Mónica Pérez

Siete años después de que una grúa retirase la mítica escultura Alfa i Omega, Torredembarra espera que aquella silueta perfilada por Rafael Bartolozzi vuelva a marcar su skyline. La viuda del artista, Núria Aymamí, y el hijo de ambos, Nil, conservan en su casa Margodi de Vespella de Gaià, con gran mimo, decenas de documentos del proceso de creación del monumento: esbozos, planos, fotografías del montaje o el folleto que se repartió entre los torrenses, en 1999, para anunciar la instalación. 

En ese díptico, Bartolozzi explicaba a todos el sentido de la Alfa i Omega como un «poema-objeto», un «tótem mediterráneo» para homenajear a Torredembarra y conmemorar dos décadas de ayuntamientos democráticos. La obra era imponente, con sus 12 metros de altura y 12 toneladas, hecha de acero corten. «Es un material autopatinable, que toma cualidades rojizas y se endurece con la oxidación», recuerda el hijo de Bartolozzi. 

Pero en 2018, con algunas de sus partes dañadas y cuando ya estaba fijada con bridas por seguridad, tras haber permanecido tensada por un cordel metálico y en mal estado, el Ayuntamiento desmanteló la escultura, que «acabó siendo troceada». El movimiento generó un gran revuelo. «Yo había avisado varias veces, por carta, de que debía hacerse un mantenimiento al menos cada cuatro años y nunca se llevó a cabo. Por eso la escultura se deterioró», lamenta Aymamí, que especifica que «habría sido posible arreglarla incluso en el mismo sitio».

Ya en 2022, 15.402 vecinos fueron llamados a las urnas para elegir entre volver a tener la Alfa i Omega o reemplazarla por la Pirámide, una estructura que había servido antaño para varar embarcaciones de pesca. El 60,48% de las papeletas apoyaron al símbolo de Bartolozzi. Y ahora, el gobierno tiene su recuperación encima de la mesa y la ha incluido en las cuentas.

Un álbum con fotos del escultor y de la instalación de la obra.Marc Bosch

«Nos han dicho que la Alfa i Omega está presupuestada y que se sacará adelante, aunque aún no sabemos cuándo», detalla la familia, cuyo deseo inicial es que la nueva pieza «sea del mismo material» que la original, si fuera posible. «Rafael Bartolozzi tuvo una idea, que fue esa. Si queremos hacerla de otra cosa, entonces ya no es aquella obra ni es aquella fórmula», apunta el hijo, que igualmente se muestra abierto a que «si hoy existiese otro material con ese mismo efecto pero mejor, tal vez sería para pensárselo. Hay que verlo».

El principal escollo que preocupa al Ayuntamiento para que Torredembarra vuelva a lucir la Alfa i Omega, tal como precisa Nil Bartolozzi, es «cómo transportar la obra hasta el lugar y ponerla de pie». Hacerlo la primera vez ya requirió una operativa compleja que combinó camiones, plataformas y barcos hasta el anclaje en la costa e involucró a distintas administraciones. De cualquier manera, en esta ocasión, «el alcalde se compromete a que habrá un mantenimiento».

La familia aguarda con ganas el regreso de la Alfa i Omega: «No puede ser de otra forma. El pueblo habló, voto. Y mucho se ha tardado. El horizonte recuperará su identidad». El día que luzca de nuevo en la playa, «será un alivio, una tranquilidad, y podré ir a gusto por Torredembarra», señala el hijo del escultor. La escultura «era un icono. Se veía desde todos los aviones que sobrevolaban la zona. Debe estar», destaca Aymamí.

El sentido de todo

La obra, en palabras del propio Bartolozzi en 1999, emplea el alfa y la omega del alfabeto griego en el sentido del principio y el fin: «La base la forma la A (que coincide con la inicial de Ajuntament, casa de todos los ciudadanos), que sostiene una gigantesca Omega (el fin de un objetivo, la democracia municipal por la cual hay que luchar cada día)». La ubicación, como «un nuevo vecino situado en la antigua plataforma de delante de la playa, es un homenaje al mundo marinero de la villa».