Dos mundos separados. El boxeo y las artes marciales mixtas. Las disciplinas convivían, sin embargo, en una guerra fría constante. El pugilismo todavía era rey en los deportes de contacto. Generaba millones con sus compras por PPV, y poseía innumerables superestrellas, que hacían de cada categoría de peso un ecosistema repleto de grandes nombres, batallas y rivalidades. Pese a ello, el centenario deporte contemplaba el ascenso de las MMA con peligrosidad y, junto a las mismas, el surgimiento de un nuevo fenómeno fan: Conor McGregor.

El irlandés ya había logrado todo aquello que un artista marcial mixto podía adquirir en la UFC. Había vencido al mejor peso pluma de la historia, consiguió vencer a Nate Diaz en su revancha para borrar esa mancha en su historial de derrotas y acabó el año 2016 con dos cinturones de la compañía en su poder tras subir de categoría y ganar a Eddie Álvarez en la primera cartelera del conglomerado de Dana White en Nueva York. Tras su doble campeonato, The Notorious decidió parar, ante el inminente nacimiento de su primer hijo. Sin embargo, la estrella aseguró dar pistas de su futuro en sus intervenciones públicas.

«The fight is on». Cuatro palabras necesitó Conor McGregor para encender al mundo entero. El irlandés, tras años de especulaciones y meses de negociaciones, había llegado a un acuerdo con Floyd Mayweather para competir en un ring de boxeo ante el americano el día 26 de agosto de 2017, en Las Vegas. Money, que ya había dicho adiós al pugilismo en el año 2015, volvía a desempolvar los guantes tras dos años de inactividad. El colchón monetario era demasiado atractivo. Romper barreras, aún más. 

Había que trasladar la vista hasta el año 1976 para vislumbrar el primer combate entre un boxeador y un artista marcial mixto. Muhammad Ali acordó enfrentar a Antonio Inoki en Japón, en una pelea que duró 15 asaltos, pero que dejó a los espectadores con una extraña sensación tras ser testigos del revolucionario combate: el nipón pasó toda la batalla ante el estadounidense obcecado en castigar las piernas de la leyenda, mientras que el púgil de Louisville sólo alcanzó a su oponente con golpes sencillos. Una rareza sin igual. 

Mayweather, sin embargo, obligó a McGregor a realizar una transición al boxeo. La pelea iba a tener lugar bajo las reglas del pugilismo, en una batalla pactada a doce asaltos. El irlandés aceptó y, después de la firma de los respectivos contratos, llegó la hora de promocionar la pelea. Cuatro ciudades. Dos fenómenos del mundo de los deportes de contacto. Money y The Notorious vivieron en un jet privado durante todo el mes de julio de 2017: las estrellas visitaron Los Ángeles, Toronto, Nueva York y Londres para llevar a cabo ruedas de prensa que encendieron la pelea. Los insultos iban y venían, con dos leyendas de cada uno de sus deportes sobre la tarima. 

El T-Mobile Arena de Las Vegas iba a dictar sentencia. Los micrófonos no iban a servir de nada entre los cuatro laterales del ring. Mayweather Promotions había asegurado un cartel repleto de estrellas para los combates previos al gran colofón: Gervonta Davis, Badou Jack o Steve Cunningham fueron algunos de los peleadores presentes en las peleas previas al histórico enfrentamiento. Nombres de lujo para un pleito sin precedentes.

La campana sonó y Conor McGregor sorprendió al respetable. El irlandés logró cerrar rounds donde lucía mejor que Mayweather en el golpeo, algo que sorprendió a la esquina del estadounidense. Sin embargo, la calma en el propio púgil destacaba sobre cualquier otra cosa y, cuando Money ya no quiso dejar escapar a The Notorious, comenzó el principio del fin de aquel valiente artista marcial mixto.

Floyd Mayweather noqueó a Conor McGregor en el décimo asalto, después de dejar al irlandés lucir sus mejores golpes en los rounds iniciales. Casi como si el americano hubiera jugado con el artista marcial mixto, cuando decidió poner fin a la pelea, The Notorious sucumbió ante la propuesta de Money, que había asegurado un récord inmaculado de 50 victorias como profesional sin conocer derrota alguna. Así, el estadounidense dijo adiós al deporte de manera definitiva: con 500 millones de dólares bajo el brazo y tras capitalizar un pleito que ya había dejado su rúbrica en los libros de historia.

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El derrotado Conor McGregor abandonó el ring con el respeto del universo pugilístico, y con 100 millones de dólares asegurados como bolsa del combate. El irlandés invirtió su dinero en su propia marca de whiskey, Proper Twelve, en algo que muchos expertos en las MMA califican como el principio del fin de la carrera de The Notorious como peleador en las artes marciales mixtas. El dinero cambió el rumbo vital del doble campeón por completo y, envuelto en polémicas durante los años venideros, la llama de aquel valiente competidor menguaba a pasos de gigante. A veces, hacer historia no garantiza la grandeza eterna.