La Alzueta Gallery, con base en Girona, exhibe Plaza Blanca, la primera exposición individual de Alba Suau (Pollença, 1997) en el Palau de Casavells. En ella, la artista propone una investigación pictórica nacida del contacto directo con el paisaje del norte de Nuevo México, una región de horizontes minerales y silencios densos que actúa como detonante sensorial y conceptual.
Plaza Blanca no es solo una referencia geográfica, un lugar real, situado en el desierto estadounidense, sino también un estado mental. La exposición reúne una serie de obras en las que la pintura deviene herramienta para explorar lo latente, lo que se esconde y persiste. A través de un proceso de trabajo lento y repetitivo, casi meditativo, Suau convierte la experiencia del caminar en una forma de activación perceptiva: no pinta lo que ve, sino lo que queda tras la experiencia, lo que se transforma en huella emocional.
Gestos
Según David Barro, director de Es Baluard Museu d’Art Contemporani de Palma, «en su obra, las formas reposan mientras laten y se nos acercan, como un recuerdo que se pliega sobre sí mismo antes de expandirse en gestos táctiles y matices despojados de cualquier accidente». La pintura en Suau no se entiende como mera representación, sino como un modo de construir un espacio donde la memoria se activa mediante campos cromáticos, contornos difusos y fondos aparentemente vacíos que, sin embargo, están llenos de tensión.
Aunque las piezas de Suau se sitúan cerca de la abstracción, no son del todo informales. En cada una de ellas se intuye una estructura, una mirada que viene del paisaje pero no se limita a reproducirlo. A veces aparece el dibujo como arquitectura leve; otras, el soporte mismo se vuelve presencia activa, casi escultórica.
Barro añade que estas obras «exploran lo latente, aunque no ocurre ningún acontecimiento extraordinario más allá de la quietud de una naturaleza iluminada. De ahí la importancia de la lentitud, algo que comprendieron artistas como Vermeer, Cézanne o Rothko, pero también cineastas como Antonioni y escritores como Handke o John Berger».
Con una pintura que huye del exceso, Alba Suau trabaja desde la contención, afinando hasta alcanzar lo esencial. Plaza Blanca es, en ese sentido, una invitación a mirar con calma, a habitar un espacio pictórico que no grita, pero persiste. Un lugar donde lo no dicho, como el propio paisaje, también tiene voz.