«Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles». Estas palabras las firma la novelista y poetisa inglesa Penelope Fitzgerald en ‘The Bookshop’. Allí, cuenta la historia de Florence Green, una viuda que decide abrir una librería en una pequeña localidad costera del condado de Suffolk –trama que, por cierto, llevó magistralmente al cine Isabel Coixet, consiguiendo nada menos que tres Goyas–. Sí, situaciones improbables, historias increíbles, sin duda, y también –claro– relatos fascinantes convergen en esos «territorios mágicos» (como decía Irene Vallejo) que son las librerías. Así lo confirmamos, una vez más, en cuanto entramos en La Mistral, donde se realizan la sesión de fotos y esta entrevista. Y es que nada más atravesar su puerta, dos libros (ambos del alemán Stefan Bollmann) parecen colocados estratégicamente para recordarnos lo que vamos a vivir allí a continuación. Dos ejemplares con títulos más que explícitos: ‘Las mujeres que leen son peligrosas’ y ‘Las mujeres que escriben también son peligrosas’.
Nuestras cuatro protagonistas no sólo leen (y mucho, por cierto; sobre todo, literatura… «muy de chicas», precisan) y no sólo escriben (todas ellas, obvio, aunque dos de forma profesional). También han ejercido como libreras o correctoras de texto, han representado a escritores… y, desde febrero de este año, han decidido crear, además, una editorial. Cuatro mujeres que.. no, no son ‘peligrosas’, en absoluto, pero sí han coincidido en una maravillosa y arriesgada aventura que se presenta con el exquisito nombre de Manos de Pan.
Elvira Sastre, poeta y escritora, con ese gesto quizás un tanto reservado pero siempre cercano, y que esconde una lucidez que desborda. Paola Soto, también poeta, quien, en cada frase, se preocupa por construir un discurso lírico que literalmente desarma. Miranda Maltagliati, representante literaria, con una cabeza privilegiada que devuelve siempre la conversación a su cauce. María Gutiérrez, la siempre imprescindible alma artística que todo proyecto necesita, diletante «y con una memoria envidiable», dicen de ella sus tres compañeras.
Tan diferentes, sí, pero que ineludiblemente convergen en un proyecto que comenzó con un simple whatsapp que Paola envió a María, y que más tarde se concretó –con un (vino) malbec como testigo– «en casa de Elvira y Miranda, cuando vine a Madrid» precisa la poeta venezolana, quien continúa diciendo: «Cuando nació la idea, la propuse y no hizo falta contagiar a nadie. Estábamos inmersa en ese mundo precioso de las posibilidades y, precisamente, porque no había nada que nos dijera que no, nos atrevimos a soñar».
Fotos: Ximena y Sergio. Realización: Sylvia Montoliú y Bárbara Garralda.
A la izda., María lleva polo y pantalón, ambos de Sandro, y mocasines de Pompeii. Elvira, con ‘blazer’ y pantalón, los dos de Paula, mocasines de Sandro, anillo de Cleopatra’s y pulseras propias.
«A todas ellas –recuerda Miranda–, les pregunté: “¿Qué buscáis con la editorial?”. Y la respuesta fue unánime: “Un trabajo en el que poder jubilarnos. Queremos vivir de ella”. Así que desde el minuto uno nos lo tomamos super en serio». Tan sólo faltaba el nombre, ese curioso nombre, Manos de pan, que surgió cuando se cruzó en sus vidas un texto de la escritora y editora argentina Leila Guerriero en el que, entre otras bellísimas palabras aparecían estas: «Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia».
«Nos pilló a todas en un periodo en el que estábamos sedientas de proyectos, y la idea entró directamente como una cascada», explica María. Un torrente que se encauzó cuando empezaron a ver las múltiples posibilidades que ofrecía sumar sus respectivas experiencias. Lo constata, por ejemplo, Elvira: «Nos alimenta el compromiso, poder aprovechar algunos de los privilegios que ya teníamos. En mi caso, como escritora, gracias a los viajes que realizo, soy consciente de las carencias que hay en el mundo editorial. Me doy cuenta, por ejemplo, de toda la literatura que se hace en otros países, sobre todo en América Latina, y que no llega aquí. Por eso, me resulta revelador poder dar voz a gente que de otra manera lo tiene imposible, porque es muy difícil publicar siendo novel, menos conocido o de otro país».
