El guitarrista de System Of A Down continúa su proyecto Scars On Broadway, completando una trilogía con el álbum Adiccted To The Violence. A falta de nueva música de uno de los grupos más revolucionarios de finales del anterior milenio y comienzos de este, siendo Daron Malakian coproductor y mayoritariamente compositor de la música de la banda, obtenemos aquí una parte de lo que él significa en el universo SOAD.

Tengo la entrevista a la rockera hora de las ocho y media de la mañana. He estado pernoctando escuchando entrevistas a Daron Malakian de este año con Rick Rubin —dos en total— y la música de su proyecto Scars On Broadway. Aun causando baja de la armada del nu metal, considerada la peor manera de terminar con la hegemonía del rock —el último y maldito eslabón del género que empezó en el cruce de Hank Williams con Robert Johnson—, siempre consideré algo más a System Of A Down. ¿Se les puede encajar en el estilo? Sí y no. En su música, en su esencia, encuentro estructuras y formas propias del género, pero también algo más. Ese “algo más”, no solamente atribuible a sus orígenes armenios y que no sabría describir bien con palabras, me parece que hace que la banda trascienda el término. De hecho, ellos mismos se reconocen fuera de la etiqueta. Son un grupo excepcional en su concepción y composición, y eso mismo es atribuible a su mayor compositor musical, Daron Malakian.

El guitarrista y segunda voz de System Of A Down, a un ritmo pausado (diecisiete años entre el debut y la nueva referencia), ha publicado ya tres discos bajo la nomenclatura Daron Malakian and Scars On Broadway. La evolución hacia otra paleta sónica y, a la vez, la reminiscencia del grupo que lo puso en el mapa crean un híbrido más que notable.

Si en el primer disco contaba con el batería de System, John Dolmayan, y otros músicos, en cada obra ha cambiado el paradigma de miembros. En su segundo disco hizo un “Prince”: tocar todos los instrumentos. Ahora llega Adiccted To The Violence (Scarred For Life), donde vuelve a contar con dos músicos de estudio, Orbel Babayan (guitarra) y Roman Lomtadze (batería), a los que en directo se une también Niko Chantziantoniou (bajo). El álbum muestra su evolución, su compleja esquizofrenia sonora en el mejor sentido del concepto. Terminas de escuchar las diez canciones de Adiccted To The Violence y se te queda un interrogante en la mente: qué tipo de sonoridad y discurso tendría el álbum con Serj Tankian como vocalista principal y sus letras. Teniendo en cuenta las diferentes ideologías dentro de la banda, se explica que no haya más discos y sí lucrativas giras.

La entrevista se anula por un error técnico y me la reprograman una semana después a una hora aún más rockera: las ocho de la mañana de un viernes. En el pasado hubiera ido con celeridad de un garito hacia mi casa para realizarla. Una vez domesticados en buena medida mis excesos, me levanto como cualquier persona que va a trabajar a la oficina, me preparo un Cola Cao y me conecto a Zoom. Son cuarenta minutos. Su hablar reflexivo, extendiéndose en casi cada respuesta, evita que pueda formular todo el cuestionario que había preparado. También contrarrestar algunas de sus respuestas: el espinoso perfil de Charles Manson o su renuencia a admitir el odio que en Occidente se está propagando hacia la otredad étnica. El extranjero, con cierta interferencia de la novela de Albert Camus, razonado en esa identidad que en la existencia somos todos con nuestras contradicciones y que deberíamos abrazar y no negar.

Es casi medianoche en Los Ángeles, un horario extraño para hacer una entrevista. ¿Eres de trasnochar?
“Sí, suelo quedarme despierto hasta las cinco de la mañana, para ser sincero. Así que me agarraste en un buen momento (risas)”.

