Es Ed Brubaker y entonces ya sabemos de dónde venimos. No puedo olvidar las grapas de Slepper, los tebeos de Capitán América, la versión de The Authority. Reedición de Gotham Central. No tan bueno en La Patrulla X. Ah, claro, y el Proyecto Marvels. No sabemos, claro, hacia dónde vamos, pero será oscuro, inquietante, noir. Seguro que es noir. Cultos demoníacos sin demonios. El recuerdo de la familia Manson en el imaginario colectivo en el final de los años noventa. Recuerdos inducidos, con el contraste de las viñetas, el color, rojo cálido, los azules de noche, el púrpura de muerte, un cigarrillo y sangre. Un poco de yerba. Es LAS CASAS DE LOS IMPÍOS editado por Ed Brubaker / Sean Phillips / Jacob Phillips por Norma.

Una persona materialista, en el modo político, casi religioso, obviando la filosofía, tocar y ver, una cruzada capaz de desprogramar sectas. Amebas, drones programados. Moteles de lascivia y frío, sangre, no lo olviden, sangre de policía, cine negro: la duda constante, es cierto, es falso, ¿y el demonio? ¿Qué son los demonios?

Calabozos de tinieblas, los seis de Satán, que suena a grupo de rock duro, la música heavy, escuchar los vinilos al revés: de dónde saldrá todo, de jugar con figuras de los Masters del Universo, la de Skeletor y She-Ra. Pon los vinilos, al revés, provocar que crezca la semilla de la paranoia, de la leyenda urbana. No puedo dejar de pensar en el Ministerio de la verdad, una y otra vez, emparentada con otra de las colecciones que publica Norma. Antes de internet, pequeñas señales, grumosas, completas, que crecen en los recreos, en las calles, en las primeras tiendas de tebeos y rol. Satanás es omnipresente, no busquen túneles secretos, acudan, sí, lo repito, al Ministerio de la verdad (imagina que están conectadas, las dos historias, los dos universos). El delirio más absoluto. Una descripción de lo más horrendo de una película, imposible. Imagina que fuera cierto. Si fuera así: TODO EL MUNDO ESTARÍA DESTRUIDO Y CONTROLADO CON EL MAL. El mal puro que se alimenta de niños.

Pasado y presente. El FBI y una road movie. Todo es imitación, ritual, recuerdos, fascinación. Asesinos posteriores. Treinta y cinco años tarde. Chiflados, imitadores, obsesivos que se alimentan, golosos, de los macabros detalles en internet. Unos recorriendo autovías y carreteras, de motel en motel, otro en su habitación, alimentándose de comida procesada. Rojo es el pasado, rojo es el infierno.

Escapar de casa, estar marcado por ser la niña diabólica, ¿y si los padres estuvieran más obsesionados que ellos? Natalie Burns (Arde en el infierno).

La carretera, adentrándose en el recuerdo, ¿qué es cierto? ¿Qué es inventado? «Yo veía en ellos las preguntas, cómo bullían en sus ojos». ¿Histeria colectiva? Grace, la monitora, que sujetaba mi mano mientras me enseñaba a patinar y acabó suicidándose. Cicatriz, un cuarto rojo. Un libro, las terapias, otra chica, la imitación, cuando nos llamaron a su despacho: YA SABÍAMOS QUÉ RESPONDER.

Un dolor, un juego de la memoria. Tiene que ver con el estado analógico. Sé que no fue elevada a templos secretos, ni torturada por demonios. Pero tengo recuerdos de ellos y también pesadillas. Creía que si tenía más imágenes acumuladas en su cabeza acabaría sobreescribiendo, olvidando. Debería haber ocurrido.

Esos recuerdos satánicos. Fundidos con los de su infancia. Como plastilina de distintos colores.

¿Quién eres? Necesito tu sangre. Un símbolo, un hermano pequeño, que la locura se extienda a través de la genética. Sangre y delirio. Una tabla ouija en los estantes del Toys-r-us. Ya sabíamos de eso en España. Una historia de familia, claro, disfuncional, arcana, inventada, huir de la fama, de la destrucción. Brendan, el hermano, lee El enigma sagrado de Henry Lincoln, Michael Baigent y Richard Leigh, que nos lleva a Iker Jiménez o J.J. Benítez. Información en la red, que es una fuente incontrolada, Thomas Jefferson, saga Bond, paranoica, francsmasones, Skull&Bones, tierra plana, tierra agujerada. Otra vez la conexión con el Ministerio de la Verdad. Ojo, ese es el argumento de Mátrix, querida hermana. Es gnóstico, gnóstico.

Moteles, alcohol contra el dolor, marihuana para irse a dormir, embotar los pensamientos, un poco de sexo: «No despeja mi cabeza de ningún problema. Me ayuda a dormir». Fuego, iglesias, violencia, claros, oscuros, negro, blanco, oscuridad, sol, cenizas.

El hijo de Satán: muchos comienzos, ningún final, 666, las películas del Anticristo, Damian, la semilla del diablo, Blake Snyder, dios Pan, un túnel, bebés, una niña, una mujer, las cuevas, México, sin rastro, ¿pero esto dime por qué sucede? México, Barry Gifford, Perdita Durango, datos y teorías enterradas profundamente en foros de internet de finales de los noventa. Vudú, magia de sangre, mayas. NO era el diablo. Era la sociedad, el hambre: gente que extraña los días donde eran el foco de atención.

Volver a casa, el hermano, el compás tiene el radio cada vez más pequeño, la escala logarítmica, el tatuaje del laberinto, los amigos vigilantes nocturnos, las calles escondidas en la ciudad, moviéndose, puertas que se abren, cierran: volver al lugar donde todo paso. O no.