Venecia
En uno de los múltiples zooms que utiliza Kathryn Bigelow en A House of Dynamite, se fija en un busto, de los muchos que pueblan los pasillos de la Casa Blanca, de Abraham Lincoln, presidente fundacional de la democracia americana. Lincoln dijo una frase que sirve de respuesta a lo que la directora americana trata de hacer en este thriller político, que estrena Netflix y que compite por el León de Oro en el Festival de Venecia. “Se puede engañar a todo el pueblo algunas veces y a algunas personas todo el tiempo, pero no se puede engañar todo el tiempo a todo el pueblo”.
La frase se puede aplicar a algo que denunciaba el lingüista y pensador Noam Chomsky en su libro Los guardianes de la libertad. Básicamente el modo en que los medios de comunicación, el cine de Hollywood y la propaganda del CIA y la Casa Blanca, han ayudado a perpetuar en la idiosincrasia americana la idea de que son las víctimas de un tablero político mundial donde todo el mundo quiere atacarles. Crear un enemigo común para no matarse entre ellos, un país tan grande y tan diverso es la manera de mantener esa unidad en torno a una serie de símbolos y para no protestar si el gobierno provoca ataques preventivos. Se puede engañar a todo un pueblo algunas veces, como pasó con en la primera Guerra del Golfo, a algunas personas todo el tiempo, como pasó con Afganistán y la Guerra de Irak, pero no se puede engañar todo el tiempo a todo el pueblo, como demuestran las voces críticas de Chomsky.
«Quería ser honesta y mostrar la verdad”, decía la directora, primera mujer en ganar el Oscar gracias a En tierra hostil, película sobre un grupo de artificieros que desactiva bombas en Irak, y que volvió con La noche más oscura, donde abordaba el tema de las torturas a presos que sirvieron para que Estados Unidos detuviera a Osama Bin Laden, responsable de los atentados del 11 de Septiembre. En esas películas, igual que aquí, utiliza un tono hiperrrealista, lleno de zooms hacía los rostros circunspectos de los personajes, movimientos de cámara para resaltar la tensión que viven esos hombres y mujeres del ejército, de departamento de defensa, de exteriores y de la Casa Blanca. Contada en tres tiempos distintos, cada uno desde un punto de vista, la película nos muestra el dilema del presidente de Estados Unidos, interpretado por Idris Elba, ante un ataque de un misil lanzado por no sabe quién hacía suelo estadounidense. En veinte minutos tienen que intentarlo todo, pero nada resulta. La única alternativa es atacar preventivamente a cualquiera que consideren su enemigo. Por supuesto, están Rusia, Irán, Corea del Norte, China. ¿Sentarse a esperar o contraatacar en esos diez minutos que quedan a todos los enemigos posibles de Estados Unidos como ataque preventivo? «Rendirse o suicidarse», dice un guion lleno de frases solemnes. «Es la realidad», es otra de ellas. Las firma Noah Oppenheimer, responsable del libreto de Jackie y de la serie protagonizada por Robert de Niro, Día cero.
No se puede negar que Bigelow es magistral en su puesta en escena, la cosa es que no puede importar el cómo solamente, también el qué. En este caso, el contendido es doloroso y profundamente hipócrita. La directora y su guionista reproducen lo más zafio de la política americana. Todo el mundo quiere atacar a Estados Unidos y la defensa preventiva es una posibilidad. Dice la directora que está sumamente preocupada por la cantidad de armas nucleares que hay en el mundo y la facilidad con que se pueden disparar. Por supuesto, que son el único país que la usó ha olvidado mencionarlo. “La ambigüedad era muy importante para nosotros, para invitar al público a que decidiera qué hacer con todas estas armas en una situación como está” . El problema es que en ese intento por mostrar un relato periódico y por centrarse en la ambigüedad, pierde la oportunidad de contar las causas y consecuencias. La forma en la que plantea al público el dilema es bastante irresponsable y deja fuera opciones reales que pasan por cambiar la política, reactivar las relaciones con los viejos enemigos de la guerra fría y tomarse en serio el tratado de no proliferación. Como dice Slavoj Zizek en su último ensayo, la situación de Estados Unidos actual hace preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí, si los pecados pasados son los que han provocado el caos actual.
Hay otro problema más con la credibilidad. Con Trump en la Casa Blanca, este thriller parece representar más épocas pasadas que problemas actuales, pues es inevitable ver el filme sin pensar en Trump cerca del botón nuclear o en los ataques a Irán de hace unos meses.