Dice Alfonso Rey (Cuéllar, 1966) que «el veneno de los toros» se lo inoculó su abuelo Curro, que le llevaba a la plaza. «Me pasó, salvando las distancias, como a Joaquín Sabina, que hizo unas declaraciones que me recuerdan muchísimo esa manera de llegar al mundo de los toros. Como a él, a mí también me cogió de las manos mi abuelo y me sentó en un tendido… Te sientas a su lado, te explica cuatro cosas, le preguntas y eso ya es difícil de quitarse, sobre todo cuando tienes a tu abuelo como una figura idealizada y, luego, pues lo que puede entender todo el mundo, siendo de Cuéllar, de acudir a los encierros desde crío, era lo natural».
Rey, que estudió Bellas Artes en Madrid porque desde siempre le gustaba el dibujo, la pintura, la escultura, ha unido su vocación al mundo de los toros, a esa estética, esa imagen, las composiciones, los colores de lo taurino. «Para mí fue muy fácil meterlo en una coctelera y que saliera mi trabajo», asegura.
Es socio fundador de la Asociación Encierros de Cuéllar, creada en 1995 y que otorga el Trofeo al Ganado Bravo que más sobresale en esta manifestación taurina que caracteriza a la villa segoviana, tanto en su recorrido por el campo como en su tramo urbano. El encargado de su diseño es él desde hace tres décadas. «Siempre han apostado por una pieza mía y la verdad es que lo considero una suerte y se lo agradezco todos los años», aunque en alguna ocasión este premio ha quedado desierto, al no ser merecedora ninguna ganadería del mismo.
Caras A y B del Trofeo al Mejor Encierro de Cuellar este año, diseñado por Alfonso Rey. – Foto: DS
No es una placa grabada, tan corriente en tantos certámenes, ni siquiera una escultura de bronce o una baquelita. La originalidad de este trofeo es que es una pieza única cada año elaborada en hierro, cortado con láser, y con una línea común en la larga serie que ha alcanzado desde su primera edición.
Representa la silueta de un grupo de toros, de un toro, de varios que se entremezclan, en negativo y positivo, por ejemplo. La cara frontal siempre representa al mundo del toro, es su protagonista o figura principal, y la cara trasera, la cara B, como dice el artista, suele ser una escena «o del encierro del campo, o en el embudo y las calles, y algún guiño representativo de la arquitectura de Cuéllar», comenta Rey.
Es un galardón muy apreciado en las ganaderías que reciben el Trofeo del Ganado Bravo de los Encierros de Cuéllar, que se ven sorprendidos por la originalidad del planteamiento y también del material.
Pero hablando de materiales, si algo distingue a su obra pictórica, incluyendo los carteles taurinos, es que el soporte que más trabaja, quizá su favorito, es la tabla de madera. «Hay gente a la que le llama muchísimo la atención pero es tan antiguo como los retablos, que reciben su nombre precisamente porque se pintan en madera. Me resulta un soporte muy agradable, con el que sacar texturas y es menos frágil que el lienzo. Me aporta y por eso sigo utilizándolo habitualmente».
Sin embargo, utiliza también otros materiales como la loza o la cerámica y la tela en el caso de los abanicos con motivos taurinos, además del grabado y la escultura.
En un momento determinado, «por casualidad un poco mágica» se cruza en su camino una serie de lozas, de bizcochos de loza (piezas con una sola cocción), sin la definitiva, de la antigua fábrica de Segovia, un soporte «muy agradecido».
En su amplia trayectoria ha conseguido ya el reconocimiento como artista en lugares tan taurinos como Pamplona o Sevilla, donde ha expuesto su obra en varias ocasiones, pero también en Olivenza o incluso Portugal y Francia.
