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El Museo Frederic Marès, ubicado en pleno Barrio Gótico de Barcelona, se ha consolidado como uno de los espacios más singulares para comprender la historia de la ciudad y el universo del coleccionismo. Su mezcla de escultura medieval y objetos cotidianos lo convierte en un enclave único para visitantes y amantes del arte. Su recorrido es, al mismo tiempo, un viaje por la memoria artística de España y un retrato sentimental de la vida burguesa de los siglos pasados.
El museo permite adentrarse en la faceta más íntima de Frederic Marès
Levantado en el antiguo Palacio Real Mayor, junto a la Catedral, este museo no solo exhibe piezas de gran valor, sino que abre una ventana al universo íntimo de Frederic Marès, escultor y coleccionista apasionado que donó su legado a la ciudad en 1946. A través de treinta salas, el visitante descubre un recorrido que combina solemnidad arquitectónica con la diversidad de una colección irrepetible. Cada espacio conserva la huella de su creador, transformando la visita en una experiencia que une patrimonio, emoción y memoria personal.
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Un viaje por siglos de escultura
La columna vertebral del museo es su extraordinario conjunto de escultura hispánica, que abarca desde la Antigüedad hasta el siglo XIX. Entre sus tesoros destaca el relieve L’aparició de Jesús als seus deixebles al mar, atribuido al Maestro de Cabestany, pieza clave del románico catalán procedente de Sant Pere de Rodes. También sobresalen vírgenes policromadas, cristos y retablos medievales que reflejan la espiritualidad entre los siglos XI y XV.
La ‘Pietat’ de Juan de Juni se alza como una de las obras más emotivas del museo
El itinerario se completa con ejemplos del Renacimiento y el Barroco castellano, donde la fuerza expresiva de santos, escenas bíblicas y esculturas funerarias afianzan el carácter monumental del recorrido. Cada sala ofrece la posibilidad de observar cómo lo europeo y lo hispano dialogan en la evolución artística. Además, el itinerario también sorprende al visitante con obras como La Pietat de Juan de Juni, una intensa talla policromada en terracota procedente de un pequeño oratorio, que es considerada una de las piezas más conmovedoras del museo.
El Gabinete del Coleccionista
Si hay un espacio que sorprende es el llamado Gabinete del Coleccionista, ubicado en las plantas superiores. Allí aguardan decenas de miles de objetos que van desde abanicos y relojes hasta juguetes, pipas, exvotos y pequeños muebles. Una auténtica «colección de colecciones» que conserva una atmósfera íntima capaz de trasladar al visitante al fascinante mundo del coleccionismo decimonónico.
El Museo Frederic Marès conserva uno de los conjuntos públicos más ricos de daguerrotipos, ambrotipos y ferrotipos
El propio Marès bautizó esta sección como «Museo Sentimental». El ambiente nostálgico y evocador convierte cada estancia en un viaje íntimo a las costumbres, los oficios y los objetos personales que definieron una época. Es un espacio que amplía el relato de la escultura con la crónica emocional de la vida burguesa. A través de diecisiete salas temáticas, reúne miles de piezas—desde daguerrotipos hasta floreros de concha— que, en su disposición original, transmiten con intensidad la sensibilidad cotidiana del siglo XIX. Entre sus joyas, alberga una valiosa colección de 90 daguerrotipos, ambrotipos y ferrotipos, uno de los conjuntos públicos más completos que permite seguir la evolución de estas primeras técnicas.
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Un museo con historia en el corazón de Barcelona
Instalar la colección en el Palau Reial Major no fue casual. Este conjunto monumental, donde residieron los condes de Barcelona y los reyes de la Corona de Aragón, aporta un marco histórico que potencia la experiencia. El patio gótico del siglo XIV ofrece un respiro en medio de la intensidad del Barrio Gótico. El vergel original fue transformado en un jardín con naranjos, mirto, jazmín, albahaca y otros frutales, recreando aquel huerto-palacio que se articula en torno a pórticos y se complementa con una fuente central. Desde que abrió sus puertas en 1948, el museo ha ido ampliándose hasta convertirse en un auténtico laberinto de memorias. Hoy, recorrerlo equivale a transitar siglos de arte e historia, avanzando por salas donde la solemnidad del pasado dialoga con la sensibilidad de un coleccionista que quiso preservar hasta el más pequeño detalle de la vida cotidiana.
El museo abre de martes a sábado, de 10:00 a 19:00 horas, mientras que los domingos y festivos lo hace de 11:00 a 20:00 horas, con un horario reducido de 10:00 a 15:00 en determinados festivos señalados. Se encuentra en la Plaça de Sant Iu, junto a la Catedral, a pocos minutos de la parada de metro Jaume I (L4) y con conexiones cercanas a Plaça Catalunya. La entrada general cuesta 4,20 euros, con tarifa reducida de 2,40 euros para estudiantes, jóvenes y jubilados, además de acceso gratuito para menores de 16 años y el primer domingo de mes, y los domingos por la tarde, de 15:00 a 20:00 h.