Casi dos horas tardó en saltar el sexto toro de corrida, el cuarto de los cuatro de La Quinta de lidia ordinaria. Cárdenos y astifinos … los cuatro. Más y mejor armado que ninguno ese último, que iba a merecer y conocer los honores del indulto. De nombre, ‘Tapaboca’. Poco más de 500 kilos, en el tipo ideal de la sangre Buendía, careto además de cárdeno, un armónico cromo, galopó de salida con excelente estilo y tomó el capote de Borja Jiménez por abajo. Alegre y codicioso. La prontitud inequívoca de la bravura. Lances limpios en línea, suaves. Solo dos picotazos medidos que apenas hicieron sangre. Lidia mínima. En los dos encuentros levantó el piquero la vara. Crudo, por tanto. Cite de largo y el toro galopó desde las rayas del sol a las de enfrente entero y franco al capote de Emilio de Justo en un notable y sucinto quite por chicuelinas ajustadas y abrochadas con media.
Y enseguida comenzó lo que iba a ser una fiesta en toda regla. Antes de que cundiera la petición plebiscitaria del indulto, el toro había cumplido una marca insuperable de treinta y pico embestidas por abajo, por las dos manos, con un ritmo acorde y regular fuera de lo común. Después del indulto todavía tuvo más de una docena de embestidas, que llegaron a parecer de rutina. De tanto abrirse, y en el tiempo muerto que medió entre la concesión presidencial y la vuelta de Borja Jiménez a la cara del toro para simular la muerte con la ayuda de madera y el puño, estuvo a punto de salirse distraído del carril. Además de bravo, fue, por la forma de repetir, toro de carril. Nobleza y fijeza se dieron por descontado. Una máquina.
La estrategia de la faena de Borja Jiménez fue clave: ni un regate al toro, ni un recorte, ni un enganchón siquiera. Tandas abundantes, las que el toro pedía, dos de cinco ligados en redondo para empezar, bien cosidos, rematada la segunda con el natural y el de pecho. Una tercera en circular más forzada porque de puro encelado no se despegaba el toro, que no fue ni celoso ni pegajoso, sino un puro querer. Por la mano izquierda vino una cuarta mucho más redonda que las previas: enganchado el toro por los flecos, el trazo a cámara lenta, y fue entonces cuando sonaron los primeros pitiditos que avisaban del indulto.
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Bilbao. 3ª de las Corridas Generales.
4.500 almas. Templado, soleado. Dos horas y cuarto de función. -
Los toreros.
Guillermo Hermoso de Mendoza, ovación y oreja. Emilio de Justo, aplausos en los dos. Borja Jiménez, aplausos y máximos trofeos simbólicos tras el indulto. -
Los toros.
Dos toros despuntados de Fermín Bohórquez y cuatro de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi). Indultado ‘Tapaboca’, sexto de La Quinta.
Luego de dos tandas más, soberbia la solución de una trincherilla del repertorio sevillano, ya se oyeron los reclamos del «¡No lo mates!». Mientras el palco se lo pensaba, Borja se salió de las rayas y en el mismo aire en que venía estando volvió a cuajar con la zurda impecables muletazos larguísimos, Cuando asomó el pañuelo naranja hubo un clamor. Cuando el toro tomó dócil el camino de corrales, la ovación fue de gala. Y otra corrida para el matador y los ganaderos, padre e hijo, Álvaro y Pepe Conradi, en una vuelta memorable. El primer indulto en la historia de Bilbao.
Natural de Borja Jiménez al toro finalmente indultado por el presidente.
Luis Ángel Gómez
A la historia pasó el resto de festejo. Los dos toros despuntados de Bohórquez que mató Guillermo Hermoso de Mendoza manaron demasiada sangre tras el primer rejón de castigo. El primero se aplomó y estuvo a punto de echarse. El cuarto se paró en seco. En galopes de costado con el famoso Berlín y en la clavadas a pitón contrario se vieron los mejores momentos. Un exceso de teatralidad.
Guillermo Hermoso de Mendoza acusó un exceso de teatralidad en sus dos toros.
Luis Ángel Gómez
El primero de los cuatro de La Quinta, encelado en el caballo de pica, noble pero apagadito, salió de reunión con la cara alta. Un trasteo plano y frío de Emilio de Justo solo encendido a última hora pisando el terreno del toro y provocándolo. Una buena estocada. El tercero, lindo caribello, descolgó de partida, cobró más de lo debido en el caballo y, el fuelle justo, se acabó parando. Trasteo despegado de Borja. Estocada sin puntilla. Más largo y más toro que los demás, el quinto, Golosito, de una de las reatas más ilustres y fiables de la casa -un toro Golosino fue indultado en Arles hace doce años-, fue el menos propicio de todos: embestidas regañadas al paso, tardo, pensándoselo, medios viajes. Más que faena un opaco forcejeo de Emilio de Justo. Y una excelente estocada.