“Cambian los acentos, cambian las casas (y los clientes también)” Lo sé: hacer este tipo de retratos por zonas puede ser un poco peligroso. Y no me gusta generalizar. Cada persona es un mundo, cada casa también. Pero con el tiempo, después de muchos proyectos en distintas ciudades (y países), he ido viendo que sí, hay ciertos rasgos comunes que se repiten dependiendo de la comunidad o de la cultura local. No es una regla fija, pero sí una tendencia que como interiorista no puedes ignorar.
Una de las cosas más fascinantes de ser interiorista y trabajar por distintas zonas de España —y fuera de ella— es que cada lugar tiene su propio carácter, su manera de hacer, de hablar…, ¡y de reformar! El estilo decorativo cambia, claro. Pero también cambia la forma de encargar un proyecto, de confiar (o no), de recibirte, de pedirte, de abrazar una obra (o de temerla como si fuera una guerra).
Cada vez que empiezo un nuevo proyecto, además del briefing, me hago casi un retrato sociológico del lugar. Porque, aunque suene exagerado, no es lo mismo reformar en Bilbao que en Madrid, en Cantabria o en Suiza. Y eso, lejos de ser un problema, es lo que hace este trabajo tan apasionante.
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El Mueble
Bilbao: moquetas, discreción y palabra de honor
Empezaré por casa. En Bilbao, somos de gustos clásicos, con un punto inglés y francés —culpa de los barcos, las influencias históricas y de que aquí, la sobriedad siempre ha tenido buena prensa—. Se invierte casi más en lo que no se ve: buenas instalaciones, buen aislamiento, materiales de calidad que en el “postureo”. Las casas son muy prácticas, pero más hacia adentro, más discretas. Nada de enseñar demasiado. Aquí el cliente suele ser cerrado al principio, le cuesta abrirse. Pero si te da su palabra, es para siempre.
¿Y el estilo? Más contenido, más cálido, más de abrigar la casa: moquetas, tejidos, papeles, texturas envolventes. Será el clima (aunque cada vez llueve menos, todo hay que decirlo), pero aquí decoramos pensando en que se está mucho dentro y hasta ahora las terrazas eran las grandes olvidadas, pero con el cambio climático, empiezas a ser protagonistas.
Eso sí, el presupuesto está siempre muy presente. En Bilbao se valora mucho este asunto.
El Mueble
Madrid: molduras, palacios y mucho arte
En Madrid, el tono cambia desde la primera reunión. Los clientes te lo cuentan todo de entrada, sin filtros. Se entregan. Y les encanta que vayas a cenar con ellos, que estés, que formes parte del proceso casi como de la familia. Yo intento mantener cierta distancia emocional durante el proyecto —porque durante el proceso, prefiero que la amistad no interfiera—, pero reconozco que la energía madrileña es maravillosa y encaja perfectamente con la mía, que soy muy abierta y extrovertida.
Estéticamente, Madrid es más vistoso, más palaciego. Les encantan las casas con molduras, obras de arte, iluminación que a veces parece un hotel, materiales nobles y soluciones más arriesgadas. Buscan casas de revista. Son hogares prácticos, pero también pensados para mostrar. Y aunque valoran la calidad, a veces las referencias que nos enseñan no tienen los mejores acabados. Ahí es donde disfruto especialmente: yo me traigo acabados top desde Bilbao y hago la casa al gusto madrileño, pero bien hecha. Resultado: una casa preciosa por fuera y sólida por dentro. Y yo, feliz.
El Mueble
Cantabria: desconfianza y final feliz
En Cantabria, el proceso empieza con algo más de desconfianza. Hay un cierto aire de “¿me estarán tomando el pelo?”. Es como si tuvieras que demostrar primero que no vienes a engañar. Pero si superas ese primer filtro, el vínculo que se genera es muy bonito. Pero bonito. Cuando todo sale bien (que siempre sale), te lo agradecen muchísimo. Pero hasta entonces, paciencia.
El estilo aquí es más sobrio, como en el País Vasco, pero con un punto rústico. Se valora mucho el entorno, el paisaje, y eso también condiciona cómo se vive la casa.
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Asturias: confianza que se gana, cariño que desborda
El asturiano te abre las puertas de par en par. Es sencillo, de carácter humilde, cercano, de fiar, sin ostentaciones. Es de los que te invitan a comer, te quieren cuidar, te hablan bien. Y eso, como profesional, se agradece muchísimo. Eso sí, también es un poco más mandón: le gusta liderar el proyecto, tener claro que las cosas se hacen como él las imagina. Los asturianos son un poco más guerreros.
Asturias tiene esa mezcla preciosa de raíz y sensibilidad. Los proyectos allí están muy enfocados a conservar la esencia de la tierra, a fusionar la casa con la naturaleza, a mantener ese aire rústico incluso en pleno centro urbano. Son hogares cálidos, acogedores, llenos de alma… y de madera. En Asturias se vive la casa como refugio, pero también como lugar para compartir lo bueno. Y eso se nota en cada rincón.
Barcelona: mediterráneo sobrio (y clientes de hielo lento)
Barcelona es otro mundo. Los clientes son mucho más vanguardistas, creativos, siempre están por delante en diseño, el estilo es elegante pero siempre novedoso y muy buen ejecutado. Y, en general, tengo que decirlo: los catalanes son más distantes al principio. Me ha costado conectar. Pero cuando se abren, son un encanto. Eso sí, les cuesta llamar a profesionales de fuera, lo cual entiendo: en Cataluña hay interioristas estupendos, y tal y como su fama indica, ¡te miran hasta el último céntimo! Les cuesta mi forma de trabajar, por sorpresa, pero luego la agradecen y les alivia no haber tenido que andar controlando y sufriendo por todo.
El estilo mediterráneo es clarísimo: líneas limpias, materiales naturales, colores suaves, diseño puntero. Mucho blanco, mucha madera, poca floritura. Menos es más. Y mejor poco, pero bueno.
Y luego están los clientes de fuera: precisión suiza, exigencia alemana
Nuestros clientes más exigentes, sin duda, están en el extranjero. Curiosamente, suelen ser ingenieros. Gente con estándares altísimos, que controla hasta el último milímetro. Suizos, alemanes, holandeses… Tienen una idea bastante clara (y algo prejuiciosa) de que los españoles somos caóticos, impuntuales, poco precisos.
Y por eso mismo, disfruto especialmente cuando, al acabar la reforma, se dan cuenta de que no solo hemos cumplido, sino que hemos superado sus expectativas. Les cuesta confiar, sí. Pero cuando lo hacen, lo valoran de verdad. Suelen ser distantes, cuesta conectar emocionalmente, pero el orgullo de ganarte a un cliente extranjero no tiene precio.
Los clientes extranjeros que nos llaman buscan el estilo del estudio, un estilo muy EL MUEBLE, y lo eligen por su calidez, la luz, el equilibrio entre lo clásico y lo moderno y la calidad sin estridencias, me dicen muchas veces que no lo encuentran en su país.
Así que sí: cambia el clima, cambia el suelo, cambian los textiles… pero lo que más cambia, y más me enriquece como profesional, son las personas. Porque al final, no se trata solo de hacer casas bonitas, sino de entender cómo quiere vivir cada uno. Y eso, créeme, suena distinto en cada lugar.
¿Y tú? ¿Cómo vives tu casa?