«Hay un poco de endogamia en los grupos editoriales» María Gutiérrez
El argumento que expone la escritora prosigue su hilo con las palabras que aporta María: «Hay un poco de endogamia en los grupos editoriales. Publican libros un poco cortados por el mismo patrón, y tienen un catálogo en el que se repiten autores todo el rato, sin apostar por la diferencia. Y en mi caso, por ejemplo, el tipo de obras que leo ahora ha cambiado mucho respecto a las que leía hace unos años. Algunas historias no se estaban contando, y, además, hay nuevas voces que también merecen un espacio». Y el razonamiento enlaza con las reflexiones de Miranda: «Nosotras no hemos venido aquí a cambiar el paradigma de nada. Hemos montado una editorial con unos valores y unas bases. Pero hay mucha gente en el mundo editorial que está haciendo las cosas muy bien, pequeñas editoriales como Consonni, las chicas de Tránsito… La Uña Rota, por ejemplo, es una editorial increíble».
«Hemos montado una editorial con unos valores» Miranda Maltagliati
Son necesarias nuevas voces –obvio, nunca serán suficientes las que vale la pena escuchar–; pero también otros modos dentro de la profesión que, por ejemplo, eviten ciertas prácticas que, como comenta Elvira, «no son demasiado morales». «Hay muchas editoriales que cobran a los autores por publicarlos. Además, creo que hay cierto aprovechamiento de las ilusiones de la gente que a mí, particularmente, me cabrea bastante».
Por eso, estas cuatro mujeres insisten en que nunca quieren perder de vista el factor humano que mueve este oficio. «Al final, estás trabajando con la cultura, con el arte, con la literatura… y con personas que poseen su sensibilidad», recuerda Miranda. Y así, por ejemplo, Manos de Pan tiene su ventana siempre abierta a la recepción de manuscritos de narrativa, poesía y ensayo –algo «no tan común, porque llegan muchos»– «nunca sabes lo que te puede venir», y la puerta siempre desbloqueada para salir «a buscar gente que nos interesa». ¡Ah! Y, como precisa Miranda, «a los autores de cada manuscrito que recibimos, nosotros siempre les damos la enhorabuena tan sólo por haberlo terminado».
«Resulta bastante tóxico ese término binario de si está bien o mal escrito» Paola Soto
La pregunta se antoja inevitable: ¿cuáles son los criterios que seguís a la hora de apostar o no por un texto? La respuesta se convierte, una vez más, en inesperada: «Para mí, dentro de la escritura, resulta bastante tóxico ese término binario de si está bien o mal escrito. Creo que es mejor ver si algo funciona o no funciona», comenta Paola, quien señala que son muchos los factores que se ponen sobre la mesa a la hora de tomar una decisión; aunque sí hay un criterio que prima sobre el resto: «La parte emocionante de una historia, si un libro nos conmueve, si lo que cuenta nos convoca. El autor puede estar hablando, no sé, de un tornillo, pero yo quiero entender ese tornillo, sentirlo, saber todo lo que hay alrededor de él; poder, luego, salir del texto, y querer ir a la ferretería a comprarlo. Eso es lo que me interesa y me mueve, que después de ese texto, piense que algo pasó en mi vida. Y eso lo consiguen las palabras. Esa es la maravilla de la escritura». «No nos importa quién es la persona que está detrás de ese texto. Nos interesa lo que ha escrito, que nos guste a las cuatro. Somos muy democráticas, y si estamos en empate, siempre hay que desempatar», dice Elvira.
