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Aunque no escribieras el reportaje nos daría igual, nos ha venido muy bien juntarnos y recordar aquellos tiempos», confiesan al acabar la entrevista los cuatro “pilindrajos” que se han reunido en Cascante para recuperar la memoria de uno de los grupos del Rock Radikal Vasco más olvidados, a pesar de que en los ochenta era habitual verlos actuar y todos aquellos grupos a quienes teloneaban quisieran que el Suizi, el Patxarán, el Adonis y el Pirulo -ese era el nombre de los títeres− representaran sus canciones.

Fueron años de furgoneta, encontronazos con la Guardia Civil, bolos atropellados que se sabía cómo empezaban −normalmente, tarde y con el público ya muy “predispuesto”− pero nunca cómo podían acabar… Años vividos a toda velocidad, como un ciclón, en los que la vida pendía de un hilo, pero se apuraba, sin miedo, de un trago.

En realidad −eso me lo callo−, mi intención tampoco era escribir exclusivamente sobre Los Pilindrajos. Había contactado con el tudelano Manuel Aliaga “Txapas”, el único superviviente de Riki-Rake que sigue dedicándose todavía al mundo de los títeres, para incluir un pequeño testimonio en otro reportaje más amplio sobre ventrílocuos, titiriteros, marionetistas… y le había preguntado si todavía conservaba los títeres de Los Pilindrajos y si era posible fotografiarlos. «Los guarda en Cascante Miguel Ángel», me contestó (se refería a Miguel Ángel Sánchez “Mi”, alma mater de la compañía y fabricante de los muñecos). «Vive en una casa en el campo, pero podemos ir a verle».

Miguel Ángel Sánchez acicala la cresta de Suizi, «frontman» de Los Pilindrajos. (Iñigo URIZ | FOKU)

Luego resultaría que en la casa de Cascante tan solo aparecería Suizi, uno de los cuatro muñecos, el que representa al cantante del grupo, pero, por contra, además de Manuel Aliaga “Txapas” y Miguel Ángel Sánchez “Mi”, acudirían a la cita otros dos de los miembros originales de Riki-Rake: Juantxi Bocos y Kiko Ortín. Y que la animada conversación entre estos viejos camaradas reconstruiría un mundo, acaso ya perdido, en el que los conciertos terminaban a pedradas contra la policía o el caché se cobraba en espuma o humo; un mundo en el que los artistas -quizás eso no ha cambiado- completaban su sueldo trabajando en la vendimia o recogiendo espárragos; en el que La Polla Records gritaba en un concierto seminal en Iruñea «¡Balduz por el tragaluz!» (en referencia al por entonces alcalde de la ciudad, Julián Balduz), Natxo Cicatriz entregaba a Los Pilindrajos una cinta con sus canciones, para que incluyeran alguna de ellas en el repertorio, o los Hertzainak contestaban «Los Pilindrajos» en las entrevistas, cuando les preguntaban cuál era su grupo favorito; un mundo que había que contar.

COLECTIVO HUMO

La cita es en Tudela, en primer lugar, con Manuel Aliaga “Txapas”, quien nos guiará en su coche hasta la casa en el campo de Miguel Ángel Sánchez “Mi”. Manuel Aliaga, tras su paso por Riki-Rake, fundó en 1991 el Colectivo Humo, con el que ha realizado y sigue realizando incontables montajes de teatro de títeres, talleres, cuentacuentos, clown… «Cuando me quedé solo pensé en llamarme Colectivo Uno, pero se lo conté a una amiga, que me entendió mal y me dijo ‘¡Colectivo Humo, qué bonito!’, y así se quedó», nos cuenta, mientras conduce en dirección a Cascante y nos pone al día: «Soy el único que ha aguantado con los títeres; bueno, que ha aguantado no, porque me gusta vivir así. No hay que madrugar para ir al trabajo, y además, como todo el mundo quiere ser ingeniero y esas cosas, no tengo mucha competencia. Aunque, bueno, yo también estudié, hice Psicología, pero como psicólogo era lamentable, muy poco profesional, utilizaba todo lo que me contaban para las representaciones con las marionetas. Así que sigo con eso, con las marionetas, de las que soy un friki, me interesa también todo el mundo de los cuentos tradicionales, el folklore… En realidad, cuando nosotros empezamos con Riki-Rake, éramos unos ingenuos y unos ignorantes, pero sin saberlo recogíamos una tradición de títeres bastante rebelde e iconoclasta, los títeres de cachiporra, la commedia dell arte, que pegaban o colgaban al abogado, al carabineri, a la misma muerte… Venimos incluso de los retablos de marionetas, que hacían representaciones sobre la Virgen, los Reyes Magos, en los pórticos de las iglesias, por eso se llamaban retablos; y yo siempre me he imaginado que hubo algún momento histórico que alguien, un titiritero como nosotros, colocó a San José delante del buey, y como se le veían los cuernos por detrás, la gente empezó a reírse… De ahí venimos, lo hacíamos sin querer, pero recogíamos esa tradición», termina su explicación Txapas, ya en Cascante, donde toma un camino embarrado en dirección a la casa de Miguel Ángel. Por delante de nosotros circula un ciclista, un jinete eléctrico, que nos va advirtiendo de los baches y socavones. Es Juantxi Bocos −informa Manuel− otro de los Pilindrajos, junto a quien llegamos finalmente a nuestro destino.

