La literatura y el periodismo siempre han ido de la mano aunque tienden a soltársela cuando aparecen ciertos conocidos, como las parejas que mantienen una … relación secreta o discreta. Hay el escritor que se siente menospreciado si le llaman periodista, pero reclama ese título si le llaman literato, que es algo que huele a solipsismo y a alcanfor. Hay el periodista que desdeña a los escritores porque los considera extemporáneos, pero que a la vez tiene tantas lecturas como éstos, así como un estilo y un sentido romántico de la profesión que no son los del mero plumilla atado a la noticia. Para dinamitar esa clase de escrúpulos, nada mejor que la lectura de ‘La suela de los zapatos’, un libro que recoge la original y divertida faceta periodística que desarrolló Gonzalo Suárez en la Barcelona de la década de los 60, antes de triunfar como cineasta y escritor.

El sello editorial Random House ha recuperado aquellos amenos e inolvidables textos en una actualizada edición en la que un Gonzalo Suárez de noventa y un años tiene la ocasión de reencontrarse, como dice en una nota introductoria fechada en abril de 2025, con «las inocentes andanzas de un tal Martín Girard y su proverbial café con cruasán». Martín Girard es el pseudónimo que escogió a su llegada a Barcelona en 1958 (el apellido lo tomó de su esposa, Hélène Girard, que lo acompañó en la aventura) y el cruasán al que se refiere es el que se pedía siempre en sus citas con los entrevistados.

Ocho años duró esa experiencia en la que nuestro hombre no solo hizo unas entrevistas de referencia por lo provocadoras y desenfadadas, sino también una serie de reportajes y crónicas que conforman la más impagable lección para quienes aún tengan el humor de entregarse a ese oficio que no atraviesa hoy uno de sus mejores momentos, sino que sigue arrastrando los efectos de la recesión económica de 2008 y la consiguiente caída de la publicidad; de la pandemia de Covid de 2020 y del salto del formato de papel al medio digital. Es este contexto problemático de la profesión el que quizá da un valor añadido a estas páginas que han merecido diversos reconocimientos, entre ellos el que les rindió en su día el fallecido Juan Cueto: «Como todavía no había nacido Tom Wolfe, nadie supo entonces que lo que Martín Girard hacía era Nuevo Periodismo». Es exactamente en esa misma idea en la que abunda Eduardo Mendoza en el prólogo al volumen: «Se ha dicho repetidamente que Gonzalo Suárez se adelantó al nuevo periodismo. Sin duda es así, pero es evidente que él no lo sabía».

La suela de mis zapatos

  • Ed. Random House
    272 páginas, 20,42 euros (8,54)

El texto de Mendoza da unas pinceladas tan precisas como hilarantes en el retrato que hace de la «falsedad que encerraba la sonrisa cándida de aquel jovenzuelo» que entrevistaba a los políticos del franquismo crepuscular, a los intelectuales de la ‘gauche divine’ y a los artistas más reconocidos «como si fueran boxeadores sonados». Es realmente así. En la entrevista que le hizo a Dalí le soltó a bocajarro: «Voy a someterle a una prueba psiquiátrica. Tengo curiosidad por conocer todo lo que pasa por su cabeza en el transcurso de un minuto». Después de que el pintor entrara totalmente al trapo y le lanzara, dócil, una perorata que podríamos calificar de onírica, Martín Girard volvió al ataque: «¿Es usted un esquizofrénico, un epileptoide o un paranoico?» La respuesta no se hizo esperar y respondía honestamente al método ‘científico-surrealista’ sobre el que Dalí había teorizado en sus ensayos: «Un paranoico. Pero de la mejor calidad…»