Puede decirse que también es profeta en su tierra pues y en 2023 tuvo el honor de pronunciar el pregón de las fiestas principales de la villa. «Siempre me resultó muy distante la figura del pregonero. Cuando tenía 20, 25 o 30 años me daba un poco igual porque en general se trataba de personajes desconocidos, con alguna vinculación con Cuéllar o no porque podía perfectamente subirse al balcón un notario de Lugo. Pero desde hace unos años el pregón corre a cargo de alguien con un vínculo muy fuerte con Cuéllar, nacido aquí o con un vínculo fortísimo. No lo digo por mi caso pero creo que eso ha resultado agradable a la gente porque si es alguien cercano, pues hablamos el mismo idioma, lo que pregonas es muy común a todos y creo que ha sido un acierto».
Confiesa que a él le sorprendió mucho el nombramiento pero que «por supuesto, fue un momento chulísimo. Siempre pensé que quien debería haber sido pregonero, que realmente lo merecía mucho más que yo, era mi amigo, mi hermano Pablo Quevedo Lázaro, que murió, no llego a tiempo de serlo.
Tanto el alcalde como el teniente de alcalde me reconocieron después que la idea inicial era que hubiéramos hecho un pregón al alimón, los dos, y fue un motivo más emocionante pero , en fin, las circunstancias eran las que eran e hice un pregón que le dediqué a Pablo y lo hice casi como si estuviera al lado, que estaría por allí brujuleando».
En pandemia. Poco antes, en 2020, Rey protagonizó una bonita historia de colaboración artística con la mediana de sus hijas, Carmen, durante la pandemia de covid, con lo que denominaron ‘CoronaDibus’, una serie de dibujos que llevaron a cabo mientras ambos estaban confinados porque ella había estado en contacto con una persona contagiada por el virus. Carmen, que lleva las redes sociales porque le encanta, según su padre, fue quien propuso, para hacer más ameno el paso de las horas, publicar en Instagran tres dibujos cada dos días. Comenzaron así una dinámica que el artista disfrutó «porque me puse en el lugar de mis admirados viñetistas».
Afirma que en España hay dibujantes de viñetas de mucha categoría, con una calidad «brutal» y ha seguido el trabajo de grandes maestros como Forges o Peridis pero también ahora de Caín, Esteban o Ricardo y Nacho, entre otros. Padre e hija compartían ideas y consiguieron «salir del paso sin caer en la ociosidad absoluta en pandemia» y, además, fue muy valorado y los CoronaDibus se hicieron famosos.
Es un gran recuerdo como los miles que tiene de las fiestas, de las que explica que los encierros siguen siendo la almendra y no pueden dejar de serlo aunque admite también que siempre le ha llamado mucho la atención «la rueda», el baile que en el recorrido del encierro y antes de que lleguen los toros protagonizan cuellaranas y, cada vez más, también cuellaranos. Un baile de rueda que él considera parte del propio encierro. «Es como una manera de esperar al toro, una actitud ante la vida porque sabes que va a venir un peligro pero lo ninguneas y no le das importancia, sigues bailando y bailando hasta el final. Es también una forma de aguantar la espera haciéndola divertida, jocosa y a mí, sinceramente, me transmite mucha energía», asegura.
Destaca también que estos días festivos son «de compartir mucho, tanto con una cerveza o un vino, haciendo el echegaray, como el almuerzo o, si eres aficionado, yendo a los toros, aunque la verdad es que la feria es francamente levantable».
Sobre esto último, aunque lo considera complicado, aboga por volver a llenar la plaza de toros o al menos conseguir ocuparla por lo menos en tres cuartos o media plaza, aunque conviene que es complicado y que «yo aún no tengo la solución. No hemos sabido dar con la tecla. Ahora a la juventud le apetece más quedarse en el echegaray o un tardeo y, por supuesto, es respetabilísimo. Pero me gustaría que fuera compatible».
Su referente es la plaza de Pamplona, que gestiona la Casa de la Misericordia, institución benéfica fundada en el siglo XVIII que desde 1980 se dedica a atender exclusivamente a personas mayores gracias a los ingresos obtenidos con las corridas de las feria de San Fermín. Pero, claro, es un caso único en el mundo. «La gente paga muy a gusto, los toreros y los ganaderos cobran como en ninguna plaza y aún hay recurso para atender a mil abuelos y abuelas», comenta.