 En su taller de Cascante, otras de las criaturas creadas por Sánchez para diferentes espectáculos de marionetas. (Iñigo URIZ | FOKU)

¿Y ESTÁ ENERGÍA AHORA QUÉ?

Miguel Ángel Sánchez nos recibe a la entrada de su casa, que ha construido con sus propias manos, y nos dirige a un pequeño barracón o taller de trabajo en el que, asomando de abigarradas estanterías o colgando de las paredes −en las que hay pegado algún que otro cartel de viejos conciertos de Los Pilindrajos−, se amontonan herramientas, títeres, cabezas de kilikis… «Solo he podido encontrar a Suizi», nos muestra al frontman de los Pilindrajos, un títere delgado, de rostro afilado y pelo de fuego que recuerda al Johnny Rotten de los Sex Pistols. «Los otros, los he buscado pero no aparecen», se disculpa, mientras nos ofrece café y comienza a contarnos cómo surgió la idea de crear una banda punk compuesta por títeres: «Fue viendo programas de la tele como aquel que hacía Paloma Chamorro, ‘La edad de oro’, o yendo a conciertos de grupos como Leño, en los que cantaban todo aquello de las cucarachas asesinas… Salías de allí eufórico y pensabas: ‘¿Y esta energía ahora qué, qué hacemos con ella?’. Yo veía que fallaba algo, alguien que hablara, que metiera un poco de caña, que explicara de qué iba la canción. Nosotros, por ejemplo, entre canción y canción soltábamos todo tipo de improperios».

Juantxi aclara en este punto que Los Pilindrajos hacían básicamente play-backs de canciones de otros grupos, con esas largas proclamas punks entre ellas. «Era la manera de desahogar toda la rabia que sentíamos», añade Txapas. «Veníamos de recibir en las escuelas ‘Formación del espíritu nacional’, en verano ir a los campamentos… Y estábamos todos como una cabra. Yo, por ejemplo, en cualquier momento me desnudaba: me emborrachaba y me quitaba la ropa. Y lo de las marionetas nos vino muy bien, para cagarnos en Dios, en nuestros ancestros, en todo». Algo que corrobora Juantxi, quien confiesa que, por una parte, Los Pilindrajos le ayudaron a superar su timidez, parapetado tras el telón, y que emocionalmente le dieron estabilidad y autoestima en una época de bajón, tras una separación y una larga temporada en el paro: «Estaba todo el día drogado, fumando porros, y estos me dijeron que fuera a echarles una mano. Durante unos meses solo valía para mover las marionetas. Luego ya me fui recuperando».

Cartel de Los Pilindrajos. Fueron habituales en numerosos conciertos, a lo largo y ancho de Euskal Herria, compartiendo en ocasiones cartel con algunos de los grupos cuyas canciones interpretaban: La Polla Records, Hertzainak o Cicatriz, que propiciaron sus primeros bolos. (Iñigo URIZ | FOKU)

¡BALDUZ POR EL TRAGALUZ!

Miguel Ángel retoma a continuación el hilo para contarnos que la chispa germinal del grupo fue un concierto de La Polla Records en Iruñea: «Para entonces yo ya había hecho en la mili algún muñeco, y tenía toda esa rabia, esas ganas de hacer cosas. Todo cuadró cuando vi a La Polla en un concierto en la Ciudadela en el año 83. Por entonces era alcalde de Iruñea Julián Balduz, y Evaristo soltó aquello de ‘¡Balduz por el tragaluz!’. Yo pensé ‘A este lo van a detener’, pero a la vez me gustaba aquel descaro, porque además decía cosas que tú pensabas, parecía que te las quitaba de la boca… Te dabas cuenta de que todos veníamos de lo mismo, la represión en la escuela, la rabia contenida y las ganas de vomitar todo eso… Y, en fin, fue verlos y pensar: ‘¡Ya está! Nosotros podemos hacer lo mismo, pero con los muñecos’».