Quisiera empezar hablando de Ozzy Osbourne. Con System Of A Down tocasteis en el Ozzfest varias veces, así que supongo que lo conociste. A él y su familia. Imagino que tienes muchos recuerdos de esas experiencias.
DARON MALAKIAN “El Ozzfest le abrió muchísimas puertas a System Of A Down y a mí también. Al principio estábamos en el segundo escenario, y a veces nos tocaba abrir a las once de la mañana. Luego pasamos al escenario principal, aunque como teloneros, tocando alrededor de la una de la tarde. Más adelante, llegamos a encabezar el festival. Creo que fuimos la única banda que lo hizo sin que Ozzy estuviera en el cartel. Fue en 2005 o 2006, no recuerdo bien; esa fue la época en que Sharon estaba luchando contra el cáncer. Ozzy no participó ese año, pero el festival igual siguió adelante y nosotros fuimos los cabeza de cartel. Pasamos de ser una banda que nadie conocía a encabezar el Ozzfest. En nuestros primeros años, ese festival nos dio una exposición enorme. Hoy ya no existen giras de esa clase, así que tuvimos mucha suerte de que todavía estuviera activo en ese momento. Y, por supuesto, fue increíble compartir tiempo con Ozzy y su familia. Recuerdo que Sharon y yo íbamos a recoger a su hijo Jack, que tendría unos doce o trece  años, de la escuela, y lo llevábamos a casa cuando estábamos en Los Ángeles. Para mí fue una etapa muy especial. Crecí admirando muchísimo a Ozzy. De niño estaba obsesionado con él: apenas tenía siete años y ya coleccionaba sus fotos. Incluso mi familia lo sentía cercano; cuando Ozzy falleció, mis padres también se entristecieron, porque siempre había formado parte de mi vida. De pequeño hasta soñaba que venía a cenar a casa con mis padres. No exagero, estaba completamente fascinado con él. Poder crecer, tener una banda y llegar a estar cerca de él, entrar a su camerino o simplemente cruzarme con él en un pasillo. Son recuerdos únicos, momentos que no tienen precio”.

Hablemos de tu nuevo disco. Siempre has dicho que escribes canciones, pero no álbumes. ¿Cómo fue el proceso de Addicted To The Violence? ¿Qué tenían en común las canciones para poder ser encajadas en un disco?
“Simplemente sentí que ya había terminado de jugar con esas canciones. Así lo veo: yo compongo para mí, para sacar algo que llevo dentro y que necesita salir. A veces las canciones surgen todas juntas; otras, aparecen por partes, como piezas de un rompecabezas que voy armando. Cada canción es su propio puzle, su propio juguete, y yo me entretengo y me expreso con ellos. En algún momento, me doy cuenta de que ese rompecabezas está terminado o que ya he jugado lo suficiente con ese juguete. No grabo las canciones de inmediato; primero las guardo en mi cabeza, como si ahí estuvieran registradas. Luego, sin una razón o fecha concreta, llega el momento en que pienso: ‘Bien, vamos a grabar estas canciones’. Selecciono las que considero mejores, las que me representan mejor como compositor y que quiero que estén en un disco, porque una vez que sale queda ahí para siempre, como un tatuaje. No tengo ninguno en la piel, pero así es como lo veo. Un álbum es algo permanente, y por eso no lo tomo a la ligera. Una vez que elijo el material, lo grabo y veo lo contento que estoy con el resultado. Es un proceso que puede llevar mucho tiempo. Por ejemplo, el primer álbum de Scars On Broadway salió en 2008 y el siguiente apareció muchos años después. Siempre digo que si algo va a quedar para siempre, no me importa que el proceso tarde lo que tenga que tardar. No trabajo con plazos ni con la presión de ‘tengo que hacerlo ya’. Todo sucede de forma natural. También tengo muchas canciones que nunca han llegado a formar parte de un disco y que solo yo he escuchado”.

En este álbum hay elementos nuevos, sintetizadores y teclados. ¿Cuándo empezó tu interés por ellos?
“Siempre me han interesado. Si escuchas el primer disco de Scars On Broadway, hay canciones como Funny o World Long Gone que escribí directamente en sintetizador, no en guitarra. De hecho, ‘Funny’, ‘World Long Gone’, ‘They Say’, ‘Whoring Streets’… todas nacieron así. En Scars usé sintetizadores más que en System of a Down, aunque en aquel primer álbum eran más bien texturas. En este nuevo disco, en cambio, los utilizamos como instrumento solista en temas como ‘Done Me Wrong’, ‘The Shame Game’ o ‘Addicted To The Violence’. Creo que eso ayudó a darle un hilo conductor al álbum. No está presente en todas las canciones, pero aparece y desaparece de forma que aporta un carácter muy particular. Estoy seguro de que, cuando la gente piense en Addicted To The Violence, ese sonido será uno de los colores que recordarán del disco”.

