El oro acelera con fuerza y encadena sin pausa desde el año pasado récords históricos, impulsado por la incertidumbre geopolítica, la debilidad del dólar y el regreso del proteccionismo bajo el mandato de Donald Trump. El metal precioso marcó este viernes un nuevo máximo sobre los 3.440 dólares y acumula ya una subida cercana al 70% desde 2024. Los analistas siguen viendo razones para que el impulso continúe en los próximos meses: coinciden en que las tensiones comerciales, los riesgos geopolíticos y la expectativa de recortes de tipos en Estados Unidos han reforzado su papel como activo refugio.

John Reade, estratega jefe del Consejo Mundial del Oro (CMO), una asociación formada por las principales empresas mineras de oro del mundo, destaca que el escenario “más probable” es un repunte de hasta el 5% en lo que queda de 2025, una opinión de consenso que se ha reforzado la publicación de datos económicos más débiles en EE UU, especialmente en el mercado laboral. En su opinión, “los mercados están subestimando el impacto de los aranceles sobre la inflación y el crecimiento”, lo que podría forzar a la Reserva Federal a recortar tipos de interés —las probabilidades en este momento son del 87% para la reunión de septiembre—, y ese es un catalizador clave para los repuntes del metal precioso.

El oro se encarece más del 30% en 2025 pero el CMO estima que el rally puede llegar hasta un 40% si surge de forma más clara un escenario económico adverso como estanflación, recesión o pérdida de liderazgo económico de EE UU. Chris Mahoney, gestor de inversiones en metales preciosos de Jupiter AM, refuerza la tesis alcista para el oro con un argumento de corte histórico: “Los rendimientos medios del segundo semestre, desde 1971, han superado los del primero. La exposición actual es baja, además, lo que deja margen para que entren inversores, tanto institucionales como minoristas”, explica.

Casas de análisis como UBP o UBS prevén una onza de oro en los 4.000 dólares a finales de este año, desde los 3.440 actuales. Goldman Sachs, por su parte, sitúa el metal precioso en los 3.700 dólares y JSS SAM en los 3.600. Ian Samson, gestor de fondos multiactivos en Fidelity International, añade que “nunca se había visto esta escala de incertidumbre” en los mercados financieros, con unos efectos sobre la volatilidad que “aún están por disiparse”. A ello suma otro factor favorable al encarecimiento del oro, el tamaño del déficit presupuestario de EE UU. En su opinión, “esta combinación —crecimiento débil, inflación en torno al 3% y presión fiscal— refuerza el atractivo del oro como refugio seguro, especialmente frente a un dólar en retroceso”. Y agrega: “El oro compite de tú a tú con el billete verde como depósito de valor”.

Opciones de inversión

George Cotton, gestor de materias primas en J. Safra Sarasin Sustainable AM (JSS SAM), va en la misma línea. El analista recomienda mantener entre un 5% y un 10% de la asignación de activos en oro “para protegerse de riesgos y para reforzar la diversificación en un entorno de alta correlación entre activos tradicionales”. El consejo ya lo aplican en UBP. Norman Villamin, estratega jefe en la firma suiza, explica que hace dos años no tenían “nada en oro”, pero hoy ya “representa el 10% de la cartera”. Mientras, otros analistas redoblan las apuestas. Como Giulio Buoncore, director de la oficina en España de Degussa —firma alemana especializada en inversión en metales preciosos—, quien propone una cartera “verdaderamente resiliente” con asignaciones que oscilen entre un 20% y un 30% de la cartera en oro físico.

“No solo por su valor como refugio”, explica, sino por su “capacidad de preservar soberanía financiera en escenarios de alta fragmentación geopolítica y riesgo regulatorio”. Su receta incluye “blindar el patrimonio” con activos tangibles: plata, bonos de gestión flexible, inmuebles y liquidez táctica para “capear crisis monetarias, impagos soberanos y hasta restricciones digitales que podrían dejar inoperativos otros instrumentos financieros”.

Pero no siempre es fácil guardar lingotes en casa y almacenarlo en cámaras de seguridad tiene su precio. Por eso los analistas buscan alternativas para entrar al mercado dorado, que además inyecten liquidez a la inversión. Charlotte Peuron, gestora en Crédit Mutuel AM, señala que el sentimiento de protección ha calado entre inversores occidentales, antes poco expuestos al oro y al sector minero, y que buscan una forma de exposición sin tener que adquirir un trozo del metal. “El interés por los fondos cotizados (ETF) respaldados por oro físico ha crecido, especialmente entre inversores institucionales europeos y norteamericanos”, dice Peuron.

Goldman Sachs prevé que dicha tendencia se acelere si la Fed recorta tipos, lo que bajaría los rendimientos reales de otros activos en EE UU y reduciría el coste de oportunidad de tener oro. “Aunque los flujos hacia ETF han repuntado, el posicionamiento especulativo sigue siendo bajo, lo que deja margen para nuevas entradas”, dicen en un informe los analistas del banco estadounidense.

