Desde su enérgica e impresionista secuencia de arranque –donde la cámara sigue el veloz tránsito en bicicleta de una familia que veranea por la ribera del Danubio–, ‘Estrany riu’ (‘Extraño río’) pone de manifiesto la capacidad del cine para capturar las fluctuaciones del mundo. Esta exuberante apertura, cuyo acompañamiento musical trae a la memoria las fanfarrias wagnerianas, no solo ilustra el ímpetu sensorial de la encomiable ópera prima de Jaume Claret Muxart –el encuadre se deja embriagar por el paso de las arboledas y el movimiento de los cuerpos–, sino que también perfila el núcleo conceptual de una película centrada en el universo de la adolescencia. Porque no hay otra etapa vital en la que las emociones se arremolinen con tal intensidad, o en la que las certezas y las dudas intercambien sus roles con la misma presteza. En la más tierna juventud, la de los primeros amores y las mayores incertidumbres, todo oscila con enorme celeridad, y Claret Muxart asume el reto de representar la esencia de esas transformaciones con lucidez, sensibilidad e incluso un cierto sosiego.

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Sobre el papel, la propuesta de ‘Estrany riu’ –centrada en el despertar romántico y homosexual de un chico llamado Dídac (Jan Monter, una revelación)– invitaría a imaginar una película líquida, centrada en la cualidad vaporosa de las emociones y experiencias adolescentes. En este sentido, el trabajo de Claret Muxart se adhiere a la corriente naturalista del cine europeo contemporáneo, liderada por autoras como la francesa Mia Hansen-Løve y las catalanas Carla Simón y Meritxell Colell –esta última figura como la coguionista de ‘Estrany riu’–. La cámara del director barcelonés recorre los cuerpos de sus personajes en busca de indicios de gozo y melancolía, mientras que el montaje se acelera puntualmente para llevar al cine el concepto de la “fuga musical”. Además, cuando se trata de cimentar un núcleo temático, como puede ser la idea del coming of age, la película logra expresarse casi sin palabras. La idea del “crecimiento” toma la forma de los típicos dolores de piernas de la infancia, las masturbaciones a escondidas, o un paseo nocturno en el que la mano de Dídac se desprende de la de su madre (Nausicaa Bonnín).

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Todo lo apuntado anteriormente perfila ‘Estrany riu’ como una obra física, sensual y evanescente. Sin embargo, los mejores pasajes de la película aparecen tocados por una poderosa gravedad, una robustez mucho más germánica que francesa. Este crítico disfrutó especialmente de una secuencia en la que la familia protagonista hace parada en una antigua escuela de arte y diseño del sur de Alemania. El padre (Jordi Oriol) instruye al resto de miembros del clan en las maravillas del racionalismo arquitectónico, con sus líneas sencillas, su funcionalidad y su renuncia a una ornamentación excesiva. Estas cualidades también afloran en los encuadres y el desarrollo narrativo de ‘Estrany riu’, que se estructura a partir de una serie de bloques que van presentando variaciones sobre los temas centrales de la película: el primer amor, la sexualidad, la necesidad de alejarse de la familia cuando aún se la necesita, y finalmente el misterio de la creación artística, en sus formas arquitectónica, literaria, actoral… Sin abandonar nunca del todo el naturalismo etéreo de Hansen-Løve, ‘Estrany riu’ encuentra su mejor aliado en el formalismo poético de la alemana Angela Schanelec.

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Y puestos a reivindicar el aliento germánico de ‘Estrany riu’ –un film con forma de bildungsroman (la novela de aprendizaje teutona)–, nada mejor que vincular la vertiente alegórica de la película con el romanticismo alemán. Abrazando la pasión de los románticos por la figura de la ninfa –que Christian Petzold recuperó hace no demasiado en ‘Ondina’–, Claret Muxart embriaga su ópera prima con unas pinceladas de fantasía que avivan la relación entre la obra y el espectador. En la película, un viejo recuerdo de juventud de la madre se transmuta en un viaje fantasmagórico, en el que Dídac vive su particular iniciación a la libertad y el deseo, un poco a la manera de la escapada insular de ‘Un verano con Mónica’ de Ingmar Bergman.

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Y es que el Danubio, con su presencia imponente y al mismo tiempo inasible, se convierte en el escenario de aventuras que colindan con los límites de la realidad. En ‘Estrany riu’, todo fluye y todo sedimenta, y lo hace esquivando continuamente la idea del “conflicto dramático”, algo en lo que Claret Muxart sintoniza con el trabajo de la directora francesa Céline Sciamma, que en ‘Petite maman’ conquistó una cumbre del cine alegórico, espectral y profundamente afectivo. Esa parece ser la cima hacia la que se encamina Claret Muxart, que con su prometedor debut inicia una trayectoria que habrá que seguir de muy cerca.

Para sentir (o recordar) la magia de los despertares juveniles

Lo mejor: El equilibrio entre ligereza y gravedad.

Lo peor: La película interpela directamente a quienes observan la juventud de cerca. Y más tangencialmente a los que la oteamos desde la distancia.

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Ficha técnica

Dirección: Jaume Claret Muxart Guion: Jaume Claret Muxart, Meritxell Colell Reparto: Jan Monter, Nausicaa Bonnín, Jordi Oriol, Bernat Solé, Francesco Wenz, Roc Colell País: España, Alemania Fecha de estreno: 03‑10‑2025 Género: Drama, Adolescencia, Familia Duración: 106 min.

Sinopsis: Los hermanos Dídac (16) y Biel (14) viajan en bicicleta siguiendo el curso del Danubio junto a su familia. Entre los bosques y las aguas del turbulento río conocen al misterioso Alexander. Cuando el río se ensancha, Alexander seduce a Dídac, que, al igual que el Danubio, está creciendo a pasos agigantados.

Headshot of Manu Yáñez

Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.