Los virus respiratorios de la gripe y el covid aumentan el riesgo de desarrollar metástasis en el pulmón después de sufrir cáncer de mama. Es la conclusión del trabajo publicado en la revista Nature, fruto de la investigación realizada por científicos como la soriana Mercedes Rincón, nacida y aún empadronada en el pequeño pueblo de Cenegro, que lleva 34 años en Estados Unidos, los últimos seis en la Universidad de Colorado.

El descubrimiento es revolucionario. Hasta ahora era conocido que «la inflamación podía tener un efecto en la metástasis, en el despertar de las células durmientes, pero nadie había mirado en el contexto de los virus», señala Rincón desde Colorado, en cuya universidad es profesora después de pasar por las de Yale y Vermont. Y dieron en el clavo. «Cuando sufres una infección vírica en el pulmón, tienes una inflamación, porque tu sistema inmune intenta eliminar el virus», explica sobre la investigación que estableció la relación. «Tratamos a los ratones con antiinflamatorios y el riesgo de metástasis se redujo», concluye al respecto del estudio en el que han colaborado otros equipos investigadores de Estados Unidos y de Reino Unido.

El paso siguiente, para lo que ya cuentan con financiación, a pesar de las dificultades que entraña, es determinar si ocurre lo mismo con otros virus respiratorios y si también pueden despertarse las células durmientes malignas en otros órganos que no sean los pulmones.

El hallazgo es tan importante que puede tener su aplicación directa en pacientes. «Si fuera yo, que hubiera sido diagnosticada con cáncer de pecho, después de operada y estando bien, intentaría tomar algo para disminuir la respuesta inmune en el caso de una infección respiratoria», confiesa Rincón poniéndose en la piel de posibles afectados.

Hongos pinícolas.

Quiere dejar claro que sufrir una gripe o covid «no significa que vayas a tener metástasis, pero el riesgo sí es mayor», como concluyen las investigaciones en ratones realizadas en Estados Unidos y los resultados derivados de las bases de datos y análisis de pacientes en Inglaterra, en un trabajo colaborativo que permitió llegar a similares resultados con trabajos independientes.

Lo que han podido ver en este estudio publicado en Nature es que las células de cáncer de pecho que están durmientes, no en el cáncer primario sino en otros órganos, en este caso concreto en el pulmón, pueden estar allí durmiendo durante mucho tiempo y no generar metástasis. Pero se producen cambios que sí pueden promover el despertar. Uno de ellos es la inflamación. Hace años, ya publicaron otros resultados de cómo la biopsia que se realiza del cáncer de mama «también causa inflamación y puede que ayude a la producción de metástasis», concluye la investigadora soriana.

La irrupción del covid fue determinante en este estudio. Cuenta Rincón que también el director del Cancer Center, James De Gregori, empezó a preguntarse si la infección del SARS-CoV-2 podía despertar las células de cáncer en sitios distintos al tumor primario. Por que, como recuerda la científica, en los inicios del covid, con casos muy graves, «la gente que se murió no lo hizo por el virus sino por la inflamación, la respuesta inmune contra el virus».

Los primeros pasos del trabajo del equipo internacional –cinco investigadores–que dirige Rincón, que sigue pipeta en mano, algo poco habitual allí entre los profesores como ella, fue con el virus de la gripe, «porque teníamos aquí el modelo ya a punto», matiza. Empezaron con los estudios y vieron que cuando infectaban a los ratones, aumentaba la metástasis en los pulmones. Le siguió una colaboración con Julio Anguita, del Albert Einstein, en Nueva York, un experto en células durmientes y en los mecanismos para despertarse. Uno de los aspectos más difíciles de conseguir al que se enfrentaron fue la información que les permitiera conocer si había asociación entre el covid y la metástasis porque en Estados Unidos los hospitales son privados y no existe ese cruce de datos. Ahí surgió la colaboración con otros grupos, en Inglaterra, por su acceso a más datos. «Vieron que sí, que realmente había un riesgo mayor de morir de cáncer una vez que tienes el covid», explica sobre una investigación «separada», con colaboraciones independientes con varios grupos, que demostraban que quienes habían tenido el virus SARS-CoV-2 estaban expuestos a un riesgo mayor de desarrollar metástasis de cáncer de pecho en el pulmón.