Peuron agrega que “si el oro mantiene su escalada y las mineras controlan los costes, sus márgenes podrían ampliarse”, lo que también abre el abanico de inversión a valores mineros cotizados. Ned Naylor-Leyland, gestor de metales preciosos en Jupiter AM, subraya que “las empresas extractoras están bombeando tesorería” y que los beneficios de estas empresas crecen, mientras que sus valoraciones siguen por debajo de la media histórica. “El oro y la plata son dinero real, los gobiernos y los bancos centrales no pueden imprimirlos”, afirma, y defiende que “las acciones mineras suelen amplificar los movimientos del oro: si el oro sube, ellas tienden a subir aún más”. Algunos valores asociados a la dinámica minera son Harmony Gold Mining Company, Equinox Gold Corp o Anglogold Ashanti, que arrojan subidas de hasta el 139% en el año.

El apetito institucional puede subir

Los futuros del oro llegaron a superar este año la barrera de los 3.500 dólares por primera vez en la historia, en la búsqueda de refugio ante las tormentas generadas en los mercados por Trump. Los bancos centrales, que en 2024 fueron los actores destacados en el calentamiento de los precios, han aminorado el ritmo de compra este año, si bien prometen seguir siendo un actor clave en el encarecimiento del oro. “Las adquisiciones de los bancos centrales están en niveles más bajos en 2025 que en 2024”, reconoce Reade, pero marca un paréntesis: “Si el [precio del] oro se mantiene en torno a los 3.300 dólares, esperaría ver un aumento en las compras en el próximo trimestre por parte de los bancos centrales”.

Otros expertos ven muy probable que los encargados de la política monetaria sigan jugando en el tablero áureo. El estratega de divisas en JSS SAM, Claudio Wewel, apunta a que “la imprevisibilidad de la política estadounidense mantendrá fuerte la demanda institucional del metal” y varias encuestas apuntan en la misma dirección. La última, elaborada por el CMO, muestra que el 95% de los custodios de valor creen que las reservas globales de oro seguirán creciendo en los próximos 12 meses, una sensación que está alineada con los resultados de la encuesta hecha por UBS a 40 bancos centrales.

De los organismos que respondieron al CMO, cerca de la mitad admitió que planea aumentar las tenencias propias este año. A cinco años vista, tres de cada cuatro bancos centrales anticipan que el oro ganará peso en sus reservas y ninguno prevé reducir su exposición al metal precioso. “Las compras de los bancos centrales han alcanzado máximos históricos durante tres años consecutivos”, subraya George Cotton, gestor de materias primas en JSS SAM, y la tendencia se cristaliza a medida que avanza el proteccionismo de Donald Trump.

Dólar a la baja

Hay otras razones por las que los inversores atesoran el metal precioso. El eje estructurador del sistema financiero contemporáneo es el dólar. Hoy, con la erosión de la confianza en las instituciones estadounidenses —un síntoma: los repuntes de la rentabilidad de los bonos del Tesoro tras las amenazas de Trump de retirar a Powell del cargo—, los inversores han comenzado a rebajar progresivamente el peso del dólar en las carteras. En lo que va de año, el medidor DXY muestra que el dólar se encuentra casi un 10% más débil respecto a otras monedas en el mundo.

La búsqueda de activos refugio por parte de bancos centrales, inversores institucionales y minoristas está redefiniendo el papel del oro en las estrategias de inversión. Aunque su cotización ha sido volátil, el sesgo alcista se ha mantenido, y las políticas de Donald Trump, especialmente sus ataques a la Reserva Federal y su retórica proteccionista, han sembrado dudas sobre la estabilidad del dólar como divisa de referencia global. Esa erosión de confianza ha alimentado el apetito por el oro, que esta semana marca un nuevo máximo.

Aún queda un episodio clave en el aire: los aranceles. La amenaza de imponer un gravamen del 39% al oro exportado desde Suiza —el mayor centro de fundición del mundo— a Estados Unidos provocó una fuerte reacción en los mercados a principios de agosto. Falta todavía un pronunciamiento oficial por parte de las autoridades aduaneras estadounidenses, pero la noticia generó un diferencial de más de 100 dólares entre el precio al contado y el de los contratos de entrega futura, una anomalía que refleja la tensión en el mercado. Trump, posteriormente, aseguró en su red social que “el oro no tendrá aranceles”.

Pero la incertidumbre persiste y, para mitigar riesgos, la cadena de suministro ya se está reconfigurando. Desde la fundidora española Sempsa explican que sus “clientes están instalando fábricas de procesamiento rápido en Dubái (sin impuestos), y en lugar de enviarles semiproductos desde la Indiaque ahora tiene un arancel del 50%—, los abastecemos directamente allí”.