En el ambiente se presentía cierta desazón por la orfandad que había dejado la ausencia de Morante en el cartel. Muchos llegados desde la patria del genio sevillano. El monumental vacío de Morante se encargó de llenarlo con una faena monumental Urdiales. A buen seguro que a estas horas, los que vinieron a ver al torero de la Puebla dan por bien empleado el viaje.
Ver torear como lo hizo Urdiales es casi un milagro. Y una absoluta gozada. Soñó, deletreó y bordó el toreo. Y lo hizo con letras de oro. Una faena descomunal, inolvidable, de las que se quedarán en la retina para siempre. La obra no únicamente fue un milagro por cómo toreó Urdiales sino porque nadie podía imaginar que sucediera con un toro, el cuarto de corrida, que huyó despavorido del caballo en los dos encuentros. Se transmutó hasta el toro con el toreo del riojano. Así que fue milagro sobre milagro porque el garcigrande se sujetó en la prodigiosa muleta de Urdiales y rompió a embestir. El inicio genuflexo y a dos manos contó con tanta torería como clave resultaría para fijar y encelar al toro. Y a partir de ahí una auténtica borrachera de toreo. No se puede torear mejor. Cuando cogió la mano izquierda se desató definitivamente la catarsis. Descargado el cuerpo, toreaba en Urdiales la cintura, el pecho, las muñecas, que dibujaban el trazo curvo, el corazón y hasta el alma que se le iba en cada muletazo. Inspirado sobre los cánones del clasicismo. No fue una faena templada, fue mucho más, aquello fue a una velocidad, mejor lentitud, que embelesaba. Con los vuelos lo traía y lo soltaba atrás, se abría y volvía el toro con un ritmo sostenido y lo disfrutaba Diego. Diego y todos. Abandonado, los naturales deletreados, estaba cuajando la faena de su vida. Sobrenatural. Los pases de pecho a la hombrera contraria coronaban al alza las series. No hubo crispación, solo la convulsión que provoca el mejor toreo. De una sensibilidad especial. La plaza puesta en pie antes de la igualada. La faena merecía el mejor colofón y fue una estocada en corto y por derecho. Las dos orejas tenían que caer del tirón y así fue. En la clamorosa vuelta al ruedo, los gritos de ¡Diego, Diego! resonaron por todo Bilbao.
Inauguró la tarde con un primer toro descompuesto y a la defensiva por su justeza de fuerzas. Medido el castigo en varas, no tuvo malas ideas y eso permitió al riojano limarle las asperezas y para eso no hay mejor manera que el temple que aplicó Urdiales en faena muy asentada y segura. Le dio ritmo a un toro que no lo tuvo para nada. Lo mató fenomenal y dio una vuelta al ruedo.
EL REENCUENTRO DE BORJA Y BILBAO
También fue la tarde del reencuentro de Borja Jiménez y Bilbao. La afición de Vista Alegre, que presentó una muy buena entrada, sacó a saludar al sevillano tras el hito del indulto de Tapaboca. Inconformista, ambicioso y con el hambre de triunfo intacto pese a la gloria de apenas 48 horas antes. Lo demostró yéndose en sus dos toros frente a la puerta de toriles. Del amplio y variado saludo al tercero destacaron sobre todos dos excelentes verónicas, una por cada pitón, de un compás sobresaliente. Antes ya se había lucido en un quite por cadenciosas chicuelinas en el toro de Talavante y repitió suerte en el rico recibimiento al suyo, también con categoría. Ese toro tuvo el depósito de la fuerza en mínimos pero no el de la clase, que estaba a rebosar. Borja gozó el lujo de unas pocas embestidas en muletazos de figura erguida, encaje y desmayo hasta que se apagó el toro demasiado pronto. Duró poco la alegría.
Una sorpresa fue el escaso eco que tuvo cuando libró la larga al sexto. El toro salió suelto de los primeros lances y en cuanto aparecieron los caballos por la puerta, se fue directo. De uno a otro. Manso en esos primeros tercios, en la muleta se sujetó como el de Urdiales pero no con la misma categoría en sus embestidas. Sin probaturas el inicio, mejor sobre la mano derecha, ligadas las tandas por ahí, más descompuesto por la otra mano, apenas una serie. Trató de arrancar una oreja con unas manoletinas finales pero una media estocada que fue suficiente para que doblara el toro enfrió el ambiente ya pensando en llevar en volandas a Urdiales.
Y es que de tal magnitud fue la faena del riojano que Alejandro Talavante le brindó la del quinto. El extremeño cortó una oreja de ese toro merced a una actuación premiada por los alardes de valor y un final en la corta distancia en el que el desrazado toro de Garcigrande se lo echó a los lomos en un desplante. No tuvo consecuencias la voltereta pero ahí prendió una pequeña chispa y el ¡ay! metió al público en la faena. Una buena estocada le puso en sus manos la oreja. Con su anterior, un toro nobilísimo, de poquito celo y entrega, conectó con los tendidos en el toreo accesorio y de nuevo con los alardes más que en el toreo fundamental. Hubo algún pasaje tan templado como aislado dentro de una faena muy mal rematada con la espada.
Bilbao, viernes 22 de agosto de 2025. Toros de Garcigrande, bien aunque desigualmente presentados; de variado comportamiento. Bueno en la muleta el cuarto. Diego Urdiales, que sustituyó a Morante de la Puebla, vuelta al ruedo tras leve petición y dos orejas; Alejandro Talavante, silencio tras aviso y oreja; y Borja Jiménez, silencio y ovación con saludos. Entrada: Más de tres cuartos de plaza. El público obligó a saludar a Borja Jiménez antes de la salida del primer toro de la tarde.