Para entender la personalidad audaz y a la vez consistente, insolente y al mismo tiempo simpática de aquel Gonzalo Suárez juvenil, quizá es preciso reparar en las dos personas que intervinieron de un modo decisivo en su formación y que provenían de dos universos radicalmente distintos. Por un lado, estaba su padre, Gonzalo Suárez Gómez, catedrático de francés, biógrafo de Françoise Villon y autor de una novela de aventuras en el África Austral. Por otro lado, estaba el segundo compañero de su madre, Helenio Herrera, el famoso futbolista y entrenador argentino, que fue quien le puso en contacto con el mundo del espectáculo y del periodismo deportivo. De este modo Gonzalo Suárez, o Martín Girard, el personaje que creó de sí mismo, se movía con soltura por París y Milán, pero también por Madrid y por la España de los camioneros, los árbitros regionales, los pacientes de los manicomios o los pajareros de Las Ramblas barcelonesas. De este modo también, la entrevista con César González Ruano es mutua y ambos coinciden en que periodismo y literatura son la misma cosa.

  1. La pérdida de la inocencia

Eduardo Laporte

La isla’ se publicó por primera vez a mediados de los años setenta y por capítulos en una revista distribuida en Belgrado, lo que explica su carácter politemático; esto no significa que carezca de unidad ni que no pueda disfrutarse como un todo. Pivota en torno a dos personajes, Ivan y Katarina, que viven retirados en una isla del Adriático, donde se soportan mutuamente y también soportan, en la medida de lo posible, una vida ya desprovista del brillo de la inocencia.

La novela se puede interpretar como un retrato de nuestra propia corrupción interior, no exenta de ramalazos existenciales: «¿Quién nos mantiene dormidos y quién nos despierta? ¿Es la muerte el despertar?». Una novela muy del siglo XX, pero también con ese descreimiento entre irónico y ácido propio de ciertas voces del Este: una mirada que, sin renunciar a lo procaz, es consciente de que hay una belleza latente en todas las cosas. Recuerda a otras novelas publicadas en la misma editorial, como la más reciente ‘La vergüenza’, de Cristian Fulaș. Hay algo adictivo en la prosa de Selimović (Tuzla, 1910 – Belgrado, 1982) en ese viaje entre el sarcasmo y la ingenuidad. Cada capítulo se puede leer como una historia propia, armónica dentro del conjunto, que rezuma un anhelo de libertad y felicidad ecologista: el soñar otras vidas, otros mundos posibles, como el que habitan los caballos salvajes que dan título a uno de los textos más hermosos incluidos en este libro, felizmente recuperado.

  1. Los ojos abiertos de Melpo Axioti

Iñaki Ezkerra

République-Bastille’ es la única novela que la escritora ateniense Melpo Axioti escribió en francés. Lo hizo como una deuda de gratitud con los amigos que la acogieron durante los tres años que pasó exiliada en París: Éluard, Picasso, Aragon… Terminó de redactarla en mayo del 49, un año antes de que la junta militar griega forzara su expulsión de Francia a Alemania. Escrito en tercera persona, y protagonizado por una tal Lisa ‘alter ego’ de la autora, el libro tiene un confeso cariz autobiográfico. Es una poética combinación de sus andanzas callejeras, perplejidades diarias y descubrimientos por la capital del Sena con los recuerdos de la Grecia de la II Guerra Mundial; de la represión y el hambre; de su militancia en el Partido Comunista y en la Resistencia contra Hitler o de su propia vida sentimental.Transmite la curiosidad por una ciudad donde todo se presenta como nuevo.

Lisa se pasa la novela con los ojos abiertos: los abrirá ante el primer avión que toma en su vida y frente a unas calles cuyos nombres no se someten a las modas o cambios políticos: rue Monsieur, rue Madame… Y se contradice un tanto cuando se burla de su Grecia natal, imaginando que rebautizaría a una de esas calles como Winston Churchill, a la vez que, por su parte, homenajea hasta la saciedad a la rue Jean-Pierre Timbaud, la calle dedicada a un sindicalista fusilado por los nazis, donde ella toma el autobús que la lleva de la plaza de la República a la de la Bastilla precisamente.

