José María Manzanares (Alicante, 1982) regresa este agosto a Gijón, una plaza que ha marcado su carrera, con puñados de festejos y donde ha cuajado algunas de sus faenas más sentidas. También su memoria guarda algunos de los recuerdos más especiales con su padre, el histórico matador de toros de mismo nombre, José María Manzanares. El torero alicantino, heredero de una estirpe de temple y clasicismo, afronta una nueva Feria de Begoña con buenas sensaciones físicas, ya superada su cogida en Valencia, ocurrida en marzo. Torea el 17 de agosto, dentro de una terna que completan Alejandro Talavante, Pablo Aguado y seis astados con el hierro del Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto.
-Un año más en El Bibio.
-Tengo muchísimos recuerdos de la plaza como matador y ya desde niño, cuando acompañaba a mi padre a torear. Recuerdo con mucho cariño un día en el que lidiaba con Joselito y José Tomás. Yo pude meter la mano en el sorteo, con 11 o 12 años, y ese es mi primer recuerdo de Gijón. Y luego todas las veces que he toreado en 23 años como matador.
-Si no es el diestro que más veces ha toreado aquí anda cerca.
-He toreado casi todos los años de mi carrera y me encanta volver cada año, aunque no llevo la cuenta de las tardes que he toreado. Recuerdo mucho a la afición y la personalidad del coso. Allí siempre muy a gusto.
-¿Qué espera de la afición este año?
-Da gusto torear allí, porque es muy respetuosa y cariñosa. Es muy seria de comportamiento, pero muy agradable. Son tardes con un marco precioso, el de la plaza, que es de las más bonitas para mí no solo por la estructura, sino por lo que se siente en ella.
-¿Qué balance hace de lo que lleva de temporada?
-Empecé con buenas sensaciones. Luego tuve la cornada de Valencia, que ha sido complicada porque me ha cerrado hace prácticamente tres semanas. Gracias a Dios no me dolía ni me impedía torear. Reaparecí en Sevilla, donde pude cortar una oreja. Salí triste de San Isidro, porque en ninguna de mis dos tardes tuve opción de torear. Los animales fueron muy parados. El resto de ferias fueron triunfos muy bonitos en Nimes, en mi tierra, Alicante; en Marbella, donde se indultaron tres toros. El resto de la temporada ha ido bien y las sensaciones físicas son buenas. Mis lesiones de lumbares y cervicales no me molestan y estoy con ánimo de afrontar agosto y septiembre, que son meses duros y de mucho viaje. Ahora estoy en una época más pausada, con mucha paz y dueño de mí mismo, disfrutando del toreo sin la presión del comienzo, donde necesitas más los triunfos para labrarte un camino.
-Hablando de los comienzos, los matadores jóvenes vienen fuerte. ¿Le motiva esta competencia?
-Siempre me he motivado conmigo mismo, no me han hecho falta, que los he tenido, compañeros durísimos como El Juli, Enrique Ponce o Morante, que he toreado muchísimo con ellos y siempre rayaban a un nivel altísimo. Mi motivación no depende de quien tengo al lado, sino de mi estado anímico. Hay toreros jóvenes que están triunfando mucho, pero es lo que tienen que hacer. El legado que dejemos cuando nos retiremos es tener sucesores dignos, que tiren del mundo del toro y los estamos teniendo. Me gusta mucho torear con ellos, porque me recuerda a cuando yo era joven y revives esas sensaciones de cuando empiezas.
-¿Qué queda hoy imperturbable desde sus inicios?
-Mi manera de vivir el toreo y mi concepto. Nunca he cambiado mi concepto ni hacerlo más populista por querer triunfar más. Siempre he sido fiel a mí mismo, a lo que me enseñaron. Me siento orgulloso de ello y no renunciar a lo que soy. Mi fin no es triunfar más, sino intentar que el toreo me salga del corazón y seguir mejorando. Nunca se deja de aprender, cada tarde es diferente.
-Recordando la anécdota inicial que relataba con su padre, ¿en qué momentos le tiene más presente?
-Está siempre. Cada momento de mi vida, no hay día que no le recuerde. Como padre, maestro y profesor. Soy una consecuencia de él. Dejando a un lado la experiencia propia, lo demás lo aprendí todo de él. Tenemos el mismo concepto del toreo, aunque lo interpretamos de manera diferente, porque somos dos personas diferentes. Eso sí, siempre el mismo concepto, que me inculcó él y mi abuelo. Han sido muchos viajes, entrenamientos y conversaciones juntos, llenas de ánimos y consejos.
-¿Le queda alguna asignatura pendiente en esta profesión?
-Sí. Según mi exigencia, nunca he logrado tener la faena perfecta. Ojalá algún día la pueda hacer, y si es en Gijón mejor. Aunque he tenido tardes muy buenas, soy una persona muy perfeccionista y exigente conmigo mismo y me quedan muchísimas cosas. No sé si por conseguir a nivel de triunfos y estadística, pero sí a nivel personal y más íntimo en mi sensación como matador. El cómo me quiero sentir delante de un astado.
-En Gijón está acartelado con Talavante y Aguado y la ganadería de Puerto de San Lorenzo.
-Es una ganadería que conozco bien y tiene un encaste que me gusta. El año pasado triunfé con ella en Gijón. Con mis dos compañeros he toreado mucho, más con Alejandro Talavante que con Pablo Aguado. Son dos toreros que están triunfando mucho y generan gran expectación. Con ellos me une una muy buena relación, son dos matadores a los que admiro, respeto y me llevo muy bien, que no quiere decir que deje de haber esa pequeña rivalidad que hay entre nosotros. Si Dios quiere y tenemos suerte con los toros seguro que será una tarde muy bonita de vivir y presenciar.
-¿Qué le dice a la afición?
-Que tengo muchísimas ganas de volver una vez más. El año pasado fui con mi hijo, pasamos un viaje feliz. La anécdota que contaba con mi padre quise que la viviese mi hijo conmigo y así lo hicimos. Creo que este año me volverá a acompañar, si Dios quiere. Solo me queda decir que es una plaza en la que siempre me han tratado con muchísimo cariño y lo agradezco de corazón. Ojalá pueda devolvérserlo de la mejor manera. Que llegue el día y haya suerte para todos.
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