Contextualicemos: lo hermoso de que en estas tierras no esté consolidado el campo literario (que aún ningún escritor no pueda vivir de su producción literaria) es que se puede experimentar tranquilamente. Como las grandes potencias que pueden tirar bombas atómicas en los desiertos. Hace diez años salió Jugo, con 500 ejemplares. También me encontraba en la doble condición de autor y responsable de la editorial que lo hacía. Me dio grandes alegrías y trabajo, en el sentido que como vendedor de libros me fue bien. Pero pasó algo maravilloso, no sabría anticipar por qué, sí puedo decir que creo que es una característica original con respecto al protagonista, impulsó a muchos lectores a expresarse en Facebook (rey absoluto de las redes en esos años) sobre la novela. Quizás ese sea el mayor riesgo, si sigue provocando o no esa necesidad de expresarse. Por otra parte, y hablando de los rescates en general que hacemos desde la editorial La Papa, la imagen que tengo es de una noche oscura por donde pasan reflectores desde torres de vigilancia. A veces, los libros quedan iluminados por unos instantes, esta nota por ejemplo, y vuelven a la oscuridad hasta que son nuevamente alcanzados por un nuevo haz de luz.