Sólo un tótem italiano y europeo con su envergadura -física y mental- puede comprender mejor que nadie el significado de un Italia-España como el que se juega hoy en el Eurobasket. Dino Meneghin (provincia de Veneto, 75 años) interrumpe sus vacaciones para atender por … teléfono a ABC.

No hay mochila alguna donde quepan siete Copas de Europa, doce ‘scudetti’ y un buen puñado de títulos más. En realidad, no es solo una leyenda, sino un auténtico druida del baloncesto continental, que dominó de forma mayestática durante una carrera que comenzó con dieciséis años y se dilató casi treinta. Le dio tiempo a coincidir -en un partido de liga italiana- con su hijo Andrea. Fue, quizás, el broche de oro para el primer jugador franquicia surgido en el viejo continente. Un demiurgo capaz de adelantar los tiempos.

-España defiende el cetro, aunque desprende un aura llena de incertidumbre. Se vio contra Georgia. Hay muchas ausencias, y aunque es el último baile de Scariolo no parece con opciones para algo importante. Italia, pese a sufrir con Grecia en el primer partido, podría ser una de las grandes sorpresas del torneo. ¿Qué opina?

-Sí, puede que España tenga algún problema, pero Sergio Scariolo es un experto en construir, ensamblar y consolidar bloques a medida que avanza la competición. Sabe manejar como nadie este tipo de situaciones. Su pasado le avala. Sobre Italia, sí es cierto que no supo sostener a Antetokounmpo en el primer match, pero es que él supone una pesadilla para cualquiera. A pesar de todo, no jugó mal en defensa, aunque en ataque pudo haberlo hecho mejor, sí.

-¿Le gusta cómo defiende el bloque de Pozzecco?

-Está muy bien trabajado, tiene gen ganador, personalidad, carácter, un nivel notable. Sabe ser agresivo y poner en dificultad a cualquiera, como pudimos ver contra la propia Grecia.

-¿Qué partido espera hoy? El baloncesto europeo está jalonado por este tipo de envites de mimbre.

-Ya es un clásico. Hablamos de dos selecciones ricas de historia. El palmarés de España es enorme: Europeos, Mundiales, medallas en los Juegos… Ahora es un momento de transición, y sinceramente creo que contra Italia veremos una España diferente a la del primer partido contra Georgia. Seguro que mucho más concentrada y atenta. No veo un claro ganador.

-Le cito dos nombres para saber su opinión. El intermitente Willy y Matteo Spagnolo, quien estuvo en la cantera del Madrid. Acaba de firmar un contrato de tres años con Baskonia tras dejar el Alba Berlín. Está al alza.

-Hernangómez, a pesar de todo, tiene una gran experiencia. No hay que hacer juicios rápidos, especialmente en torneos tan largos como este. Insisto, me espero una España muy concentrada, sin que le haga pesar el cansancio.

-Fontecchio es una realidad, lógicamente. ¿Spagnolo le gusta?

-Claro. Un talento precoz. Velocidad, técnica, valentía… Jugador en continuo crecimiento. Tiene personalidad, nada de miedo en el uno contra uno, maneja con celeridad el contragolpe. Además, dispone de una técnica enorme y gran dominio de balón. Un crecimiento exponencial, insisto. Quien disponga de él es afortunado. Un acierto en toda regla. Un tipo capaz de decidir partidos. Tiene iniciativa, es imprevisible… Sí, alguien diferente al resto. No es un robot al uso. No es mecánico, sino genial.

-¿Santi Aldama qué le parece?

-Mira, cuando hablamos de jugadores españoles, más allá de cualquier nombre, caben siempre buenos términos. Su escuela es una fabricadora nata de talentos. Es un punto de referencia para todo el basket europeo. Algo así como en su día sucedió con Yugoslavia, y hoy con la Serbia de Jokic o la Eslovenia de Doncic. Más allá del resultado, del momento físico en que se encuentren, de lo que sea… Cuando uno tiene delante a España es sinónimo de grandeza, de jugadores enormes, de certezas.

-1983. Italia vence con usted el primer Europeo de baloncesto. Enfrente, la España de Díaz-Miguel, que venía de aniquilar en semifinales a la Unión Soviética de Sabonis. Estaban Jiménez, Solozábal, Sibilio, Corbalán, Romay… Ustedes, dirigidos magníficamente bien por Sandro Gamba. ¿Cómo la recuerda?

-Veníamos de la medalla de plata en los Juegos de Moscú (el oro, para la Yugoslavia de Dalipagic y Delibasic). Es importante subrayar esto, porque nosotros, a diferencia del combinado español, no hemos ganado tanto. Sí, ese Eurobasket fue magnífico. Terminamos invictos. La ilusión era máxima. Una escuadra compacta, unida, muy valiente. Estaban Brunamonti, Sacchetti, y el coach era magnífico. Fue el primer gran éxito del baloncesto italiano a nivel de selecciones. Imposible olvidarlo, porque fue el único que gané. El grupo era mágico, muy unido.