El resultado del proceso es una selección de libros –insistiendo mucho «en este puente con América Latina», precisa Miranda– que definen como «desafiantes, conmovedores, valientes, artesanales, inteligentes, preciosos…». Y, como muestra, algunos de los ejemplares que ya han publicado: ‘Qué te hizo apagar la luz y quedarte dentro’, de Yulieth Mora, ‘Mientras pasan otras cosas’, de Román de Castro, ‘Siempre será tu casa’, de Paola Soto o ‘El precioso ruido de un corazón’, de Natalia Romero. Y otros que pronto vendrán, como ‘De piedras, aves y otras migraciones’, de Bibiana Ricciardi, ‘Aprendizaje tardío’, de Patricia Conor o ‘Ese que fui. Historia de una rebelión corporal’, de Candelaria Schamun, «la historia autobiográfica de una mujer adulta que fue mutilada para encajar en las formas binarias hombre/mujer», y que llegará a las librerías el próximo noviembre.
«En el mundo de la literatura, son cruciales las recomendaciones» María Gutiérrez
La conversación sobre libros –es decir, sobre experiencias que atrapan, sobre pasiones que se comparten…– podría prolongarse en uno de esos lugares pensados para que, como también diría Penelope Fitzgerald, las personas «se queden y toquen los libros». Pero llega el momento del fin de la historia (léase, entrevista). Y tan sólo les pido alguna pauta para recuperar –si es que alguien lo hubiera perdido– el argumento que nos ha unido: el amor por los libros. Y sí, coincidimos con las palabras de María: «En el mundo de la literatura, son cruciales las recomendaciones».
Pero, a la vez, seguramente serán muchas las lectoras que podrán reconocerse en las palabras de Paola: «Cuando dices que no lees, es probablemente porque no has encontrado esa intimidad preciosa que ocurre entre el libro y tú y de la que nadie se entera. Es lo que ocurre con el arte en general, con las canciones, por ejemplo, que te rompen, te destruyen o te reconstruyen, y nadie se da cuenta». Aunque conviene no olvidar otras reflexiones como esta poeta también describe: «Los libros son historias. ¿Y quién no quiere escuchar una? Venimos de allí, de estar reunidos alrededor del fuego, de que alguien te cuente un cuento antes de dormir. De esas historias que te contaban tus abuelas, tus padres, tu hermana… de esas que tú vives y que compartes. Cuando una persona te dice “léete este libro”, lo que quiere expresar es “ojalá sientas lo que yo estoy sintiendo al abrirlo”».
Fotos: Ximena y Sergio. Realización: Sylvia Montoliú y Bárbara Garralda.
Miranda (a la izda.), con chaqueta de Zara, top de Mango, vaqueros de Guess, zapatos de Aquazzura y joyas propias. Paola, con chaleco de Antik Batik, camisa de Mus&Bombon, pantalón de Soeur, zapatos de Mango y pendientes de Sézane.
Historias y libros que enganchan
«Recomendar libros es casi como recomendar medicinas. No es lo mismo para todo el mundo», dice paola. pese a ello, les pedimos que nos sugieran algunas de sus últimas lecturas, con una salvedad que también Paola señala: «hay algo de la recomendación muy interesante y es pensar en el otro, no en ti».
‘Pura Pasión’, de Annie Ernaux. «Me resulta muy reconfortante leer a una autora de su edad hablando con tantísima libertad del sexo. Me cambió mi manera de estar en el mundo como mujer», confiesa Elvira Sastre.
Tusquets Editores S.A. Pura pasión (Andanzas)
‘Nuestras Madres’, de Gemma Ruiz Palà. «Es una novela sobre lo que significa ser hija y ser madre explicado con la misma ternura que reivindicación. Cuando lo terminas, encuentras el sentido de leer», señala Maltagliati.
CONSONNI EDICIONES S.COOP. PEQ Nuestras madres: 38 (El origen del mundo)
‘¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?’, de Jeanette Winterson. «Gira en torno a esas tensiones entre madre e hija. Un libro increíble que, además, está maravillosamente escrito», asegura María Gutiérrez.
LUMEN ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? (Narrativa)
‘Franny y Zooey’, de J. D. Salinger. «En él, hay mucho de angustia, emoción intelectual, desapego, de cómo nos presentamos ante el mundo… Plantea temas casi metafísicos mezclados con el universo artístico», dice Paola Soto.
Alianza Franny y Zooey (Alianza Literaria (AL))