Su boda, el 20 de marzo de 1960 en la iglesia de los Venerables, había sido uno de esos enlaces en los que ‘le tout-Seville’ se dejaba ver para felicitar a los contrayentes: Salvador Guardiola Domínguez, el primogénito del ganadero Salvador Guardiola Fantoni, de … 33 años, y la señorita Mercedes Conradi Lizaur. Justo cinco meses después, el 21 de agosto, un desafortunado lance con un novillo en la plaza de toros de Palma de Mallorca sobrecogía de horror a la misma Sevilla: Salvador Guardiola se convertía en el primer rejoneador muerto en la plaza.
Tras un violento encontronazo con el cornúpeta cuando iba a clavarle el rejón de muerte, cayó desplomado al ruedo y en seguida lo llevaron inconsciente a la enfermería, donde el doctor Abrines apreció «fractura de la base del cráneo, conmoción y hemorragia cerebral» emitiendo un pronóstico gravísimo antes de derivarlo a la clínica quirúrgica Rotger. A las siete menos cinco de esa tarde murió, en presencia de un hermano y su mujer, embarazada de su hija María Luisa.
Cuando una emisora radió lo sucedido, la noticia ensombreció Sevilla, que consideraba a Salvador Guardiola como su rejoneador. Su padre, que ya había perdido accidentalmente a dos de sus hijos con anterioridad, recibió en su finca de El Toruño el avance del percance, pero se trasladó a la casa de la Puerta de Jerez (entonces plaza de Calvo Sotelo) para que fuera más fácil comunicar por teléfono. Poco después de las siete le comunicaron el óbito allí mismo.
En la casa familiar se instaló la capilla ardiente cuando los restos llegaron por avión a la mañana siguiente, acompañados por su viuda, su hermano Juan y el apoderado, José Rueda Claro. «Durante la mañana se sucedieron las visitas a la casa mortuoria, acudiendo entre otras personalidades las primeras autoridades locales y provinciales a testimoniar su condolencia a la afligida familia. Numerosísimos telegramas y llamadas telefónicas se han recibido de toda España y de muy diversos puntos de Europa y América».
Entre los telegramas más destacados, uno muy especial que reseñaba el periódico, firmado por «S. E. el Jefe del Estado», con el laconismo que era costumbre para ahorrar al máximo, tanto la comunicación como el precio: «Enterado desgracia, envíoles mi más sentida condolencia».
Franco lo había visto torear a caballo (ovación y saludo desde el tercio) en las Ventas en la corrida de la Prensa el 10 de julio de ese año, que había presidido junto al presidente de la República Argentina, Arturo Frondizi. Había debutado en 1953 en Bilbao, en un festival benéfico patrocinado por las Irlandesas para construir casas para obreros, y en la Maestranza había firmado una sola tarde en la Feria del año 59. ‘Destinado’, ‘Distraído’, ‘Cacique’, ‘Calé’, ‘Favorito’ y ‘Gallareto’ formaban la cuadra que mantenía en la finca El Pinganillo, de Utrera, cuya explotación llevaba fuera de la temporada taurina. La semana de su muerte había actuado en Vinaroz y en Barcelona.
El reportaje periodístico de su enlace matrimonial remataba con un perfil del infortunado en el que se yuxtaponían sus títulos: «Sevilla le llama su rejoneador al excelentísimo señor don Salvador Guardiola. Doctor en Leyes. Ganadero de reses bravas. Aristócrata de España. Caballero de Malta. Y el señor de los ruedos, por obra y gracia de su arte, que no es poca gracia y obra».