el futuro preparadores relevantes en el universo de las cestas y de los puntos.

Tanto como que cinco ‘ex’ dirigen a conjuntos de alto nivel en el concierto doméstico y hasta internacional. Tres de ellos ejercen de máximos responsables tácticos en conjuntos de la Euroliga. Escribo de Scariolo, que encara su segunda etapa en el Real Madrid; de Joan Peñarroya, quien ha salvado bolas de partido en el Barça; y de Pedro Martínez, de vuelta a Valencia tras conquistar en la vieja Fonteta –llega el Roig Arena– el título liguero de 2017.

Cinco extécnicos azulgranas dirigen a conjuntos de alto nivel en el concierto español y hasta internacional

A esta terna cabe sumar el único vitoriano que queda en el torneo tras la abrupta salida de Pablo Laso. Me refiero, naturalmente, a Ibon Navarro, indispensable para entender la resurrección del Unicaja después de ejercicios malagueños en tierra de barbecho. Y de Sito Alonso, el hombre empadronado media docena de cursos en Euskadi (tres donostiarras, dos bilbaínos y uno vitoriano) antes de coronarse al calor de la huerta murciana, previo paso por el Palau Blaugrana. Tanto como para llevar a un cuadro de segundo orden, con los respetos debidos, a toda una final de la ACB (2024) ante el poderoso gigante merengue después de abatir mediante la honda de David a adversarios con apariencia de Goliat.

Queda la impresión al analizar los movimientos que los clubes de la ACB prefieren pisar sobre terreno firme. Expuesto de otra manera, que optan por la seguridad y eluden las aventuras. Un repaso a las plantillas de los equipos que conforman el torneo español enseña la identidad de diez clásicos en mayor o mejor medida. Bien por los numerosísimos duelos dirigidos desde la banda, el sentido de pertenencia por la fuerza del tiempo a ciertos clubes o el retorno al primer plano de la actualidad tras incursiones foráneas o después de rescatarlos de las brumas del olvido.

El Baskonia vive horas bajas en cuanto al ojo clínico, pero en modo alguno cabe discutirle tal cualidad en un pretérito no remoto. Tanto como que la mitad de ese decálogo de sabios expertos ha pertenecido a la disciplina azulgrana. Y en un par de casos hasta de manera reincidente. Hablo de Joan Peñarroya, quien se labró el prestigio en Andorra antes de volver a ‘su’ casa (Manresa) y avanzar por la senda de Valencia y Vitoria.

Ojalá la estudiada apuesta por Paolo Galbiati recuerde al fértil advenimiento de Scariolo en el verano de 1997

De Scariolo, de retorno a Madrid con una brillantísima trayectoria en el cargo de seleccionador. De Pedro Martínez, segundo en la lista de encuentros dirigidos tras Aíto García Reneses y dueño de una hoja de servicios XXL desplegable. Como Ibon Navarro, que encara su cuarto ejercicio en el Martín Carpena. Y Sito Alonso, en el inventario del Murcia después de seis temporadas convincentes.

A este repóker conviene añadir otros cinco apellidos. Qué comentar de Txus Vidorreta, imbricado en Tenerife con su buen baloncesto clásico de toda la vida. Incluso de Jaume Ponsarnau, el catalán imbuido del espíritu de Bilbao. O de tres eternos convocados a tareas de rescate: Moncho Fernández, toda la vida en Santiago antes de reflotar al Girona; Luis Casimiro Palomo, que le ganó la ACB de 1998 de la mano imprescindible de ‘Chichi’ Creus al Baskonia; y Joan Plaza, un estratega excelente que remonta al cuadro del Principado de Andorra.