No había nadie. Por más que Anderson lo intentó, fue incapaz de dar con uno de los 95 vecinos de Somosierra. Quería regalarle el cuadro que acababa de dibujar. Aquella estampa de la Chorrera de los Litueros, verde y frondosa, bajo su nítido trazo, no encontraba dueño y terminó en la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. La dejó junto al altar, acompañada de una nota. Jamás pensó que alguien le escribiría, pero a los días ocurrió: “Gracias por tu obra, ya está enmarcada”. Aquella tarde, sonriente, el proyecto que tantas dudas les despertaba cobró sentido: pintaría los 179 municipios de Madrid y, para ello, ojo, dejaría su trabajo. Esta vez, toca Villamanta.

“Era carpintero en Torrejón de Ardoz. No me entusiasmaba, la verdad. Así que, tras cinco años en el taller, bastante nervioso, me fui. Lo hice el pasado julio. Y, desde entonces, estoy apostando por mi sueño”, dice Anderson, de 27 años. En su Colombia natal, ya despuntaba creando. No obstante, nunca se lo planteó como un oficio. No fue hasta su llegada a España en 2019 cuando recuperó la ilusión por ello. Para ingresar un dinero extra, empezó a retratar mascotas: “Me contactaban a través de las redes sociales. El boca a boca me permitió llegar a más personas. Poco a poco, fui estabilizándome. Sentí que me apoyaban. Y, al mismo tiempo, podía llegar a fin de mes”.

Anderson dibuja el Ayuntamiento de Villamanta.

Anderson dibuja el Ayuntamiento de Villamanta. / ALBA VIGARAY

La pandemia afiló aún más la vena artística que había abandonado en su infancia. Durante el encierro, pintó, pintó, pintó. Una tarea que no sólo le ayudó a afrontar la situación, sino también a rescatar la inspiración. “Organicé una exposición en Ocaña y abrí mi canal del YouTube”, recuerda. Era su momento. Sin embargo, una ruptura sentimental se lo llevó por delante y, de nuevo, qué mala suerte, el torrente artístico se secó. Lo dejó todo: “Fue una época complicada. No quería volver a coger un pincel. Estuve un año sin hacer nada. Me costó muchísimo salir de ahí. Un viaje me salvó”.

El cuadro que Anderson pintó en Villamanta terminó en la Casa del Tío Breva.

El cuadro que Anderson pintó en Villamanta terminó en la Casa del Tío Breva. / ALBA VIGARAY

En una visita al Museo Sorolla, descubrió que estaban sorteando el libro de una de las exposiciones que acogían. Viajar para pintar, comisariada por Acacia Sánchez, se adentraba en la obra que el artista valenciano realizó mientras atravesaba España. A Anderson le gustó tanto que no dudó en participar. Y ganó: “Necesitaba una señal y pasó esto. Visité muchos lugares. Mi ánimo fue creciendo y, hoy, menos mal, he retomado mi gran pasión. No he podido estudiar Bellas Artes, todo lo que sé lo he aprendido por mi cuenta”. Dos meses después de arrancar esta etapa, EL PERIÓDICO DE ESPAÑA le acompaña en el reto profesional más importante de su carrera.

Arrasa en TikTok

A primera hora, monta su caballete en la plaza principal de Villamanta. Saca la tabla y la paleta. Mezcla los colores con mimo. Una y otra vez hasta dar con el tono adecuado. Mira atento la luz que cae sobre el Ayuntamiento. Sólo cuando esté a la altura justa, arrancará. “Es un gran desafío, lo sé. El objetivo es pintar los 179 municipios de la Comunidad. Increíble, ¿no? Aunque parezca difícil, lo conseguiré. Tarde más o menos”, relata. Por ahora, ya ha inmortalizado Somosierra, Ajalvir, Daganzo de Arriba, Navalcarnero, Robregordo, Horcajo de la Sierra, Madarcos y Piñuécar. Siempre intenta agruparlos por zonas para aprovechar los desplazamientos.

Ajalvir, Robregordo y Somosierra son algunos de los pueblos que Anderson ya ha inmortalizado.

Ajalvir, Robregordo y Somosierra son algunos de los pueblos que Anderson ya ha inmortalizado. / ALBA VIGARAY

Su hazaña la está contando en TikTok, donde sube los diarios que graba en cada viaje. “Antes de ir, investigo la localidad a través de Google Maps, mirando ángulos y realizando composiciones. Me gusta venir con una idea previa para, luego, sobre el terreno, perfilarla”, explica. De repente, un joven le interrumpe. Le ha reconocido gracias a los vídeos que publica semanalmente. Le pregunta a quién entregará el cuadro al terminarlo. Es la tradición. Anderson, algo tímido, ya que aún no está acostumbrado a estas cosas, duda al respecto. Pero el chico no vacila y suelta: “Hablamos con el Ayuntamiento, no te preocupes”.

En paradero desconocido

“A veces, se acerca gente con la que entablo una conexión especial. Entonces, siento que debería quedarse con mi dibujo. En Ajalvir, por ejemplo, me pasó esto con una artista local. Al acabar, fui a su casa a dejárselo. No estaba, pero un vecino se ofreció a localizarla. Cuando no hay nadie, como en Daganzo de Arriba, lo depositó en un lugar público a la espera de que alguien lo guarde”, sostiene. En este caso, a diferencia de Somosierra, el lienzo está en paradero desconocido. “No pasa nada”, subraya bajo la mirada de distintos curiosos que pasean por Villamanta. Preguntan qué hace y, de inmediato, como quien descubre un tesoro, lanzan un suspiro.

Anderson está contando su hazaña en TikTok, donde sube los diarios que graba en cada viaje.

Anderson está contando su hazaña en TikTok, donde sube los diarios que graba en cada viaje. / ALBA VIGARAY

Hay quien le propone dejarlo en la Casa del Tío Breva, un edificio del siglo XVI que se sirvió de residencia para el cura de Casarrubios y que, hoy, en cambio, alberga el Museo Etnológico del pueblo. Acepta y, de camino, a punto de dirigirse al siguiente destino, Anderson realiza una última reflexión: “Esto lo hago para inspirar a los demás. He conocido a personas fabulosas a las que les gustaría iniciarse, pero no lo hacen por miedo. Sean valientes, prometo que merece la pena”. ¿Superará el reto? “Por supuesto. No sé cuánto tiempo me llevará, tampoco me importa. Llevo 27 años esperándolo, aquí estoy”.