La cinefilia tiene como una de sus máximas la idea de que los grandes cineastas hacen una y otra vez la misma película, con pequeñas variaciones. Bajo este prisma, la figura de Guillermo del Toro emerge como el paradigma del autor total, un director que, título tras título, construye universos fantásticos con la intención de celebrar la singularidad e inocencia humanas, y para denunciar el carácter despótico de las figuras institucionales y normativas. Nadie ama a los monstruos como Del Toro, y su flamante versión de ‘Frankenstein’, producida por Netflix, vuelve a confirmarlo.
Getty Images
Así, el director de ‘El laberinto del fauno’ convierte al personaje de Victor Frankenstein, el prometeico creador de vida, en el villano de la ficción, mientras que la criatura surgida de la ambición ególatra del científico brilla como una sublimación de la candidez y la ternura. En este sentido, podría argumentarse que la mirada de Del Toro suele inclinarse hacia un cierto maniqueísmo. En sus películas, la maldad y la bondad se manifiestan en una perfecta e invertida oposición de claros y oscuros, siendo las tinieblas el territorio privilegiado de las verdaderas emociones humanas. ¿Pero quién podría reprochar a Del Toro su interés por la escritura arquetípica cuando sus películas abrazan con absoluta convicción la forma fabulística?
Getty Images
Para comprender las intenciones de Del Toro, resulta revelador comparar su ‘Frankenstein’ con el original de Mary Shelley, la escritora que revolucionó el género de terror y nuestra comprensión de lo humano cuando, con apenas 21 años, publicó la novela ‘Frankenstein, o el moderno Prometeo’ (la leyenda dice que la escribió habiendo cumplido apenas 18 primaveras). Del Toro se mantiene fiel a la estructura de la novela, con su prólogo y sus dos partes, centradas en las turbias peripecias de Victor Frankenstein (encarnado por un enérgico Oscar Isaak) y de la criatura surgida de las manos del científico (un Jacob Elordi que aúna suavidad y brusquedad en una excelente interpretación).
Getty Images
Sin embargo, Del Toro moldea cada episodio del relato a placer, cincelando una transparente oda al candor primigenio del ser humano, así como una denuncia de su corrupción a manos de las fuerzas sociales, siempre supeditadas al ego, las jerarquías y la violencia. Por ejemplo, llama la atención la negativa de Del Toro a otorgar a Frankenstein ninguna gracia, ni siquiera la del amor recíproco, que sí fulguraba en la novela de Shelley a través de la relación de Víctor y Elizabeth. En el film de Del Toro, el personaje de Frankenstein solo llegará a conocer el amor a través de la relación edípica con su madre, un factor traumático que lo acompañará en su trágica odisea vital.
Getty Images
Por su parte, la criatura cosida y devuelta a la vida adquiere en la película de Del Toro una voz narrativa primordial, mientras que su apetito homicida aparece reducido a la mínima expresión. Además, hay que tener en cuenta la caracterización de la criatura, que permite al espectador apreciar su fisonomía y complexión humanas, en detrimento de la deformidad que se imponía en los humanoides encarnados por Boris Karloff y Robert De Niro en las versiones de James Whale y Kenneth Branagh. Incapaz de matar a una mosca si no es en defensa propia, y con una incontenible vocación benefactora, la criatura imaginada por Del Toro e interpretada por Elordi se asemeja al buen salvaje de Rousseau, emblema impoluto de una inocencia interrumpida por la brutalidad de la “civilización”.
Finalmente, el toque más personal de este nuevo ‘Frankenstein’ hay que buscarlo en la configuración del personaje de Elizabeth, a la que da vida Mia Goth, que se confirma como la reina contemporánea del terror. Ilustrada y empoderada, la Elizabeth de Del Toro deviene la voz de la razón en un mundo de hombres dominados por la sed de sangre y grandeza. Convertida en una entomóloga dotada una compasión inquebrantable, Elizabeth no solo evoca los tiempos de la Ilustración en una época, la de la ficción, dominada por las sombras del Romanticismo, sino que permite a Del Toro desatar su cara más sentimental. Sin entrar en demasiados detalles, cabe decir que el referente de ‘La mujer y el monstruo’ de Jack Arnold –que ya le sirvió al mexicano como modelo para ‘La forma del agua’– sigue palpitando en su ‘Frankenstein’, al igual que los referentes primigenios de ‘Pigmalion’, ‘Romeo y Julieta, y los textos bíblicos. En un pasaje prendado de simbolismo, “la criatura” aparece acostada en una posición que evoca la crucifixión de Cristo.
Getty Images
La alusión al imaginario cristiano es solo una de las compuertas referenciales que va abriendo Del Toro en una versión de ‘Frankenstein’ que, como la criatura protagonista, parece construida a partir de retales de múltiples obras. La herencia más evidente sería el halo gótico procedente del icónico ‘Frankenstein’ de Whale, pero también corretean por ahí los referentes de ‘Moby Dick’ de Herman Melville (Victor Frankenstein, en su persecución de la criatura, arrastra una “pata de palo”), y de los poemas ‘El paraíso perdido’ de John Milton (al que ya se hacía referencia en la novela original) y ‘Ozymandias’ de Percy Bysshe Shelley, el marido de Mary Shelley.
Getty Images
Y luego, a nivel audiovisual, cabe destacar el apego de Del Toro a los cuerpos venosos y las manos surgidas del subsuelo, que hacen pensar tanto en el cine de Sam Raimi como en la fantástica y muy digital ‘El hombre sin sombra’ de Paul Verhoeven. Mientras, la partitura de Alexandre Desplat armoniza las imágenes más espantosas de la película con el espíritu juguetón que caracterizó a las mejores colaboraciones entre Tim Burton y Danny Elfman. Así, con todos estos retazos de inspiración artística, Del Toro elabora su humanista y personal versión de ‘Frankenstein’, una en la que el mayor pecado del “moderno Prometeo” no es la presunción de creerse un Dios, sino su manifiesta falta de empatía.
Para confirmar que la gran literatura nunca agota sus posibilidades cinematográficas
Lo mejor: La coherencia de la película en relación con el universo de Del Toro.
Lo peor: La tendencia a subrayar las intenciones del film en algunos diálogos.
Netflix
Ficha técnica
Dirección: Guillermo del Toro Guion: Guillermo del Toro (Libro: Mary Shelley) Reparto: Oscar Isaac, Jacob Elordi, Christoph Waltz, Mia Goth, Felix Kammerer, Charles Dance, David Bradley, Lars Mikkelsen, Christian Convery País: Estados Unidos Fecha de estreno: 07‑11‑2025 Género: Terror.Drama Duración: 149 min.
Sinopsis: El Dr. Pretorious necesita localizar al monstruo de Frankenstein (que se cree que murió en un incendio cuarenta años antes) para poder continuar los experimentos del Dr. Frankenstein.
Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.
Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros.
En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.