Canciones como ‘The Shame Game’ y ‘You Destroy You’ me remiten a los años sesenta, a esas vibraciones.
“Me encanta la música psicodélica, me encanta la música de los sesenta. En realidad, me gusta todo tipo de música. Para serte sincero, ‘You Destroy’ You está más influenciada por el  outlaw country de artistas como Waylon Jennings o Merle Haggard, aunque, claro, interpretado a mi manera. Pero sí, en especial Waylon Jennings fue una gran referencia ahí. Mi paleta musical es muy amplia. A lo largo de mi vida he escuchado de todo. No me limito a la música heavy. Y creo que eso se nota. En mis canciones hay elementos que no necesariamente vienen del metal. Muchas veces toco algo en la guitarra que, en realidad, fue inspirado por algo que no tenía nada que ver con la guitarra. Puede ser Miles Davis, Kraftwerk… no me interesa tanto el instrumento como la canción y la atmósfera que crea. A veces escribo un tema en un instrumento y luego lo paso a la guitarra, lo que cambia por completo el resultado. Por ejemplo, ‘They Say’ del primer disco de Scars la compuse en sintetizador antes de convertirla en riff de guitarra. Lo mismo con ‘Guns Are Loaded’ del segundo álbum, el verso lo escribí en un sintetizador y luego lo trasladé a guitarra. Cuando compones de esa forma, creas algo que jamás hubieras escrito si hubieras empezado directamente con la guitarra. No tengo reglas: si juntar dos palos y golpearlos me inspira una canción, entonces esos palos son los que la originaron”.

«La violencia siempre ha existido, pero el estilo de la violencia está cambiando» DARON MALAKIAN

Has producido los tres discos de Scars On Broadway y coprodujiste todos los de System Of A Down junto a Rick Rubin. ¿Qué papel ha tenido él en tu manera de producir? ¿Cómo lo conociste?
“La primera vez que conocí a Rick fue en el Viper Room, cuando fue a ver tocar a System. Desde entonces somos amigos. De hecho, hablé con él hoy mismo. Es alguien que me enseñó mucho, aunque no sé si pueda explicarlo del todo. Si tuviera que resumir mi manera de producir, diría que la aprendí trabajando con él. Como Rick, no soy un productor técnico. No soy el tipo que se obsesiona con el equipo. Para mí todo se trata de sentir algo. Rick a veces decía una sola frase que podía cambiar por completo una canción, y eso era muy valioso para mí. Por ejemplo, cuando escribí ‘Lost In Hollywood’ para System, yo pensaba que estaba terminada, pero Rick me dijo: ‘Está bien, pero no está terminada’. Esa noche me fui a casa pensando qué le faltaba. Y acabé escribiendo toda la parte central de la canción: ‘I was standing on the wall feeling 10 feet tall, all you maggots’. Si él no me hubiera dicho que no estaba lista, jamás hubiera escrito esa sección. Lo más importante que me enseñó fue a cuestionarme a mí mismo. Cuando produzco solo, siempre me pregunto si algo está completo, si es lo suficientemente fuerte, si el sonido es bueno. Soy mi crítico más duro, incluso cuando otros me dicen que todo está perfecto. También me enseñó a no repetirme. Por ejemplo, ‘Chop Suey!’ fue una canción muy popular, pero nunca intenté escribir otra igual. Siempre quiero crecer y evolucionar. Durante Mesmerize e Hypnotize, si llevaba una idea que sonaba demasiado parecida a algo de Toxicity o del primer disco, Rick me decía: ‘Eso ya lo hicimos, vamos hacia adelante’. Me obligaba a buscar cosas nuevas en mí, a ampliar mis límites sin perder mi identidad, y a no encerrarme en una sola forma de hacer música. No vivimos cada día con la misma emoción. No estamos siempre enfadados, ni siempre tristes, ni siempre felices. Así que, si solo escribiera música furiosa, no estaría reflejando mi vida real. Por eso en mis discos hay rabia, sí, pero también humor, absurdo, tristeza y emoción intensa. No intento mostrar una sola cara. No me estoy comparando con los Beatles, pero me gusta la diversidad que ellos tenían: podían hacer ‘Michelle’, ‘Helter Skelter’ y ‘Ob-La-Di, Ob-La-Da’ en el mismo catálogo. Yo busco algo similar: en un mismo disco puedo tener ‘Killing Spree’, ‘The Shame Game’ y ‘Destroy The Power’, canciones que podrían sonar en emisoras completamente diferentes, pero que comparten mi ADN. Eso es lo que las une, yo. No lo llamo un ‘método’, es simplemente la forma en que la música sale de mí”.

