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Mide solo entre tres y cuatro centímetros pero ha cerrado playas, causado temor a los bañistas y ha desbancado a las mismísimas medusas en lo que a alarmas a pie de orilla respecta. El dragón azul, una diminuta y preciosa babosa que no se suele prodigar en el Mediterráneo, se ha ganado un primer puesto en el podio como non grato protagonista del verano. De un vistoso color azul, verlo nadar haciendo piruetas sobre el agua es tener ansias súbitas de tocarlo pero ¡alto ahí! Si el dragón azul ha conseguido que suenen todas las señales es porque es altamente urticante. 

¿Qué caracteriza exactamente al dragón azul? ¿Qué ocurre realmente si lo rozas? ¿Qué debemos hacer en caso de picadura? ¿Por qué se comporta así? 

Condiciones en la Tierra primitiva

El dragón azul, Glaucus atlanticus, es un nudibranquio pelágico. Esto significa que, igual que todas las especies pelágicas, sean animales o vegetales, vive en aguas abiertas medias y superficiales y evita el fondo marino y la costa; sin embargo, es posible que el dragón azul, arrastrado por corrientes y por el aumento de temperatura del agua, aparezca de vez en cuando a pocos metros de la playa, como ha sucedido ahora. 

En general habita aguas templadas y tropicales, es fiel a los océanos Atlántico e Índico y surfista habitual en Sudáfrica y Mozambique; hasta 2021, hacía ¡300 años! que no se documentaba en el Mediterráneo. Una vez más, el culpable más señalado es el consabido y documentado cambio climático que se manifiesta con el aumento de temperatura del agua marina y una meteorología cambiante que incluye corrientes que permiten arrastrarlo hasta aguas que, en teoría, deberían ser más frías.

En su parte dorsal presenta un color azul plata mientras que su vientre es azul pálido. Flota y nada sobre su espalda gracias a la ingestión de aire que en forma de burbuja puede mantener en su estómago y desplazarse así boca arriba sobre la superficie. Se mueve con gracia y acrobacias como una nadadora de sincronizada. Tiene seis apéndices a lo largo del tronco llamados ceratas que a su vez poseen varias terminaciones y sus tonos azules, en todas las partes de su cuerpo, están adornados por vetas un poco más oscuras que recorren su tronco. Este despliegue cromático engamado está firmemente relacionado con su subsistencia como especie: su deber, como todas ellas, es camuflarse para defenderse de sus depredadores y buscar alimento.

En el sustento que necesita reside la razón de su tóxica picadura. Glaucus atlanticus se alimenta de diversos hidrozoos pero su plato favorito es una medusa, la carabela portuguesa, Physallia physales, que es altísimamente urticante. Consume ejemplares de esta especie enteritas y mientras lo hace, almacena y selecciona las toxinas, llamadas cnidocitos, para su propio uso. Las deposita en las ceratas, esas terminaciones visibles que concentran la toxicidad, de ahí que estas acaben siendo la zona más urticante. Importante saber que las ceratas se activan por presión, y no por roce o por un contacto accicental, por tanto, hay que manosearlas de algún modo para que piquen. Huelga decir que los humanos y nuestra sangre no somos alimento para el dragón azul así que, igual que sucede con las medusas, nunca van a husmear nuestra piel a distancia, ni nos perseguirán, ni les llamamos la atención, ni irán a por nosotros: son los encuentros accidentales -estamos en su medio- los que nos afectan.

La picadura del dragón azul es dolorosa. Más urticante que la que nos puede producir cualquiera de las especies de medusas habituales que encontramos en el Mediterráneo, aunque parecida a la de las carabelas portuguesas, que igual que los dragones azules también han aparecido puntualmente cerca de las costas mediterráneas y en Gibraltar. En algunos casos extremos, en personas más sensibles o con determinadas alergias, puede provocar mareos, vómitos, malestar y dolor de cabeza. Si recibimos una picadura, se recomienda que -tal como haríamos con la de una medusa- nos lavemos la zona afectada con agua salada de mar y apliquemos algún paño frío, pero no hielo y nunca vinagre o alcohol. Aunque no debería ir a más, se recomienda siempre que en caso de que la picadura empeore, visitemos con urgencia un servicio médico.

¡Hasta la semana que viene!

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