Miércoles, 3 de septiembre 2025, 07:00
Es un crimen que la tauromaquia actual prescinda de Urdiales, al que anuncian a cuentagotas las empresas mercenarias a las que en Bilbao ha vuelto a dejar en evidencia. No es la primera vez que lo hace este torero de Arnedo que la pasada primavera cumplió los cincuenta. En las Corridas Generales firmó a Guapetón, un manso excelso de la ganadería salmantina de Garcigrande, una de las faenas del año. Una obra cumbre y rotunda solo al alcance de los elegidos. Pero no se le ha cantado como merece ni tampoco ha tenido la repercusión de contratos que debiera. A Urdiales eso no le preocupa, ni tampoco pierde el tiempo en volver a denunciar la patética situación que vive, que sufre más bien, el toreo en las cloacas de los despachos. Ya no torea el mejor, ni tampoco el que mejor torea. Y lo más grave y preocupante, lo que sucede en el ruedo, que siempre fue ley sagrada y respetada, apenas se tiene en cuenta. Urdiales solo tiene una tarde más firmada en la agenda en lo que queda de una temporada en la que solo suma ocho paseíllos. Ya le aburre quejarse ante la incomprensión y prefiere disfrutar las sensaciones de gloria y sentir lo vivido. Puede que esa sea la palabra más repetida en la entrevista: sentir; porque el sentimiento es lo que brota cuando Urdiales abre su alma. Ese alma libre, y casi única ya, que es capaz de decir «no» cuando no se le respeta en los despachos. Por esa libertad es distinto al resto. Y por la pureza, claro. Con una y otra reivindicó el toreo más clásico con el que convence al aficionado más selecto y también a esa nueva oleada de jóvenes que llenan las plazas y han descubierto en la pureza un argumento más a la emoción de paladear el toreo.
¿Cuál es la clave para llegar a esa obra?
—Son muchos años preocupándome del toreo, de como lo veo y siento. En mantener la ilusión para que cada día sea mejor. El toreo es una fuente inagotable. En mi vida he demostrado muchas cosas, y cuajado toros de una manera muy personal; y he tratado de seguir ahondando y buscando el toreo ahí.
No se qué fue más importante, esas tres últimas tandas de naturales o todo lo que hizo para llegar a ellas…
—Lo primero fue mantener la calma, que no era fácil. Y más en mi situación. El toro manseó en los primeros tercios y no se dejó picar. Cuando me puse con el capote tuve cierta intuición, pero el toro era muy desordenado. Garcigrande a veces apunta a eso y uno debe saberlo. Había que poner aquello en orden, ahormarlo. Por eso el principio de faena, por abajo y con poder, fue para enseñarle por donde tenía que embestir y demostrarle quién mandaba. Entonces ya sentí que estaba en mi mano. A partir de ahí te puedo contar poco. Empecé a sentir cosas increíbles y, luego, con la mano izquierda, te digo que hubo unas sensaciones únicas. No recuerdo más.
Esas obras que brotan de lo más profundo, ¿surgen cuando un torero tiene necesidad o cuando no hay presión?
—A mí me ha salido en todas las situaciones. Parece que tengo que estar así para que pase esto y no es cierto. Este año cuajé un toro en Sevilla cuando lo tenía bien; tengo cuatro puertas grandes en Bilbao en distintas situaciones. Hay un punto en el que lo importante es estar conectado con el toro. Cuando estás toreando seguido y hay esa conexión es más fácil llevarlo. Te da moral, confianza. Cuando no toreas, es más difícil. Por eso te decía que me he preocupado de lograr esa conexión con el toro aunque no toree. Y cuando lo logro, pasa esto. Desde niño tuve la confianza de creer que soy capaz de hacer cosas importantes. Eso me mantiene encendida la llama, saber que soy capaz de lograr cosas especiales. Siempre me ha dado fuerza. Es la mayor virtud que pude tener en mi vida. Luego surgirá o no, pero se que lo tengo.
¿Duele torear con ese empuje, con ese embroque, esa pureza y con esa verdad?
—¡Claro que duele! Entras en un estado de éxtasis brutal, que incluso te complica volver a la vida. A tu día a día. Es la consecuencia de toda la presión, de los miedos, del grado máximo de concentración previa. Y hablo de años, para buscar eso y sentir eso. Cuando lo he podido sentir el objetivo es lograr que dure más. Ese estado es el que te hace muy feliz. Lo que me motivó a ser torero es disfrutar la sensación que hoy vivo. Es como si te vaciaran. En ese momento, me dejo llevar, entrego todo lo que soy y lo que tengo… Y luego tienes que volver a tu estado natural. No es fácil.
Monumental natural de Urdiales ante la enclasada embestida de Guapetón, el toro de Garcigrande al que le cortó las dos orejas el pasado 22 de agosto en Bilbao.
ESTEFANÍA AZUL (BMF)
¿Qué hay que hacer para volver?
—Mantener la calma e intentar volver a sentir. Vuelves a torear de salón y por mucho que sientas ahí no llegas a aquello. Permanece un vacío, que unas veces dura más y otras menos.
¿Y cómo se supera?