  1. Cuando los monstruos son nuestros salvadores

Óscar Beltrán de Otálora

Unos días después de terminar las 808 páginas de ‘Los Diablos’ me asaltó una pequeña melancolía por los personajes del libro y me pregunté qué estarían haciendo en ese momento. En su última obra, Abercrombie ha vuelto a crear uno de sus universos de perdedores antisociales que, sin embargo, consiguen superar las adversidades y ser más humanos que los humanos.

Con ‘Los Diablos’, este autor británico que ha reinventado la literatura fantástica consigue que Juego de Tronos parezca algo tan soso como el manual de instrucciones de una cafetera. Abrecrombie es mucho más violento, irreverente, políticamente incorrecto e innovador que otros autores de su género. Con este libro abre una nueva fase -al parecer, una trilogía- en la que dibuja una Europa medieval en la que se enfrentan dos visiones religiosas -similares a la de Roma y la Iglesia bizantina-. Además, los elfos, en un trasunto las invasiones islámicas de la Edad Media, amenazan el Mediterráneo. En ese mundo, Abrecrombie da un giro a la historia y hace que quienes deberían ser los malvados -una mujer loba, un vampiro, un hechicero, etc…- sean los héroes secretos de una misión imposible encargada por el Vaticano. ‘Los Diablos’ es una novela muy intensa, gore y genial, con mucho humor, sexo y violencia. Se coge cariño a personajes de dudosa moral y se pasan las páginas deseando que la aventura no se acabe nunca.

  1. Cuando los monstruos son nuestros salvadores

Elena Sierra

La mexicana Laura Baeza refleja la violencia sistematizada en una sociedad en la que ya nadie confía en ayudar

Esta podría ser la historia de unas adolescentes y nada más: cómo se relacionan, se imaginan el futuro, se inician en el sexo e ignoran a sus padres y madres porque en la adolescencia todo lo que las personas mayores dicen o recomiendan hace que tú pongas los ojos en blanco y resoples. No entienden nada, solo aspiran a controlarte, incapaces de asumir que has crecido, ¿no?. Lo que pasa es que en ‘El lugar de la herida’ la adolescencia es, en realidad, lo de menos; es cierto que esa ansia de libertad y ese hacer oídos sordos es necesario para todo lo que aquí se cuenta, pero esta novela de la mexicana Laura Baeza es mucho más que un retrato de una mala edad. Es la historia de la violencia sistémica y sistematizada contra mujeres, adolescentes y niñas. Es el reflejo de una sociedad en la que son vistas solo como objeto, como medio para hacer dinero. Es el relato de la ausencia absoluta del Estado. A tal punto está ausente que ya nadie confía en que pueda ayudar en nada. Se supone que hay una oficina abierta 24/7 para denunciar que tu hija ha desaparecido, pero a veces abren a las once de la mañana y otras nunca. Y a menudo quienes han de resolver el delito son los que lo cometen.

Lucero y Nancy iban juntas a clase. Primero desaparece una y luego la otra. Lucero es una de miles que no tiene una familia que vaya a mover un dedo, pero Nancy tiene un padre y una madre que no descansan. Descubren así que todo el mundo sabe y nadie habla, que prefieren mirar para otro lado porque o sienten terror o están, en cierta medida, en la pomada. El negocio del secuestro y violación –prostitución, lo llaman– da mucho dinero y busca cada vez cuerpos más jóvenes para satisfacer a señores de toda clase y condición.

Mientras la familia de Nancy señala la absoluta soledad de las víctimas, Lucero va contando el día a día encerradas en una casa en la que son abusadas de continuo (y donde se les inocula la idea perversa de que ellas son culpables y cómplices). Es de agradecer que no describa los hechos, sería imposible de leer; frente a esas novelas criminales en las que describir el abuso se convierte en ‘entretenimiento’, esta narración está del lado de las víctimas, sin duda, y eso –que no es un panfleto– quiere decir dolor, duda, vergüenza, ignorancia. La violencia lo empapa todo y Baeza lo ha hecho tan bien que resulta un libro a la vez aterrador, conmovedor y clarificador.