El despegue de Los Pilindrajos también tuvo que ver con Iruñea, como recuerda Kiko Ortín, quien acaba de llegar a la casa y se incorpora a la conversación entre bromas del resto de Pilindrajos («Este es el rico de la familia, el que ha hecho carrera», dicen, y explican que, tras su paso por Los Pilindrajos, Kiko se dedicó profesionalmente al sonido y la iluminación de espectáculos). «Con Los Pilindrajos empezamos a lo tonto, por los pueblos», comienza Kiko, «y un año nos subimos a los sanfermines, por nuestra cuenta, a actuar en las barracas políticas. Hacíamos dos o tres pases cada día y conseguíamos que, cuando actuábamos, pararan la música. Luego pasábamos la gorra. Mi hermana vivía en Orvina y dormíamos allí [Kiko es cuñado de Pepe Uruñuela, el abogado laboralista, quien, entre otros casos, llevó el de Gladys del Estal, la militante ecologista asesinada por la Guardia Civil en Tudela en una manifestación antinuclear, en 1979; junto con Uruñuela, Ortín frecuentó también a Lucio Urtubia, el famoso anarquista cascantino, en su casa de París].

«El caso es que empezamos a llamar la atención, salimos en la prensa», continúa Kiko. «Y un día vino una chavala entusiasmada, que dijo que teníamos que ir a un concierto, en el Labrit. Allí los primeros que actuaron fueron los Cicatriz, que para la segunda canción la gente estaba ya como loca, tirando las vallas, subiéndose por aquí, por allá, el Natxo pidiendo más cerveza, echándosela por encima… Y nosotros asustados, pensando qué íbamos a hacer, qué iba a pasar cuando apareciéramos con nuestros muñecos… Luego salió todo muy bien, el propio Natxo nos dijo que le habíamos gustado mucho. Y de allí nos salió una actuación en Gasteiz, que fue cuando Natxo vino con una cinta y nos pidió que metiésemos una de sus canciones. Elegimos la de ‘Botes de humo’. Así fue cómo empezó todo».

Carteles anunciadores de sus actuaciones, que comenzaron hace más de treinta años. (Iñigo URIZ | FOKU)

AÑOS FRENÉTICOS

A partir de este recuerdo fundacional, Los Pilindrajos ensartan en el relato un rosario de anécdotas que rescatan de los frenéticos años de carretera y manta que llegarían después, en su primera etapa, entre 1983 y 1990, anécdotas en las que no solía faltar la presencia de los diferentes cuerpos de seguridad, convertidos casi siempre en el último grupo en actuar, sin invitación, en los conciertos. «En muchos pueblos a los que íbamos llegábamos y ya había tanquetas de la Guardia Civil, esperando. Claro, nos contrataban mucho en gaztetxes y ayuntamientos de Herri Batasuna», explica Juantxi. «Yo creo incluso a veces nos contrataban para ir a provocar, aunque éramos marionetas, o precisamente por eso, porque las marionetas tienen esa ventaja, que pueden decir cosas que a ti igual no te dejarían. En Llodio, una vez, llegó la policía, cuando estábamos desmontando, los de las txosnas tirándoles de todo, y nosotros en primera fila, a lo nuestro».

Miguel Ángel recuerda también una actuación en un Festival Internacional de Títeres, en la plaza Unamuno de Bilbo, con la actuación igualmente finalizada. «¡Se montó una! Había por allí humo, fuego, pelotazos… Nosotros nos metimos para protegernos en donde teníamos nuestro escenario, que era una especie de concha. Y cuando llegaron los antidisturbios nos amenazaron: ‘¡Salgan o disparamos! ¿Qué hacen ahí adentro?’ y nosotros ‘Estábamos actuando, somos titiriteros’, que ahora lo piensas e igual era mejor no haber dicho nada, de hecho empezaron a pegarnos. ‘¿Este por qué suda?’, me señalaban, como si fuera una prueba de que hubiera hecho algo, no sé, tirar piedras, correr, cruzar un coche… y yo tratando de explicar que no, que era porque estábamos desmontando el escenario. Así hasta que apareció Santi, nuestro técnico [Santiago Mozo, otro de Los Pilindrajos originales, que no ha podido sumarse a la reunión] y les enseñó el contrato de la actuación. Luego la policía usó como parapeto primero nuestro escenario y nosotros allí dentro, oyendo como tiraban los pelotazos. Y luego nuestra furgoneta, que se quedó llena de bollos».

