Doménico Chiappe

Lunes, 28 de julio 2025, 12:25

La escritora Eli Barceló, autora de una saga policial protagonizada por Lola Galindo y finalizada este año con la publicación de ‘Cita con la muerte’ retoma el pulso de la novela juvenil con ‘Una mentira peligrosa’, sobre bulos y engaños digitales en la adolescencia.

–Hace un puñado de años los detectives de ficción no tenían ni siquiera móvil. ¿Cómo ha cambiado la novela negra?

–Me da una envidia horrorosa cuando lees novelas de hace 50 u 80 años, en las que cualquier cosa que se te ocurriera era posible, porque no había análisis de ADN, ni huellas dactilares, ni grupos sanguíneos. Desde que tenemos tantísimas tecnologías, o eres un experto total o te pillan enseguida. Hoy en día matar a alguien en plan elegante es difícilísimo.

–Pero también surgen nuevos crímenes.

–Yo empecé con la ciencia ficción, y a mí las nuevas tecnologías siempre me han parecido apasionantes y siempre he estado pensando en qué se puede hacer de perverso con ellas. En mi última novela, ‘Una mentira peligrosa’ escribo cómo una broma en las redes puede destruir la vida de un montón de personas. Algo que no parecía importante va escalando y las calumnias se adueñan del mundo. La tecnología que tenemos ahora nos está haciendo mucho daño.

–¿Una broma sin mala intención o con malicia?

–Ahora es muy difícil probar si de verdad estuvo hecho con malicia y para dañar, o si es cierto lo que dices ante el juez: Ay, pues es que yo lo hice sin mala intención. En cualquier caso, una vez que una calumnia, sea la que sea, se ha lanzado al mundo siempre daña.

–Usted elige la perspectiva de la víctima.

–Me interesa muchísimo su punto de vista, porque la virtualidad ya forma parte de nuestra vida cotidiana, ya es realidad, y las personas que nunca se inventarían algo para dañar a otras son las que sufren.

Capacidad crítica

–La desinformación, las guerras, la inseguridad en redes. ¿Lo actual supera las peores utopías de ficción?

–Tengo 50 años de vida leyendo lo que lo que se publica en ciencia ficción y divulgación científica, y tengo la sensación de que nunca se nos había ocurrido que sería tan malo. Lo del móvil, curiosamente, no se le ocurrió a ningún escritor. Sí había aparatos con los que podías comunicarte con cualquier otra persona del mundo, pero siempre a nivel institucional. No que cualquier persona de todo nivel económico pudiera tener directamente en su bolsillo este tipo de herramienta, que se está cargando a los niños, haciéndoles cada vez más tontos. Hay que ser imbécil para estar pillado con las descargas de dopamina que nos dan los ‘likes’. Y nos estamos cargando la sociedad que habíamos conseguido crear y me da muchísima lástima, muchísima. Si no actuamos rápido se nos va a ir de las manos por completo.

–¿Y esa actuación cómo sería si tuviera que escribirla?

–Lo primero, prohibir el uso de los móviles, por lo menos hasta los 16 años. Y luego hacer una legislación draconiana para las redes sociales. No es posible que los dueños digan que sólo ofrecen una plataforma y lo que ponga la gente dentro ya no es asunto suyo. Lo que hacen los salvajes allí debería estar controlado y penado. Parece que se olvida que tu libertad termina donde empieza la del otro.

–¿Siente una responsabilidad al respecto a la hora de escribir?

–Nunca he sido partidaria de que las novelas tengan mensaje, entre comillas. Son historias de ficción, pero fomentan la empatía, el análisis y la capacidad de crítica, que es lo que se está perdiendo en esta sociedad. Nos tragamos todo lo que nos echan y todo nos parece igual de aceptable. A mí me educaron con que la responsabilidad individual es muy importante.

Investigar el pasado

-Este año publicó ‘Cita con la muerte’, el último libro de la tetralogía de la inspectora Lola Galindo. ¿Cómo se cierra una saga que tiene tantos lectores?

-Con un poco de nervios. Tenía más de cuatro años trabajando con los mismos personajes, el mismo lugar y dejando misterios que todavía no se habían resuelto por completo. A mis lectoras les debía redondear y cerrar los flecos, que no quedaran preguntas abiertas. Creo que lo he hecho bien. Era el desafío final de despedirme ya de esos personajes y de esa ambientación. Eran las cuatro estaciones y ya no hay más. Se acabó, aunque me da un poco de pena.

-¿No se acabó por hastío hacia los personajes?

-No, es como cuando tienes un círculo de amigos que te los has buscado tú y que te caen bien. Incluso el que es un poco pesado. Siempre es bueno tener un personaje pelmazo o que quiere enterarse de todo o con una orientación política o ideológica que no es como la tuya. Todo eso le da mucha salsa a la cosa.

-¿La detective Lola Galindo es su alter ego?

-Ella un poco menos. Es muy pragmática, muy poco dada a imaginarse cosas. Pero sí hay algo mío en todos los personajes. Yo me identifico más con Greta, la que investiga el pasado.

-¿Le parece importante investigar el pasado?

-Mucho, hay que comprenderlo. Tengo clarísimo que mis temas centrales, que están en toda mi obra, son el amor, el tiempo y la muerte. Y el pasado siempre me ha parecido importante porque las personas somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. Según de qué familia vengas, cómo fue tu infancia, cómo te desarrollas en tus años de aprendizaje, te conviertes en lo que eres. También es muy importante para las sociedades y los países. Y en este país somos muy dados a hacer como que el pasado no existió o a reinventárnoslo, a narrarlo como nos conviene en cada momento. Y así nos va.

-¿Por qué esas tres?

-Son las tres cosas que de verdad más marcan tu existencia. Yo siempre he pensado que el amor mueve el planeta, o la falta de amor. La muerte, porque es una una presencia constante y pensar en ella nos haría ser mejores personas. Y el tiempo porque nosotros los humanos vivimos allí, te marca y te destruye y te va llevando a la muerte. Es un camino.

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