El mundo en verano es un lugar disparatado. Hay pueblos que parecen perder la cabeza, pero solo celebran. Solanillos del Extremo, Guadalajara: piscina municipal, frontón y plaza de toros de obra. 88 habitantes 88. La central nuclear de Trillo riega los campos con billetes y se organizan unas fiestas patronales con una programación apretadísima.
Se lidió este sábado una novillada con picadores mixta bastante concurrida. Aunque no se agotó el papel, se multiplicó (al menos por cinco) la población en los tendidos. Los toros y los peces.
Víctor Acebo llegó mediante la vía de la sustitución tras la cornada sufrida por Tomás González. Junto al murciano se anunciaban Cristian González y Jaime Torija, este último novillero sin picadores y lugareño.
Con la vista puesta en su compromiso del 14 de septiembre en la Feria de Murcia, el torero de Torre Pacheco abrió la tarde ante un descastado manso al que consiguió arrancar meritorias tandas por ambos pitones. Venía el toro colándose ya dese el capote y Acebo estuvo siempre, manchándose el vestido y rozando la voltereta, que pudo llegar en cualquier momento ante la imprevisibilidad del astado. Pese a todo, la mansedumbre impidió la rotundidad en una faena con más mérito y oficio que premio por el mal uso del los aceros. Se esfumó la oreja, pedida y no otorgada por la presidencia.
Llegó la merienda. Se ve que algo cayó por los chiqueros. El cuarto, sin llegar a mesa completa con café copa y puro, algo hubo de comer, porque se empleó con mejor condición, más fuerza y más casta que su hermano, aunque sin llegar a ser un toro notable. Lo vio claro Acebo con la capa y regaló un ramillete de verónicas deliciosas rematadas con una elegantísima media. Con la muleta, se empleó con por doblones para abrir los caminos al animal.
Con la mano derecha, Acebo hilvanó templado dos tandas ligadas llenas de empaque que metieron al público en la faena. La tarde entró en ebullición cuando tomó la tela con la zurda. Al natural, el pachequero se colocó donde queman los pies para torear realmente despacio. Dejó varios naturales de cartel, destacando el último, a cámara lenta, insultantemente torero, perfectamente redondo y enroscado. Todo fue jalonado por vistosas trincheras y molinetes, cerrando la faena con unas manoletinas ceñidísimas. Los pañuelos deseaban florecer hasta pedir el rabo, pero tras pinchazo y estocada, recibió dos orejas muy celebradas.
El coleta del Campo de Cartagena salió a hombros dejando constancia del buen momento que atraviesa. Con él, Parrita y Zulueta, echará a andar la Feria de Septiembre. Acebo busca reivindicarse en la plaza más importante de la Región y anda contando los días soñando con el triunfo.