Los propios oncólogos ya habían detectado que durante los peores momentos del covid aumentaron los casos de quienes volvían a tener cáncer o metástasis. La misma científica lo comprobó en su entorno cercano. «En el 22, 23, perdí muchos amigos y familiares de cáncer, pero un cáncer que fue muy rápido», recuerdo de aquellos momentos duros. «Entonces sólo eran observaciones, que la gente que tenía covid estaba ante un riesgo mayor de morir de cáncer, y lo que podemos concluir es sobre la metástasis de cáncer de pecho, por lo que ahora tenemos que investigar es otros tipos de cáncer», apunta Rincón sobre sus proyectos inmediatos que buscarán conclusiones en el hígado, la médula o el cerebro, otro de los órganos donde puede haber metástasis. «Puede que dependiendo de dónde tenga lugar la inflamación pueda aumentar el riesgo de metástasis», aventura.

La línea de investigación se hará de infecciones con virus que sean o no respiratorios, que causen inflamación, para comprobar si también incrementan la metástasis y si lo hacen igualmente en otros tejidos.

Con las conclusiones actuales ya se podría actuar. Lo que sugieren los investigadores sobre los tratamientos en pacientes es que se utilice tocilizumab, un anticuerpo que bloquea una citoquina que se llama interleucina 6, con la que Rincón lleva trabajando «toda la vida», y que precisamente está aprobada frente al covid. Pacientes que son hospitalizados pueden ser tratados con él para minimizar el riesgo de covid, y eso puede que también disminuya el riesgo de metástasis. «Claramente es una opción si has tenido cáncer y luego sufres una infección», determina la soriana sobre un tratamiento que «lo que hace es bloquear específicamente esta citoquina que llamamos interleucina 6, que, según hemos visto en el estudio, es uno de los factores primarios que promueve el despertar de las células durmientes de cáncer».

«La idea era publicar esto y que en el campo médico se den cuenta de las posibilidades. Yo espero que pueda abrir más investigación en otros sitios de epidemiología y clínicas para tener todavía más apoyo a esta conclusión y poder tratar», añade Rincón. En definitiva, es el objetivo, el beneficio de los pacientes.

La financiación para seguir investigando en esta línea se la autorizaron al equipo de Rincón en el mes de febrero, y tuvieron suerte porque ahora los proyectos del NIH (Instituto Nacional de Salud) de Estados Unidos relacionados con covid se han dado por terminados.

«Un pueblecito muy chiquitín»

A Mercedes Rincón siempre le hacen la misma pregunta, cómo acaba una soriana de Cenegro en algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. «Me preguntan que de dónde soy, y yo les digo que de un pueblecito muy chiquitín, muy chiquitín, en medio de nada», señala en referencia a Cenegro, perteneciente al municipio de Fuentecambrón, tampoco mucho más grande. Estos días Rincón tendría que estar en su pueblo, en las fiestas que empezaron el viernes, pero ha optado por permanecer en Estados Unidos. Es la primera vez que falta, «es el mejor momento para ir, ahora está lleno de gente». Entre ellos su familia, nuevas generaciones a los que les gusta ir al pueblo, así que la continuidad está garantizada. Ella salió de allí cuando tenía 14 años, «en Cenegro no había instituto». Así de sencillo. Estudió Bachillerato en Madrid –dos hermanas vivían ya allí– y Biología en la Autónoma para realizar su tesis de inmunología en el Hospital de la Princesa. Un programa de estudiantes de intercambio la llevó tres meses a la universidad de Yale y recuerda, «todo el mundo me decía que a EEUU no fuera, que había que trabajar mucho, pero soy de las que tengo que probar las cosas». Encadenando becas regresó y después del post doctorado llegó a Vermont, donde estuvo 23 años. «Cuando me vine casi no hablaba nada de inglés», dice con ramalazos de acento americano por momentos. Reconoce que en Estados Unidos la investigación es «bastante dura porque tienes que trabajar bastante y competir por la financiación, pero al menos existe la oportunidad, algo que en España es mucho más difícil».