—Volviendo a torear. E incluso descansando. No se sabe cuánto puede durar. No se puede controlar. Uno procura estar relajado, concentrarte en el día a día, con tu familia, con la gente que te quiere. Hay que lograr esa conexión de otras cosas importantes que hay en la vida que te llenen ese vacío que te provoca una faena como la de Bilbao.
Pasado mañana se cumplen quince días, ¿ya se ha recuperado?
—Aún me quedan tres días (desde ayer) para los quince. Estoy en ello… (risas).
Hablando de dolores, entiendo que lo que debe de doler de verdad es no encontrar después recompensa, en las empresas y en los contratos…
—Me da mucha pereza hablar de eso.
Hace bien. «El tiempo que uno emplea en quejarse es tiempo perdido», escuché la mañana de su faena a Justo Hernández (ganadero de Garcigrande) en los coloquios taurinos de Vista Alegre.
—Así es.
Si volvemos a la pureza y a la verdad, le han cantado los naturales a ese toro de Garcigrande, pero casi nadie alzó la voz con dos estocadas colosales.
—También es algo que es importante en este proceso, matar los toros con regularidad. Para mí la regularidad es eso…
(Le interrumpo) No me refiero a la regularidad de matar los toros, sino a la forma de ejecutar la suerte.
—Quiero hacerlo con la mayor pureza. He visto por videos a toreros antiguos. Hay una forma clave, que hace que la suerte sea más pura, como creo, considero y siento. Esa forma es algo interior que va muy unido al toreo, cada suerte que realizas va unida a tu personalidad si se hace desde lo más profundo.
¿Eso se valora en la actualidad?
—Es evidente, porque uno siente la repercusión que tienen las cosas en ciertas personas. Cuando tu sientes que muchísimos compañeros te felicitan de una manera tan especial, sientes que pasó algo importante. Cuando las crónicas escriben las cosas que escribieron, igual. Hay un más allá después de tardes así. Otras tardes no toman esa dimensión.
¿Qué le queda por hacer en el toreo?
—No lo se, no tengo ningún objetivo concreto. El mismo de siempre, ilusión y ganas de sentir. Lo de Bilbao llega por esa emoción de sentir el toreo así, y buscaré que surja hasta que pierda la ilusión. Cuando se me acabe la ilusión eso ya no podrá ser y tocará pensar en otra cosa.
¿De qué sirve una faena como esa?
—Es una reafirmación interior grande. Te da moral, seguridad, tranquilidad. Que pasen estas cosas es lo que uno sueña… en el día a día sufres, luchas para lograr hitos así. Vale de ratificar el convencimiento interior que hace que seas capaz de volver a hacer faenas diferentes pero igual de geniales.
¿Por qué se consigue torear un toro como ese Guapetón de Garcigrande?
—Por esta locura que brota cuando uno empieza. En mi caso ha sido visualizar un torero que me llena. Verme torear como me gusta. Tú ves toreros y ves interpretaciones y es evidente que unas llegan más. A veces de una forma excepcional, te mueve por dentro algo increíble, basado en eso que te llena. Este torero me transmite algo especial. Los que me han cautivado están basados en formas concretas. A partir de ahí he intentado visualizar mi cuerpo y conectarlo, ver a un torero que me llenara a mí mismo.
¿Le llena el video de esa faena?
—Aún no lo he visto…
Hay fotos de esa tarde que tienen que llenarle, sí o sí…
—En esas fotos sí están bastante cerca de lo que uno sueña y de lo que busco.
¿Quién tuvo más suerte, Urdiales con Guapetón o Guapetón con Urdiales?
—Eso no lo voy a decir yo. (Risas) Yo estoy muy agradecido a ese toro, y se que tuve mucha suerte. Me hizo vivir cosas increíbles. Solo puedo estar agradecidísimo. Después de ese dialogo, que tenemos los toreros con cada toro, que fuera capaz de entregarse para que yo me entregara de esa manera… Tuvo un fondo tan especial. Garcigrande es una grandiosa ganadería. Un ganadero además que tiene un toro especial, de una personalidad única. Le estaré eternamente agradecido por lo que me hizo sentir.
¿Esa de Guapetón es la faena que sueña un torero?
—Es de las faenas que deseas. Es absurdo decir que la faena soñada nunca llega. ¡Claro que llega! Qué tienen que ver las de Sevilla con las de Madrid o con las de Bilbao. El toro marca, uno tiene que ser capaz de crear y el toro marca la personalidad, por eso todas las faenas son distintas porque los toros son distintos, independiente de que sea más o menos perfecta. Cuando toreo así un toro con la mano izquierda claro que se acerca a lo que sueño de salón o incluso lo supera porque el toro le pone además la emoción al riesgo y arte. Y encima si lo haces en una plaza, con la gente emocionada, no se puede pedir más. Todo alcanza una dimensión tremenda. Es de las faenas más bonitas, puras y sinceras que hice.
¿Por qué nadie torea como Urdiales?
—(Risas). Porque soy yo el que torea. Lo digo sin soberbia. Urdiales solo soy yo. Cada uno lo hace a su manera. Esta es la mía, no se hacerlo de otra forma.
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