«Hoy veo pasar mi tiempo en soleá / siempre voy buscando el cachito de libertá / y sé que llegará, algún día llegará / cuando menos me lo espere sé que llegará». Los versos de Amor de nadie, de Vicente Amigo, uno de los artistas que más escucha Carlos Aranda, podrían estar escritos para él. El toreo, al que ha entregado su vida, le ha sido a veces ingrato, pero sigue soñando con abrir de par en par la puerta que le permita asentarse definitivamente. Esa libertad que persigue en el ruedo, ese momento que sabe que llegará, es el motor que le empuja cada día.

La escena se repite cada mañana. El torero daimieleño se levanta temprano, besa a su mujer, embarazada de su primer hijo, y emprende el camino hacia Ciudad Real. Poco más de 30 kilómetros que recorre con la mente llena de pensamientos y sueños. En el coche, la música suena: «Me gusta mucho el flamenco», asegura. Mientras las rectas de la llanura se suceden, repasa mentalmente lances, visualiza embestidas y se encomienda a la Virgen del Prado, a la que ve a menudo en el azulejo de la capilla de la plaza.

Al llegar, abre las puertas de la plaza y se adentra en el silencio del ruedo vacío. Allí entrena, allí se afina, allí se prepara para el compromiso más importante de la temporada: lidiar toros de Martín Lorca junto a Alejandro Peñaranda y Samuel Navalón, tres jóvenes de reciente alternativa, el próximo 21 de agosto en Ciudad Real.

Carlos Aranda atiende a La Tribuna en la plaza de toros de Ciudad Real en las vísperas de la corridaCarlos Aranda atiende a La Tribuna en la plaza de toros de Ciudad Real en las vísperas de la corrida – Foto: Tomás Fernández de Moya

Sueño. «Ciudad Real siempre es especial, no cabe duda. Es la plaza en la que uno sueña poder cuajar un toro y sacar todo eso que llevas dentro. El cartel me motiva aún más si cabe, ya que somos tres toreros jóvenes con una ganadería importante. La competencia siempre es bonita y siento que la tarde ha generado gran expectación entre los aficionados», asegura. Ese día, reconoce, no será uno más.

Aunque su rutina apenas cambia, la mente se prepara de otra forma. «Vivo mi profesión con vocación y máxima entrega, intento estar siempre preparado y busco crecer y ahondar en mi toreo», cuenta a La Tribuna. Añade que cuando uno se ve anunciado «empieza a preparar su mente para un compromiso de tal nivel,y si te digo que no sueño con triunfar y abrir la puerta grande, te miento. Será lo que Dios quiera, pero tengo la seguridad de que estoy preparado para que puedan suceder cosas importantes», relata.

El toreo ha sido su escuela de vida. Desde niño, no ha hecho otra cosa que dedicarse a él. «Me ha enseñado a superarme día a día, a ser constante. Es un mundo tan apasionante que uno nunca deja de aprender. Me gusta escuchar a las personas que tienen experiencia, que han visto y vivido mucho». Esa sed de aprendizaje la vuelca también como uno de los directores artísticos de la Escuela Taurina de Ciudad Real, un proyecto en el que está volcado. Entre los burladeros y el albero, enseña a los más jóvenes que el toreo es algo más que un oficio: es una manera de vivir.

Carlos Aranda atiende a La Tribuna en la plaza de toros de Ciudad Real en las vísperas de la corridaCarlos Aranda atiende a La Tribuna en la plaza de toros de Ciudad Real en las vísperas de la corrida – Foto: Tomás Fernández de Moya

Conoce bien el peso de la plaza donde se anunciará. «Ciudad Real es una de las mejores aficiones de España. Es respetuosa, estremecen sus silencios mientras se desarrolla la faena, y después es muy apasionada: cuando hay entrega y verdad, se vuelcan y te empujan». Para Aranda esa y no otra «es la magia del toreo: cuando sucede, es tal la emoción que es indescriptible».

Feliz. Su momento personal no puede ser mejor. «Sinceramente me encuentro en un momento muy feliz y creo que eso se refleja en la plaza. El torero es tan transparente que cuando uno está feliz está mucho más motivado para afrontar cualquier reto. Tengo muchas ganas de comenzar la que será sin ninguna duda la mejor experiencia de mi vida», cuenta casi emocionado.

Aranda no oculta que aún tiene muchas metas por cumplir, pero vive centrado en el presente. «En lo profesional son muchas las metas, pero me centro en el día a día, en crecer, mejorar y disfrutar de lo que hago, que es lo que me llena y me hace feliz». Y cuando se le pregunta qué sería de él sin torear, la respuesta llega rápida: «Son tantas veces las que yo mismo me lo he preguntado que no sabría responderle. Lo único que sé es que vivir sin torear no es vivir».

Carlos Aranda atiende a La Tribuna en la plaza de toros de Ciudad Real en las vísperas de la corridaCarlos Aranda atiende a La Tribuna en la plaza de toros de Ciudad Real en las vísperas de la corrida – Foto: Tomás Fernández de Moya

Ese compromiso vital lo acompaña incluso en los momentos más íntimos antes de una corrida. En la capilla del coso de la calle Pedrera, mira fijamente a la Virgen del Prado, se encomienda a su capote de tronío y se prepara para salir a la arena con la convicción de que, si Dios quiere, ese día puede cambiarlo todo. Cada tarde de toros es una oportunidad, pero hay fechas que marcan. La del 21 de agosto está subrayada en rojo en su calendario.

No es una corrida más; es un pulso con su propio destino. Un día para soñar con que ese cachito de libertad que cantaba Vicente Amigo se haga presente entre muletazos y naturales, para que el público vea al Carlos Aranda que Daimiel conoce desde niño: el que, pase lo que pase, sigue creyendo que algún día llegará.