La Vuelta se prepara este miércoles para la flamante actuación en Catalunya después de un periplo de cuatro días que ha llevado a la carrera a recorrer la región italiana del Piamonte y a realizar la primera visita de la historia a los Alpes del Tour que, desgraciadamente, sólo ofrecieron a la prueba imágenes de postal más que de pelea sobre una bicicleta.

Figueres, primero, luego Olot, para llegar a Andorra y desde el pequeño país pirenaico dirigirse hacia el Pirineo de Huesca atravesando el Cantó -visitado también por la Volta y el Tour-, para pasar luego por Sort, La Pobla de Segur y el Pont de Suert, en tres días que adquieren no poca trascendencia en una primera semana de lucha por la general que finalizará el domingo con la ascensión a la riojana cumbre de Valdezcaray.

Cuatro días de viaje por Italia y Francia han dejado claro varias cosas; la principal, es que Jonas Vingegaard ha venido a ganar la Vuelta y que un francés llamado David Gaudu, en una forma exquisita, quiere también pelear por la preciada prenda con la que se vistió este martes en su país, en una cuarta etapa resuelta al esprint con la sorprendente victoria del británico Ben Turner, que no aparecía en ninguna quiniela, que sólo llevaba dos triunfos en cinco años de ofició profesional y que batió nada menos que a Jasper Philipsen que era el gran favorito para ganar al esprint después de que el paso por los Alpes -Montgenèvre, primero, y Lauteret, después- quedase simplemente como una anécdota en la historia de pasado y presente de la Vuelta.

Los Alpes se desperdiciaron lo que también era previsible en una etapa de casi 207 kilómetros. Atacar en las cuestas alpinas era una locura, como ir a un matadero, con los ciclistas apenas cansados en tres etapas previas donde todo se ha resuelto en los últimos kilómetros y los corredores, salvo cuatro aventureros, han ido a rueda.

Se pisaron las carreteras del Toury los ciclistas vieron a lo lejos magnas cimas de la Grande Boucle como el Izoard, el Galibier y Alpe d’Huez, que tiene todos los números para regresar el año que viene al menú ciclista de julio. Llegó el esprint, con varios contactos que acabaron en sustos, y todos se fueron rápidos y veloces a los autocares: ducha y hacia el aeropuerto de Grenoble que había que volar hasta Girona.

Posiblemente, para quitarse presión, para dejarse por un día de protocolos (podio, control antidopaje y entrevistas), dio la impresión de que Vingegaard no ponía mucho interés para conservar el jersey rojo que entregó a Gaudu y que ganó por mejores puestos en la suma de llegadas superadas hasta ahora.

Todo será distinto en Figueres, en una contrarreloj por equipos de 24 kilómetros se premia el trabajo en conjunto, el esfuerzo de los Visma para que Vingegaard azote a los rivales, la hora de la reconquista del UAE con Juan Ayuso y Joâo Almeida y las claras intenciones del Lidl Trek para asaltar el liderato en la figura de Giulio Ciccone. Muy complicado lo tendrá este miércoles Gaudu para mantenerse al frente de la Vuelta.

La capital ampurdanesa tendrá la ocasión de vivir en directo toda la emoción de una etapa de la Vuelta, carrera que nunca ha pasado por los territorios, principalmente por problemas más políticos que deportivos. Curiosamente, la ronda española pisa el Alt Empordà de la mano de los responsables de Junts, que han visto en la prueba un extraordinario escaparate para vender las comarcas gerundenses, y de paso la Costa Brava, en un plano internacional más allá de la marca España siempre asociada a la carrera.

No hay ninguna duda de que este miércoles habrá una gran respuesta popular en una etapa que empezará y acabará más tarde lo habitual, entre las 16.37 y las 18.30 horas. Se empieza tarde porque sólo los corredores han volado; el resto del personal de los equipos ha tenido que trasladar los vehículos desde los alrededores de Grenoble hasta Girona, lugar de pernocta de buena parte de la caravana de la carrera. Mucho camino, Alpes sin apenas sal y la esperanza de vivir una ‘crono’ por equipos que sirva para amenizar un nuevo combate deportivo en la pelea por el jersey rojo en unas tierras ampurdanesas que andaban muy escasas de Vuelta.