BarcelonaMarina piensa que no puedes querer más a un hijo que a otro, pero que te relacionas con ellos de maneras muy diferentes, porque son personas diferentes. También cree que una madre no puede salvar a sus hijos, que debe observarlos y acompañarles si lo piden, sin juzgarles. También está convencida de que, para sus hijos, sería capaz de todo: matar, robar, prostituirse y morir. Es una mujer que, como yo, al ser madre, dejó salir a la bestia, fluyó más su naturaleza de mamífera que de humana. Se dejó llevar por lo que sentía que tenía que hacer más que por cómo debía hacerlo o lo que le decían que hiciera.

En los tres libros analiza las relaciones entre padres e hijos.

— Pienso que venimos a la vida a hacer un camino, un aprendizaje y también creo que nuestra alma elige a los padres perfectos para alcanzarlo. Por tanto, lo que escribo va de sufrir y aprender, de sufrir y sanar y, finalmente, acabar agradeciendo y bendiciendo este dolor. La vida va a aprender y disfrutar, y los hijos son los mejores maestros que encontramos en el camino. He podido observar en ellos tantísimas formas de hacer, y me han ayudado a reconducir mi forma de hacer y pensar.

Un hijo pequeño siempre inspira. No sé si también inspira a un adolescente.

— Con la llegada a la adolescencia, ha habido situaciones concretas en las que he visto tambalear la estabilidad de la relación con mis hijos, que me han hecho cuestionar algunos principios de la crianza. Algunas decisiones no tomadas.

¿Cuáles, concretamente?

— No haber puesto demasiados límites, y no haber dicho más veces que no. Estoy convencida de que la sobreprotección se acabará considerando una forma de maltrato, porque cuando sobreprotegemos estamos trasladando el mensaje de «Tú no eres válido para hacer esto, no puedes hacerlo solo». No les enseñamos a sentirse frustrados y eso, sumado a la inmediatez de las redes sociales y otras herramientas digitales, hace que frente a algunas dificultades se sientan muy perdidos, por ejemplo, con los primeros desengaños amorosos o los conflictos con las amistades.

Es una madre veterana. ¿Qué le diría a una madre temprana?

— Le diría que haga lo que sienta, que todo lo que haga estará bien. Que todas las opciones son buenas, si son oídas. Le diría que no escuche demasiado a los demás. Como lo de tener hijos es algo que hacemos la mayoría, todo el mundo se aviene a dar consejos. Las madres somos más vulnerables cuando hemos acabado de parir, cuando no podemos dormir bien, cuando no sabemos qué hacer, cuando todo nos hace sufrir. Y todo esto ocurre con el primer hijo. Muchas veces los consejos duelen más que bien. Deberíamos confiar más en el mamífero que somos, dejarnos guiar por nuestra intuición.

Ahora los hijos ya se preguntan cuál será su futuro profesional. ¿Cómo les ayuda?

— El mayor tenía una clara vocación por ser arquitecto pero en segundo de bachillerato decidió que quería estudiar cine, que quería ser director. No tenía dudas, nosotros le acompañamos y está estudiando esto. El pequeño va más perdido porque sospecha que no podrá vivir ejerciendo su pasión, que es la música. Yo no opino lo mismo, ni su padre tampoco y procuramos proponerle opciones para que se encare profesionalmente hacia la música.

Es complicado elegir qué quieres estar en la vida.

— Cuando eran pequeños les decía: «Trabajar es como la hora del patio». Yo trabajé en la industria textil hasta el año 2022 y ellos han vivido mi decisión de abandonar un trabajo que me había gustado muchísimo, y también transitaron conmigo el luto de dejarlo, y todas las renuncias que ha comportado. Pero lo decidí porque ya no me hacía feliz. Siempre les he dicho que todo debe nacer desde el amor, que a la hora de decidir qué quieren hacer, lo que menos tiene que preocuparles deben ser las salidas profesionales. La semilla de la pasión es la más fértil, siempre.

¡Qué gran verdad: la semilla de la pasión es la más fértil!

— Les digo que no se dejen condicionar por lo demás, por las opiniones sobre si tal cosa es muy difícil o si tal otra no tiene salidas. La actitud con la que nos tomamos la vida, la forma en que nos hablamos a nosotros mismos es la clave. La sociedad con todos sus intereses nos empuja a desconectarnos de nosotros mismos, pero al final todos nacemos con una intuición brutal.