La violencia es una idea, más bien una realidad interesante. Por un lado, todos queremos vivir en un mundo en paz. Por el otro, nos sentimos atraídos por la violencia. Un ejemplo son las películas de Quentin Tarantino.
“Claro. Creo que todos, en algún momento de la vida, hemos pasado por situaciones así. La violencia ha sido parte de la humanidad desde siempre. Hoy miramos el mundo y decimos: ‘Está todo loco, hay mucha violencia’, pero basta con retroceder cien años para encontrar la Primera Guerra Mundial; luego vino la Segunda, y mucho antes ya estaban Gengis Kan y sus conquistas. Esa gente también vivió violencia de verdad. Hay una parte de la naturaleza humana que es violenta. Incluso cuando vemos deportes, hay un componente de riesgo que nos atrae: las carreras de coches, el fútbol, el boxeo, la UFC. En la antigüedad, la gente se reunía en el Coliseo para ver peleas contra leones u osos. No sé si es atracción o simplemente que no podemos apartar la vista. Lo que sí noto diferente hoy es el papel de las redes sociales. Ahora ves un video en Instagram a alguien recibiendo una paliza y, en vez de ayudar, la gente graba. Antes las personas intervenían. Hoy, si una mujer es agredida en el metro, son menos los que se levantan a defenderla. También está la violencia de los tiroteos en masa en Estados Unidos, personas que entran a un centro comercial o a una escuela y disparan contra la gente. No culpo a las armas,  llevan existiendo mucho tiempo. Hace sesenta años había armas, pero no pasaban estas masacres. Entonces, ¿qué cambió en la sociedad en los últimos diez o quince años para que alguien decida hacer eso? La violencia siempre ha existido, pero el estilo de la violencia está cambiando. Y en canciones como ‘Killing Spree’ hablo justamente de esa forma moderna de violencia que antes no veías en generaciones pasadas”.

Ya que hablamos de violencia, he leído que Charles Manson a nivel intelectual te parece una persona interesante. No hablo obviamente de su autoría intelectual de los asesinatos, sino de su forma de pensar.
“Nunca me interesó Manson por los asesinatos, sino por la manera en que hablaba en sus entrevistas. Tenía una forma muy particular de encadenar las palabras, de expresarse como un artista. Era muy inteligente y único al transmitir sus ideas. A veces incluso tenía sentido lo que decía, había cosas con las que no podías discutir. ¿Era una gran persona? Probablemente no”.

Yendo a otro terreno, nunca mejor dicho… ¿Cómo fue la experiencia de viajar a Irak de adolescente llevando una camiseta de Mötley Crüe?
«(Risas) Yo era un chico que creció en Hollywood, me encantaba el rock y el metal. En 1989, como la guerra entre Irán e Irak había terminado, hubo un tiempo de paz. Mi madre no veía a sus padres desde hacía mucho y decidió viajar a Irak para reencontrarse con su familia. Me llevó con ella. Yo era un chico americano y fui con mi camiseta de Mötley Crüe, y creo que también llevaba una de Metallica. Lo gracioso es que nuestra maleta se perdió unas semanas, así que esas camisetas era prácticamente la única ropa que tenía. En todas las fotos de ese viaje estoy con las mismas camisetas. La experiencia fue única. Crecer en Estados Unidos y luego ir a un país bajo dictadura, con Saddam Hussein en el poder, fue un contraste enorme. Allá debías tener su foto en tu casa o en un edificio, y estaba todo el día en televisión. La gente tenía miedo de decir algo en su contra. Yo venía de un lugar donde podías decirle ‘fuck you’ al presidente y no pasaba nada. Allá, si lo hacías, te mataban. Tenía catorce años y todavía estaba en proceso de aprendizaje sobre el mundo. Me hizo valorar más el sacrificio de mis padres al mudarse a Estados Unidos para darme mejores oportunidades. También recuerdo que en ese momento escuchaba mucho thrash y speed metal, como Slayer, el Show No Mercy, además de Mötley Crüe y Metallica. Cuando me ponía escuchar esos casetes en Irak, me miraban como preguntando si eso siquiera era música. Incluso en Estados Unidos, ese estilo era extremo para 1988-89, así que imagina lo que pensaban allá. Fue un viaje que me marcó y donde finalmente conocí a mi familia, a la que hasta entonces solo había visto en fotos”.