-El segundo y último, hasta el momento, fue en 1999. De nuevo contra España, esta vez bajo el paraguas de Lolo Sainz. En la ‘azzurra’ (con el entrenador Tanjevic al mando, quien excluyó a Pozzecco creando mucha polémica) estaban su hijo Andrea, Carlton Myers, Basile, Marconato y el excelso Fucka. En semifinales liquidó a la Yugoslavia de Divac, Bodiroga o Loncar.

-Yo estaba en el banquillo, un lugar privilegiado. La satisfacción de ver a mi hijo como gran protagonista, también… ¡Qué más puedo añadir! Tanjevic, un fenómeno, un tipo capaz de hacer cohabitar deportistas con fuerte personalidad. El equipo era enorme. Todos capaces de anotar muchos puntos. Me quedo con la humildad de Myers, hábil en renunciar a individualidades en beneficio del grupo. Ese trabajo del ego fue importante. La victoria contra Rusia en cuartos comenzó a darnos ese punto de confianza y autoestima que necesitábamos, porque el inicio, con alguna derrota, no fue del todo bueno. ¿Y la final? Orgulloso de todos, sobre todo de mi hijo. Siempre tuvimos controlado el partido frente a ellos (Herreros solo anotó diez puntos).

-Cuando hablé con Tanjevic hace meses recordamos al fenómeno Delibasic, a quien intentó llevárselo a Caserta desde el Real Madrid. ¿Qué clase de fenómeno era?

-Uno de lo mejores talentos producidos por la Yugoslavia de aquella época. Elegante, técnicamente perfecto, visión de juego… Un tipo tranquilo, sereno, una fuente de inspiración para cualquiera. Imposible olvidar la final de Copa de Europa que perdimos en 1979 contra el Bosna de Sarajevo, entrenada por Tanjevic y liderada en el campo por el propio Mirza Delibasic. Nos masacró con más de treinta puntos. Jugador planetario, ilusionante.

-Usted estaba en el Varese, club que jugó en los setenta diez Copas de Europa consecutivas. Lograron cinco. Una década después, volvió a levantar otras dos, ya con el Olimpia Milano. Siete, en total. El segundo, con seis, es Clifford Luyk. El mérito es ganar tanto contra trasatlánticos importantes como el Madrid de Brabender, Carlos Sevillano, los hermanos Ramos o el propio Luyk.

-De 1970 a 1979 jugamos diez finales consecutivas. Creo que esto es difícil de igualar. Reconocer el gran trabajo a la entidad, siempre capaz de modernizarse, tanto en pista como en los banquillos, para convertirse en una competidora serial. La gran técnica, fuerza defensiva y mentalidad nos caracterizaba. Cero envidias. Sobre todo, el sentido de pertenencia y la simbiosis con los tifosi. Eso nos hacía imparables.

-Hábleme de los duelos contra el Madrid, su gran criptonita.

-Durísimos. Los nombres que citaste, pero también Corbalán, Martín, Rullán… No solo han ganado con el club, sino también han hecho historia con España. De ellos me impactaba la intensidad mental. Su mantra era algo así como ‘respeto para todos, pero miedo de nadie’. Eran enormes. Imposible olvidarlos.

-Usted fue el primer jugador franquicia del viejo continente. No jugó en la NBA, pero fue drafteado por Atlanta en 1970. Veinte años después, en un Varese-Trieste, se enfrentó a su hijo en un partido de Serie A. Una carrera sin mácula, para enmarcar.

-Tuve suerte, porque mi padre por temas laborales se trasladó a Varese. Comencé a jugar pronto al baloncesto allí. Antes practicaba atletismo, lanzamiento de peso y de disco… Después, cuando descubrí el basket, se convirtió en mi primer amor. Mi gran pasión, la gasolina de mi carrera. No tenía miedo, ni dudas a hacer algún tipo de sacrificio para ser el mejor. Todo esto me ayudó para llegar hasta los 44 años. Las lesiones me respetaron también, lógicamente, y luego estuve siempre sostenido por grandes equipos, como Milano, Varese o Trieste. En algunos de ellos, quedar segundo era un fracaso.

-La última pregunta es sobre Dame Sarr, ese talento italiano que abandonó bruscamente el Barça a mitad de temporada y ahora se está perdiendo la cita de Chipre. Hubo algo de polémica, porque al parecer ha debutado en la NCAA, con la prestigiosa universidad de Duke. Se habla que podría ser drafteado en la primera ronda de 2026. ¿Qué le parece el caso? Una cuestión de prioridades, parece.

-Lo he leído en los periódicos. Creo que quiere una experiencia nueva de vida, de estudios. Mi opinión es que, si uno no se siente capaz o no tiene ganas de jugar con la Nazionale, es mejor que no lo haga. Tendría la cabeza en otro sitio. Si uno no está convencido, lo ideal es que se quede en las universidades americanas. No sé si alguna vez lo volverán a convocar o no, y si él está por la labor de venir. Veremos.