Es necesario hablar con los que han vivido varias épocas del toreo para poder afirmar que Morante de la Puebla es el mejor torero de la historia. Se ha puesto de moda decirlo y, además, hacerlo por la inercia de sus triunfos, sin tener en cuenta la rotundidad de esta categorización. Las fuentes más sabias, que oyeron narrar los triunfos de El Viti, que idolatraron a Paco Camino y que fueron testigos del fenómeno José Tomás son quienes, con permiso de Joselito y Belmonte, pueden lanzarse a sentenciar -o no- esta afirmación.

Pero antes de hablar con esas fuentes también es importante repasar la carrera de Morante. Sin pisar nunca una escuela taurina aprendió a torear por sus propios medios. Como novillero no llegó a ser la figura que sí fue, por ejemplo, El Juli. De hecho, con la empresa de Sevilla no se llegó a entender para su alternativa, y fue finalmente Burgos quien acogió ese privilegio que, sin duda, pasará a los libros de la historia de la tauromaquia.

La relación del torero sevillano con la capital burgalesa no ha sido sin embargo el idilio que sí ha tenido a orillas del Guadalquivir. Su frialdad, sus maneras tan puras de interpretar el toreo y, a veces, por qué no decirlo, su aparente falta de compromiso, hicieron de Morante y Burgos un vínculo tan intrascendente que a día de hoy siguen sin ser muchos los que saben que se doctoró aquí. Sin embargo, en el año 2022 todo eso cambió. En su 25 aniversario de alternativa decidió comparecer con un doble paseíllo que cambiaría todo. Las corridas de Antonio Bañuelos y El Torero permitieron que el de La Puebla del Río dejase dos obras para la posteridad. Dos obras cargadas de torería, memoria y compromiso. Porque lo que a Morante le faltaba para que se le empezase a ubicar en los puestos dorados de la historia era la regularidad en un triunfo que también venía de la mano de la voluntad. En 2022 el sevillano quiso y desplegó toda la brillantez de su tauromaquia. El sabor de lo añejo, de lo puro, de torear como ninguno más es capaz ahora mismo. De tener el toreo más grande en la cabeza e interpretarlo para el palpitar de toda la afición.

Sin pisar una escuela taurina aprendió a torear por sus propios medios

Aquel año Morante, con sus dos incontestables salidas a hombros -con voltereta incluida en la tarde de El Torero-, dejó claro que quien quiere puede. Desde ese 2022 el cigarrero dejaría a Burgos huérfana de toreo hasta este 2025. En 2023 una cogida en Badajoz y en 2024 sus graves problemas psicológicos le impidieron estar de vuelta. En este 2025, su temporada histórica con triunfos importantes en Sevilla y Madrid -donde logró su primera salida a hombros de Las Ventas-, hizo el esfuerzo por reaparecer en los Sampedros tras haberse perdido dos paseíllos previos por un varetazo.

Morante llegó al Coliseum de un modo distinto al que le recordaba la afición: arrebatado, con ganas de dejar su aroma de torero grande por todas las plazas en las que toreaba. El ganado se lo impidió, pero ese triunfo truncado le dolió y se le notó. En Madrid venía de pinchar una faena grande su primera tarde y de conseguir una salida a hombros en su segunda, algo nunca antes visto en su trayectoria. En Pamplona ha logrado abrir su primera puerta grande en una plaza en la que aparentemente nunca iba a encajar. En Salamanca cortó un rabo en junio, en Jerez y en Marbella también. En El Puerto de Santamaría sentó cátedra y los jóvenes se matan por sacarle a hombros. En Madrid y Salamanca una multitud lo llevó hasta el hotel. Y allí, en ambas ocasiones, desde el balcón de su habitación, bendijo a todos sus fieles en batín. En Sevilla en 2023 también hizo historia cortando un rabo. Su salida por la Puerta del Príncipe volvió a acabar en el hotel. Sin duda estos tres últimos años han hecho que una pregunta dormida desde la época de José Tomás regresara a la actualidad. ¿Es Morante el mejor torero de la historia?

Morante está resucitando la tauromaquia.Llena plazas y educa con su arte

Antonio Bañuelos ha visto pasar a muchas figuras del toreo por su casa. También han matado sus corridas grandes matadores y, de Morante, el ganadero Burgalés afirma que «está en un momento de lograr la marca de torero de época». Lo define como «un estudioso de la tauromaquia y la creatividad». «Fuera de la plaza le interesa todo, es una esponja y analiza con ironía lo que descubre». Bañuelos reconoce que «si un día se retira definitivamente se le echará mucho de menos» y que «su toreo está unido a la plasticidad y el valor pero alejado de la técnica programada». Virtudes que lo hacen único. Entre la crítica taurina más experimentada de la ciudad destacan nombres como el de Joaquín Ruiz y Miguel Ángel Salinas. Como todo es cuestión de gustos, tienen opiniones distintas. Ruiz declara que «para mí sí que puede ser el mejor de la historia. Es un gran artista y el que mayor valor ha tenido de los artistas. Además, nos ha resucitado a toreros que, por nuestra época, no habíamos visto, como Joselito ‘El Gallo’». Salinas, por su parte, expone que «el mejor torero de la historia es para los que han visto a Morante y a otros tres. No ha sido nunca de mi devoción pero el otro día en Marbella me sorprendió por su exposición. El Morante de esta temporada sí que me convence».

El mejor o no de la historia, Morante está resucitando la tauromaquia. Llena las plazas y educa con su toreo. Está en su plenitud. Y tomó la alternativa en Burgos.