¿En qué momento empezaste a incorporar un estilo armenio a tu música? ¿Te gustaría hacer un disco completo de música armenia? De Folk armenio. Hace dos semana vi a Robert Plant y está en continua búsqueda de la música folclórica de distintos países, no le teme a los riesgos y no se estanca.
“Nunca traté de incorporarlo a propósito, simplemente se dio así. Crecí con música armenia, árabe de los años sesenta, como la gran cantante egipcia Umm-Kulthum, y también canté en el coro de la Iglesia Apostólica Armenia. Todo eso tiene un sentimiento y una atmósfera que se refleja en mi música. No me veo haciendo un álbum puramente de folk armenio a propósito, igual que no me digo ‘me gusta el blues, haré un álbum de blues’. Lo que hago es mezclar todo lo que me influenció: folk, metal, psicodelia, country… lo que sea. Tal vez un día me llame hacer algo con una vibración específica, pero no sé qué será”.

«Uno debe mantener sus raíces y al mismo tiempo adaptarse al lugar al que llega» DARON MALAKIAN

Esta es una pregunta social. Tanto en tu país como en Europa hay una tendencia a crear un estigma de odio hacia el extranjero. En mi país actualmente empieza a verse personas intolerantes e incluso personas importantes a nivel público que fomentan el odio al inmigrante. Viniendo de una familia armenia ¿qué reflexión sacas de todo esto?
“Mi familia llegó aquí y se adaptó. Creo que si vas a otro país, debes adaptarte. No creo que haya un sentimiento antiinmigrante tan marcado, pero sí que, si te mudas, debes respetar la cultura local. Cuando mis tíos vinieron de Irak, mi tío empezó a seguir el beisbol. Yo soy armenio, hablo el idioma, fui a escuela armenia, mis amigos son armenios. Pero también soy estadounidense y comparto su cultura. Uno debe mantener sus raíces y al mismo tiempo adaptarse al lugar al que llega, porque hay una razón por la que dejaste tu país para vivir allí”.

Nos queda ya poco tiempo y tengo muchísimas preguntas… Siempre me pareció interesante la forma de tratar las voces entre Serj Tankian y tú. Me recuerda a lo que hacían Layne Staley y Jerry Cantrell en Alice In Chains. ¿Fueron una inspiración?
“Absolutamente. Jerry Cantrell es una gran inspiración para mí. Creo que ambos cumplimos un rol similar en nuestras bandas, componemos y cantamos. Hay muchas bandas con dos o más vocalistas: The Beatles, The Grateful Dead, Kiss… todas ellas me influenciaron. Serj y yo tenemos voces muy diferentes que, cuando se juntan, funcionan como mezclar frío y calor. Algunos de mis mejores momentos en el escenario son cantando junto a él. Pocas bandas de metal —si es que quieres llamarnos así— tienen esa dinámica vocal”.

En breve vais a empezar una gira por Estados Unidos con System Of A Down. ¿Te sorprende que sigáis llenando estadios, a pesar de que vuestro último disco salió hace ya veinte años?
“No me sorprende, pero sí me siento muy agradecido. Siempre creí en esta banda, en mis canciones, en mis compañeros. Hacemos algo que sólo lo puedes conseguir de nosotros. Creo que por eso hemos sobrevivido tanto tiempo sin sacar un álbum nuevo, porque si quieres ese estilo de composición, solo hay un lugar donde encontrarlo”.

Una pregunta Spinal Tap para terminar. Uno de los discos de System Of A Down se llama Steal This Album. ¿Alguna anécdota divertida? ¿Te han contado de algún fan que intentara robarlo?
«(Risas) Nunca escuché de alguien que realmente intentara robarlo, pero sería gracioso si lo hicieran. Lo llamamos así porque, tras lanzar Toxicity, varias canciones que no incluimos se filtraron en internet. Sentimos que nos habían ‘robado’ el álbum, así que las terminamos de producir como queríamos y dijimos: ‘Si vas a robar un disco, roba este’”.

IGNACIO REYO