A pesar del ajetreo de aquellos años, no llegaron a vivir profesionalmente de sus actuaciones, con las que solo conseguían sufragar gastos, pagar el alquiler del local, el mantenimiento de la furgoneta o reinvertir en el propio grupo. «Como en aquella época se hacían muchos conciertos, nosotros éramos fácilmente ‘metibles’, como teloneros, o en cualquier hueco. A la gente le gustaba, aunque también hay que decir que teníamos un público cautivo, predispuesto, que muchas veces no venía en las mejores condiciones y no sabía si lo que estaban viendo eran marionetas o un grupo de verdad: les escupían, les tiraban cosas… Nos tomábamos aquello como una aventura. Y no cobrábamos mucho. A veces nos pagaban con cerveza, alguna vez hasta con costo, aunque bebíamos y fumábamos más de lo que nos daban y no salía a cuenta».

A lo largo de la entrevista, el resto de Pilindrajos (Adonis, Pacharán y Pirulo) no se dejaron ver, pero sí algunos de sus colegas. (Iñigo URIZ | FOKU)

LA SEGUNDA VIDA DE LOS PILINDRAJOS

En 1990, tras reflexionar sobre todo ello, sobre si debían de dar un paso a la profesionalización o no, Los Pilindrajos deciden separarse. Miguel Ángel Sánchez, el padre de las criaturas, se retira con Suizi y el resto de títeres, y otros miembros del grupo siguen montando obras con marionetas, como “Antxón y la determinación” o “El Avispero”, ya sin Los Pilindrajos, pero a rebufo de ellos, manteniendo los contactos, el circuito… «Subimos un peldañico de nivel», dice Juantxi, «con montajes más gordos, más gastos… Llegó un momento en que tuvimos que valorar si podíamos dedicarnos a ello. Y decidimos dejarlo. Txapas siguió por su cuenta con los títeres, Mi también, Kiko con su empresa de sonido e iluminación…».

Los Pilindrajos tendrían una segunda vida, de la mano de Miguel Ángel Sánchez “Mi”, que los recuperaría en 2009 y volvería a ponerse en ruta con ellos, con espectáculos como “Gimnasia para ciegos”, acompañado de Iosu Lizarbe, Oskar García, César Martínez o Ángel Kaido. De esta etapa es uno de los pocos testimonios audiovisuales que se pueden encontrar por la red, una actuación en el festival Alfarock de 2009, donde Pilindrajos Bai! aparecieron en el escenario entre los conciertos de Gatillazo y Boikot. Sánchez, por otra parte, también se enrolaría durante aquellos años en la elaboración de “Pendientes de un hilo” una película protagonizada por títeres, y participaría con Los Pilindrajos en el vídeo de la canción de La Polla “El avestruz”, además de preparar otros espectáculos de títeres, como uno dedicado a la historia de la txalaparta.

«Cuando nos juntamos parecemos los abuelos cebolleta», reconocen ahora, rememorando aquellos años de juventud. Tienen un buen recuerdo de la época y de aquel sentimiento, de aquel impulso juvenil, aquellas ganas de cambiarlo todo y exprimirle a la vida todo su jugo. Pero también confiesan que no sienten nostalgia y que, salvo en estos encuentros ocasionales, en su vida privada no suelen hablar mucho del tema. En todo caso, en todos ellos, en su conversación, en sus bromas y sus opiniones, en su manera de afrontar la vida, se reconoce todavía la chispa, el resplandor de aquel espíritu contestatario y punk, que encarnaron en Los Pilindrajos.

«Este ha sido siempre mi sombra», dice, de hecho, Miguel Ángel Sánchez, mientras el grupo posa para las fotos con Suizi al frente, al que Sánchez le peina el pelo colorado o le sacude el polvo de la pequeña chupa, al tiempo que se lamenta y se disculpa de nuevo por no haber conseguido encontrar al resto de títeres: al Pirulo (batería), el Adonis (bajo) y el Patxarán (guitarra). Quién sabe por dónde andarán. Tal vez tramando algo, tal vez rumiando juntos aquella frase con la que La Polla Records anunció su regreso a los escenarios: «Y yo que estaba muerto me he levantado. La última batalla me está esperando».

Miguel Ángel Sánchez manipula a Suizi, su alter ego. «Ha sido siempre mi sombra», dice. (Iñigo URIZ | FOKU)